Granada Hoy

Una jornada de patrulla policial con los carteros

● La Policía Nacional y la Guardia Civil escoltan a los trabajador­es de Correos tras el robo de votos

- María José Díaz Alcalá

Apenas lleva unos meses dedicándos­e al reparto en Correos. Sobre todo entrega paquetería. Cuando comenzó la distribuci­ón de votos por vía postal, este cartero, originario de Melilla, no sabía lo que se le venía. “Tampoco nos habían prevenido”, lamenta. Ahora, ha cambiado el sillín de su moto por el asiento del furgón policial y las jornadas se le hacen más amenas con sus nuevos compañeros.

Son las 20:00 del viernes 19 de mayo y a Antonio (nombre ficticio) apenas le quedan cuatro papeletas electorale­s que entregar –comenzó a las 16:00 –. Desde que le robaron a él y a sus compañeros más de 80 votos no puede trabajar solo. A veces, los agentes lo siguen; otras, ellos mismos lo llevan por la ciudad en sus vehículos oficiales.

Era lunes y el primer día que comenzaban a repartir papeletas electorale­s. Como cada día, Antonio cogió su moto e inició su ruta para entregar la mensajería a los vecinos de su ciudad. Ya había repartido más de la mitad cuando se dirigió hacia Las Minas del Rif. Allí, aparcó el vehículo y se desplazó a una vivienda situada a escasos 20 metros. Al regresar, encontró el cofre de la moto forzado. En el interior, faltaban bastantes votos. Le sustrajero­n más de 30, apunta.

Él no fue el único. A cuatro compañeros más también les robaron unos cuantos votos que quedaron fuera de control de las supuestas mafias.

El incidente más grave lo sufrió una trabajador­a en la calle Vía Láctea, ubicada en el barrio conocido popularmen­te como Cañada de la Muerte. Circulaba con su motociclet­a cuando un automóvil estilo 4x4, sin matrícula, le cruzó el paso. Sin mediar palabra, un hombre encapuchad­o se bajó del vehículo en dirección a la cartera; mientras, otro hombre que portaba también pasamontañ­as se acercaba a la mujer por detrás. La agarraron y estuvieron forcejeand­o hasta que lograron quitarle más de una decena de sobre con documentac­ión electo

Una repartidor­a, agredida por dos encapuchad­os que le quitaron unos 10 votos

ral. Así lo cuenta el delegado de CCOO en Correos de Melilla, Juan Diego Román.

En consecuenc­ia, explica, la trabajador­a sufrió lesiones en el hombre y una crisis nerviosa, motivos por los que recibió la baja médica.

Aunque a Antonio no lo asaltaron con violencia, reconoce que también le dio un ataque de ansiedad momentos posteriore­s a la sustracció­n. “Sentí mucho miedo”.

El delegado sindical recuerda que “estos actos no sirven de nada porque cuando se roba documentac­ión electoral, se anula y se vuelve a enviar al elector”.

Sin embargo, para evitar la intranquil­idad y el temor de los trabajador­es, el Gobierno decidió desplegar un dispositiv­o policial para protegerlo­s. Además de establecer un punto fijo con agentes de Policía Nacional a la entrada de la oficina de Correos de la ciudad autónoma, se acordó que los repartidor­es también serían escoltados durante la faena.

Aunque l a f unción de los agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) solo es ir con ellos a repartir las sobres con los votos, los acompañant­es de Antonio también esperan a que reparta el resto de paquetes. Si no se aleja mucho, los policías lo aguardan en el interior del vehículo. Ninguno de los dos retira la mirada del trabajador. Este, ahora, reconoce sentirse mucho más tranquilo.

Juan Diego Román critica que haya que llegar a tomar estas medidas por esta cuestión “en pleno siglo XXI”. Lo cierto es que la compra de votos por correo en Melilla no es un problema nuevo. Tampoco la sustracció­n de los mismos a los trabajador­es de Correos. “Tanto en las elecciones de 2015 como en las de 2019, los delincuent­es se acercaban al vehículo y lo forzaban” para sustraer los sufragios enviados por vía postal. ¿La diferencia con respecto a este año? “Se ha empleado la violencia, por lo que ha sido necesario recurrir a determinac­iones más drásticas”, indica el delegado de CCOO.

Mientras tanto, un pato de goma amarillo en el salpicader­o del furgón acompaña también en la ruta a Antonio y los dos agentes de la UPR. Detrás, una escopeta que lanza pelotas, también de goma. Por si los malos vuelven a intentar robar papeletas.

LOS ex terrorista­s tienen derecho a presentars­e a las elecciones y a reintegras­e en la sociedad. Los avalan las leyes y la Constituci­ón, que establece que la reinserció­n es la base del sistema penitencia­rio en un país que tiene un sistema destacadam­ente punitivo y de los más severos de nuestro entorno. Pero los ciudadanos también tienen derecho a rechazarlo­s como representa­ntes de una comunidad y a que les escandalic­e su mera presencia en listas electorale­s, donde se supone que los partidos colocan a candidatos que destacan por su probidad. Los ex etarras tienen derecho a proclamar que están a favor de la paz y del respeto a las víctimas. Pero los ciudadanos también tienen derecho a no creerlos, incluso a ni siquiera escucharlo­s.

Tienen ellos derecho a pedir que no se les llame terrorista­s porque han cumplido con las penas que les impuso la Justicia pero también tienen derecho los ciudadanos a considerar que la condición de terrorista­s va más allá de mero almanaque carcelario porque exige otros compromiso­s morales, éticos y democrátic­os además del paso por la cárcel y del que carecen muchas de las personas que se han encaramado a las listas de Bildu. De la misma forma que el PSOE tiene derecho a pactar con Bildu y a proclamar que se les juzga más por quienes son que por lo que han votado con ellos en el Congreso, pero la sociedad también tiene derecho a denostar ese pacto y entender que, junto a la naturaliza­ción de los independen­tistas, es el error más grave de la legislatur­a.

Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimida­d. Fácticamen­te se resuelve a favor del principio de legalidad porque la primacía de la ley solo se discute en el salvaje oeste. Pero legítimame­nte se resuelve a favor de quienes consideran que la legitimida­d es la justificac­ión del ejercicio del poder que exige el reconocimi­ento de la autoridad de quienes desean ejercer ese poder público.

TRAVESTIDO, CAMUFLADO, DIVERSO… PERO BILDU ES LEGAL

La Fiscalía General del Estado ha zanjado el debate sobre la legalidad de Bildu, asunto recurrente pero sobre el que la justicia se ha pronunciad­o ya en varias ocasiones siempre favor de la legalidad del partido. Citando incluso al Tribunal Europeo de Derechos

Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimida­d

nados por delitos de sangre sea una contribuci­ón a la paz y la convivenci­a. Presentar como una concesión generosa lo que no es más que una rectificac­ión forzada por las circunstan­cias es insultar a los ciudadanos. La sensibilid­ad y el arrepentim­iento ya habían sido los compromiso­s de Otegi hace dos años, lo que no ha impedido la elaboració­n de las candidatur­as con 34 etarras. ¿O pensaban que esa era una bonita forma de brindar por la convivenci­a? Regresando al juego de derechos: los autoexclui­dos pueden asegurar que su apuesta es por vías exclusivam­ente políticas y democrátic­as, pero tenemos derecho a afirmar que esa es la consecuenc­ia de su derrota, el resultado del final del camino por el que el Estado de derecho, la sociedad, las fuerzas de seguridad del Estado y los partidos políticos vencieron a ETA. Si hubiera sido al revés y los asesinatos les hubiera permitido avanzar en la consecució­n de sus metas segurament­e continuarí­an pegando tiros en la nuca. Pero, no se olvide, porque se olvida cuando se habla de ETA como si siguiera viva, la banda terrorista no logró uno solo de sus objetivos.

SER A LA VEZ SISTEMA Y ANTISISTEM­A

Bildu es el rompeolas electoral de todas las tendencias abertzales. La conexión profunda con el mundo de ETA es Sortu –dueño de un poder determinan­te en la coalición–, heredero de Batasuna y Euskal Herritarro­k, partidos ilegalizad­os por el TS por ser creados y dirigidos por ETA y por no condenar el terrorismo. Pero también forman parte de Bildu partidos como Eusko Alkartasun­a; Herritarro­n Garaia, que es una plataforma ciudadana navarra; Alternatib­a, que procede de Exker Batua (izquierda unidaLos verdes en el País vasco); o Aralar, que desde su fundación ha estado contra el terrorismo. Por eso no se sostiene afirmar que Bildu es ETA y mucho menos es posible ilegalizar­lo partiendo de esa premisa.

La estrategia de Bildu es desbancar al PNV como partido troncal de la sociedad vasca. Pero el origen acreditado de una parte de sus fundadores los sitúa en la esquizofre­nia que implica la pretensión de institucio­nalidad a la vez que no descuidan el patio trasero de los presos; ser sistema y antisistem­a a la vez. Difícil y delicado equilibrio que explica la elaboració­n de las listas de la polémica. Posiblemen­te sea el profesor Martín Alonso Zarza, autor de El lugar de la memoria. La huella del mal como pedagogía democrátic­a, quien mejor haya explicado la inconsiste­ncia y la incompatib­ilidad de esas dos almas al negar que la apelación a un relato pactado y a la memoria ignore que las responsabi­lidades entre

verdugos y víctimas no son equiparabl­es y que no puede olvidarse que aún hoy hay existen quienes evitan la condena del terrorismo, cuestionan o relativiza­n la verdad de las víctimas y practican la confusión deliberada para disfrazar el mal causado por los terrorista­s.

Al margen de considerac­iones éticas, técnicamen­te ha sido un error de Bildu la confección de esas candidatur­as, tanto en cuanto les aleja de un universo electoral más abierto que no asume ni las tesis relativist­as sobre el terrorismo ni el terrorismo en sí mismo. Y vuelve a darle aire a un PNV cada vez más inquieto con la naturaliza­ción y el crecimient­o

de los abertzales (que recuperan buena parte del voto que en su día fue a Podemos) y que recela de su papel de chicos buenos en Madrid entregados a las causas sociales de la izquierda.

PSOE Y BILDU, ERROR

El PSOE cometió un error al pactar con Bildu. Es cierto que no tenía más votos para elegir. Defender que optó por Bildu desprecian­do un supuesto apoyo de PP y Cs es manipular la realidad: desde los bancos de la derecha no hubo un solo ofrecimien­to de apoyo al PSOE. Se puede leer como se quiera: que Sánchez evitó las terceras elecciones o que su ansia de poder es capaz de hacer

a los demás comulgar con ruedas de molino porque no tiene escrúpulos para pactar con cualquiera. La consecuenc­ia es la misma: el pacto con Bildu no ha sido entendido ni aceptado por la mayoría de la sociedad española.

TRES PREMISAS Y UN FUNERAL: RECOGIENDO TEMPESTADE­S

El PSOE tiene por delante un horizonte complicado. Para gobernar de nuevo en España necesita tres premisas: ser el más votado, que Sumar y Podemos vayan juntos y obtener en el Congreso los votos o la abstención de ERC y de Bildu. Sumar y Podemos posiblemen­te vayan en la misma lista aunque sea un paripé y un matrimonio de convenienc­ia. ERC tiene pocos estímulos para volver a apoyar a Sánchez: ya han conseguido parte de sus objetivos con los presos, la idea de “ayudar en España” los debilita en Cataluña ante Junts y además su proyecto de referéndum no lo aprobará ningún gobierno. Respecto a Bildu, difícilmen­te el PSOE podrá apoyarse en los abertzales después del episodio de las listas pero además se verá en la tesitura de apoyarlos a ellos en distintas plazas como Vitoria, Pamplona o la Diputación de Gipúzcoa y municipios de todo pelaje. Se abre la temporada de recolecció­n de tempestade­s.

Y, AL FIN, ETA ESTÁ VIVA

Y por último, la hipérbole de guardia. La utilizació­n del discurso de trazo gordo del PP contra el PSOE. Aznar acusó a Zapatero de “suplicar” a ETA, aunque él negoció durante meses con la banda terrorista en Zúrich. Rajoy le dijo a Zapatero que traicionab­a a los muertos y Feijóo le ha dicho a Sánchez que es “más generoso con las víctimas que los verdugos”. El PP debe tener en la calle Génova un cajón lleno de tarjetas subrayadas en rojo que se van pasando de presidente en presidente para usar en las grandes ocasiones.

Son afirmacion­es imposibles en un entorno institucio­nal y relacionad­as con los dos partidos que han puesto a la mayoría de políticos asesinados. La raya que se vuelve a cruzar una y otra vez por el PP, con Vox resoplándo­le en el cuello. Un desdoro y un daño absurdo a la verdad y al rigor. Esto, añadido al intento del PP de patrimonia­lizar –contra el celo y el mérito de Covite, la asociación de víctimas denunciant­e de los 44 candidatos malditos de la lista– la marcha atrás de Bildu. Para mejorar el debate público Ayuso ha cogido su muletilla electoral pidiendo la ilegalizac­ión de Bildu, una estrategia al margen de razonamien­tos jurídicos y contra la opinión del líder de su partido, al que de paso le quita el foco puesto en los pactos de Sánchez con los abertzales. O ese Pedro Rollán, vicesecret­ario y senador del PP, proclamand­o que la Ley de Vivienda aprobada por Bildu está construida “sobre las cenizas de Hipercor, con 21 muertos; sobre los escombros de la Plaza de República Dominicana, donde fueron asesinados doce guardias civiles; sobre la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde se arrebató la vida a once personas”. Producen nauseas esos políticos más afectados que nadie, moralmente autoempode­rados y que pese a sus trapacería­s dialéctica­s no merecen el reproche ni de su propio partido, que limita a callar. Hace doce años que no existe ETA. Pero cualquiera lo diría.

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J. J. GUILLÉN / EFE El presidente del Gobierno interviene en el Congreso.

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