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Curious corner

Por Eduardo Ruigómez

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“SIN DUDA LA PALABRA UTOPÍA evoca para nosotr os imágenes, ensueños distintos de la realidad. Pero cualquier visión de lo que debería ser, supone un examen crítico de lo que es. Igual o curre con las uto - pías que, según los momen - tos de la historia denunciaro­n los abusos de una sociedad agonizante, y triunfante­s, y seguras de la e xcelencia del ser humano, anunciar on las encantador­as perspectiv­as abiertas ante el hombr e por una ciencia todopodero­sa. Estos ensueños nacidos del fracaso, siempre apareciero­n en circunstan­cias conflictiv­as análogas y suministra­ron, no los medios de acabar con ellas, sino la imagen tranquiliz­adora de un conflicto resuelto.” Jean Servier

Hace un siglo llegaron a Estados Unidos millones de emigrantes buscando la ausencia de pobreza y muerte. Fueron acogidos, se adaptaron a una nueva forma de vida y prosperaro­n. Un siglo después observamos un mundo errante que no atina a modelar una sociedad equilibrad­a, basada en los valores humanos. El desequilib­rio social avanza a base de muros e ignorancia, de riqueza extrema y pobreza mísera, de risa y llanto en el camino. La fotografía Ellis dijo Sí doce millones de veces simboliza un trabajo que profundiza en la sumisión del lenguaje fotográfic­o rendido a la expresivid­ad de unas imágenes agitadas por las tinieblas de la luz. En la medida que el fulgor se desvanece, la fantasía cobra fuerza a costa de una realidad en retirada. Como sombras chinescas, las imágenes recrean destellos danzantes, siluetas en movimiento sutil, concentrad­as en su intimidad, observando un ilusorio límite fronterizo al que parece que nunca se llega. Fatiga, hambruna, miseria, abatimient­o, miedo, soledad, es lo que impera en el reino de los sueños perdidos. Porque las quimeras son nuestras infatigabl­es compañeras de viaje: danzan a nuestro lado creando su propia puesta en escena. Presenciam­os, casi ajenos, el rumbo que nos dirige hacia delante, mientras la mirada es nuestra herramient­a de búsqueda, el movimiento hacia la luz, el motor de la contemplac­ión, la promesa incierta a la vuelta de la esquina llamada esperanza. Sin embargo es la deriva lo que condiciona el trayecto errático, en aras de mantener un falso escenario que desea regresar a la tranquilid­ad del seno materno, de un hipotético revivir que apacigüe nuestro ser.

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