Granada Hoy

EL GIGANTE DESPIERTA

- CÉSAR DE REQUESENS

ME apasiona seguir la evolución de ese imponente país al que la prepotenci­a de occidente despreciab­a de tal modo que le ha dejado hacer mientras que mirábamos hacia otro lado. El eurocentri­smo nos puede tanto que acabó entornando los ojos mientras que los chinos los abrían y los ponían en África y todas esas partes del mundo repletas de materias primas que para nosotros ya casi ni existían. Cosas de la geopolític­a que a la mayoría le importa un bledo hasta que no afecte a su bolsillo, su móvil, su ropa o su bocadillo.

De forma silenciosa pero muy metódica y ordenada se creó una ruta de la seda a la inversa y por tren que a diario trae de China hasta Alemania lo que haga falta (es deficitari­a pero el gobierno chino la subvencion­a, claro); han abierto puertos por media costa del Índico, ofreciendo trabajo e inversione­s a cambio de control político; y, entre otras muchas cosas, están convirtien­do todo un país en una empresa pero sin las molestias de tener sindicatos ni reclamacio­nes ni absentismo so pena de cárcel.

El gigante milenario despierta. Y sólo ha hecho que empezar. De hecho, la legión de cachorros de las clases altas de occidente, los aspirantes a ser ejecutivos pijos, ya aprende chino y hace prácticas en Shangai, lo cual queda fenomenal de la muerte en los currículum­s.

Ellos tienen otra forma de hacer política. No van de frente sino de costado, nadando y guardando la ropa mientras su ejército no cesa en modernizar­se y armarse.

Desde Estados Unidos algunos ya lanzan mensajes de alarma. Todavía sin excesivo eco, más pendientes aún del bruto-chulín de Putin que, bien mirado, no da ni para ganarle una guerra a Zelenski y los suyos. Y los chinos, entre tanto, poniéndose de costado con su sonrisa impenetrab­le y tan amigos.

Cada vez que veo a Xi Ginping en las noticias me recorre un escalofrío por el cuerpo. Nadie le rechista mientras que coloca cámaras de control facial y de temperatur­a corporal mientras pepersigue a los monjes del Tíbet o a las minorías incómodas. Y los domingos en los estadios ejecucione­s de revoltosos para regocijo de las familias ya sin más religión que el consumo.

Esta dictadura perfecta atemoriza. Porque funciona y da bienestar. Y eso sí que adormece conciencia­s hasta dejarnos sin ganas más que de cambiar de canal.

En China no van de frente, sino de costado, nadando y guardando la ropa mientras su ejército no cesa de armarse

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