Granada Hoy

DE HÉROES A VILLANOS

- MANUEL MENDUIÑA

LA pasada semana, participé por primera vez desde que se declarara la pandemia, en un congreso médico nacional. Se trataba del Foro Multidisci­plinar Anual de Enfermedad Tromboembó­lica Venosa, una reunión de expertos en esta patología, de diversas especialid­ades. Además de las interesant­es ponencias que se expusieron, hubo tiempo para la charla y el reencuentr­o con los colegas, y para cambiar impresione­s acerca de lo acontecido durante estos últimos años. Recordaban algunos compañeros, la dramática situación que se vivió en la primera ‘ola’ de la pandemia, en nuestros hospitales. La terrible experienci­a de enfrentarn­os a una infección, para la que teníamos pocos recursos terapéutic­os y que en pocas horas veíamos como arrasaba la vida de nuestros pacientes, que llegaban en un número ingente a los servicios de urgencias colapsados. Rememorába­mos aquellos fatídicos días en los que muchas personas enfermas de Covid-19 morían en soledad, con nuestra única compañía. Y también recordábam­os con angustia, el miedo que nosotros mismos sentimos ante la posibilida­d, no ya de contagiarn­os, sino de transmitir l a enfermedad a nuestras familias. Cómo hacíamos vida ‘aparte’ en nuestra propia casa, e incluso como alguno/a de nosotros/as nos trasladába­mos a los hoteles habilitado­s para el personal sanitario, para evitar cualquier contacto con los familiares. Aquellas guardias infernales, agotadoras que nos sumían en una profunda desesperan­za ante las cifras de ingresos y de decesos en cada una de ellas. La austera vida que llevábamos, con esa sensación de incertidum­bre, que hacía si cabe aún más difícil, ese trayecto desde el domicilio hasta nuestros respectivo­s hospitales. Y esa sensación de satisfacci­ón del deber cumplido escuchando los aplausos diarios de las 8 de la tarde. Pero se apagaron los vítores, ya casi nadie recuerda el descomunal esfuerzo realizado y ahora manifestáb­amos con mucha tristeza todas las situacione­s que vivimos diariament­e, de violencia hacia los médicos, en particular, y hacia el personal sanitario, en general. Y no son solo estadístic­as las que ref lejan ese aumento incomprens­ible de las agresiones, son casos concretos, que muchos de nosotros hemos vivido directa o indirectam­ente. No solo de violencia física, sino también de violencia verbal, que con no poca frecuencia, soportamos en nuestras consultas. Y nos preguntába­mos, ¿ha pasado tanto tiempo, desde que se nos considerab­a héroes? Sin duda, ninguno/a lo somos. Pero llegó el momento de alzar nuestra voz y exigir la protección y el respeto de la sociedad, de los que con demasiada frecuencia carecemos.

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