UN CEREBRO CON DESTINO AL ÉXITO
Liderar a favor o en contra del influjo de las emociones es lo que diferencia el buen uso o mal uso de un don natural que todos tenemos y que no todos desarrollamos por igual, la inteligencia.
Ser inteligentes emocionalmente nos hace descubrir el beneficio que aporta educarnos en vivir, sentir y recibir las emociones propias y ajenas en contraposición al hecho de evitarlas o eliminarlas. Educar nuestra respuesta ante ellas da efectividad a comportamientos y actitudes, afianza la estabilidad de los vínculos en las relaciones interpersonales y nos conduce a un proyecto de vida personal y profesional pleno.
Las emociones son nuestro sistema de alarma frente al cambio. Desempeñan un papel importante a la hora de tomar decisiones por ser reacciones psico-fisiológicas inmediatas a estímulos internos o del mundo exterior que nos movilizan en pro de adaptar los comportamientos a un mundo impredecible. Gracias a ellas, nos acercamos o alejamos de aquello que nos hace sentir bien o mal. Son las responsables de movilizar conductas de huida ante el peligro (miedo); de poner límites ante situaciones injustas donde nos sentimos manipulados, engañados o ninguneados (ira, enfado); de reconocer y rectificar errores al infringir normas sociales (vergüenza); de ponernos en contacto con lo realmente significativo al vivir la pérdida (tristeza); de saber valorar lo que somos y hacemos (orgullo); y, por supuesto, las que nos dan la noticia de que nuestros retos se han materializado (alegría). Si las emociones son el camino para satisfacer las necesidades vitales del ser humano de seguridad, justicia, estima, pertenencia de grupo, realización, dejar un legado…. entonces ¿por qué las personas se empeñan en tratar de evitarlas o eliminarlas? La respuesta está en la cultura de represión en la que muchos crecieron y se desarrollaron, y en la forma equivocada de etiquetar con el adjetivo de positivas o negativas a las emociones. ¡Craso error! Las emociones no son ni positivas ni negativas; el carácter de aliado o enemigo lo dota la persona con la réplica que les da, con la forma en que experimenta las emociones y con la interpretación que hace de ellas.
Registrar las sensaciones corporales que producen, acompañadas de su comunicación verbal —“yo siento”— es lo que nos hace tomar conciencia de su presencia y reconocerlas. Prestar toda nuestra atención a las emociones es lo que ayuda a movilizarnos en conseguir nuestras metas más inmediatas. Reflexiones a tener en cuenta, estas últimas, sobre lo importante que es para la persona educarse en aprender a leer y sentir las emociones.
Aplicar la emoción correcta a las distintas situaciones y experiencias es lo que da vida al concepto de liderazgo emocional y conforma un cerebro de
éxito.
Todas las emociones tienen un mensaje asociado. Unas, nos hablan de nuestro estado interno, de cómo nos sentimos: orgullosos, enfadados, tristes o avergonzados. Otras, de los conflictos en nuestra realidad exterior, de aquello que nos preocupa, obstaculiza o inmoviliza; del estado en que se hallan las relaciones interpersonales y del curso de nuestros deseos e ideales. Entrenarnos en su lectura nos hace más inteligentes y más felices, y pone en acción medios de solución a conflictos externos e internos.
Si es importante conocer el mensaje emocional que encierran las emociones no menos importante es situarlas en el tiempo en que suceden: pasado, presente o futuro. Adecuar la emoción al momento permite movilizarnos para conseguir aquello que deseamos en el aquí y ahora, aprender de los éxitos o fracasos de vivencias pasadas y, lo más importante, anticipar las consecuencias de acciones futuras. Analicemos la información que nos aporta la memoria del recuerdo de nuestra mente emocional; escuchemos con la razón y el corazón lo que trata de explicarnos con su rememoración; nos protege de cometer nuevos errores, pone en evidencia enemigos al acecho saboteadores de nuestros planes a corto plazo, un Yo ideal autoexigente o un mundo pobre en el sentimiento del querer y en la actitud de compartir.
Al hablar de educar nuestra respuesta emocional nos referimos a lo importante y necesario que es adquirir habilidades que nos capaciten para aplicar la emoción correcta a la situación concreta y disponer de las herramientas necesarias para empoderar un pensamiento objetivo que de sentido a la emoción. No hay forma posible de convertir la ambición en acción sin la existencia de un liderazgo emocional y una comunicación interior efectiva. No hay que olvidar que la emoción nos moviliza y la lógica del pensamiento nos guía. Un autolenguaje positivo, una forma de hablarnos asertiva y posibilitadora, es lo que marca la diferencia entre las personas que alcanzan o no alcanzan su status personal, elegir quién ser, qué hacer para luego tener.
Las emociones vividas en el pasado influyen en el presente. A través del recuerdo se reactivan sentimientos generados por sucesos y acciones remotas. Estados emocionales de ayer vuelven a ser noticia hoy.
Las emociones son victima de la cultura familiar y social en que crecimos y nos desarrollamos. Una cultura que durante años se ha visto favorecida por su expresión en la condición femenina y su represión en la condición masculina. Gracias al desarrollo de la inteligencia emocional en esta era, se ha puesto en evidencia que las emociones son propiedad de la humanidad. ¡Habitan en los corazones, no en el género! A la hora de sentir todos somos iguales con independencia de la condición femenina o masculina, lo único que nos diferencia a unos y otros, es la forma en que aprendimos a expresar nuestras emociones.
Su carácter atemporal y transcultural otorga poder a su liderazgo. Juega un papel relevante a la hora de generar sentimientos satisfactorios o insatisfactorios, estados emocionales que ayudan a conformar un universo lleno de deseos, sueños y ambiciones o un infierno lleno de temores, prohibiciones y frustraciones. Escuchar esa voz que te habla y convence una y otra vez de que “si deseas, puedes y consigues” sumado a la satisfacción que te hace sentir sus palabras es lo que te puede permitir conseguir aquello que deseas, lo que desata la función deseante: intentar siempre las cosas que te propones. En el pasado, elegir una
vocación ajustada a las expectativas y deseos, para más tarde, en un futuro cercano, materializar el binomio vocación y profesión, sentirse feliz con aquello que realizas. Un propósito que nunca alcanzas sin ayuda de la pasión, del amor, del entusiasmo, del miedo como oportunidad de crecer y de desarrollarte, y del orgullo de “ser mejor” y “no la mejor”. En definitiva, un escenario coloreado de emociones que te den estabilidad a la hora de ser y hacer.
A día de hoy, puedo decir que soy un medico con la especialidad de medicina de familia y psicoterapia psicoanalítica, una decisión resultado de experimentar las emociones antes mencionadas, enamorada de mi profesión y de la vida que llevo. En mi caso, las emociones han sido lo que me han movilizado sin duda a poner el deseo en acción, las que han desperezado mi voluntad con un objetivo: vivir en un paraíso emocional de satisfacción ante el deseo cumplido.
Las largas horas de consulta con mis pacientes me han hecho conocedora de los múltiples problemas emocionales que anidan en personas de la más diversas profesiones, sexo, posición y cargo, teniendo que aplicar diferentes terapias que posiblemente no fuesen necesarias si de forma preventiva se hubiesen educa
Liderar nuestras emociones es lo que nos hace inteligentes,
es lo que provoca la salida de un ego caprichoso
y ambicioso, una voz interior que nos habla e incita a ser y a alcanzar
los retos deseados.
do los estados anímicos. Esta reflexión, unida a la importancia que para la salud mental de las personas y de las empresas tiene el que sus trabajadores sean capaces de reconocer y gestionar adecuadamente las emociones propias y las ajenas, es lo que me llevo a la constitución de la Escuela de Liderazgo Emocional (ele). Los “Cerebros ele: emocionales, lógicos y estables” son los que dejan huella y marcan la diferencia. Inteligentes a la hora de crear visiones adaptadas a sus posibilidades y expectativas y capaces de trabajar siempre en “Actitud On”, proactivos en dar una respuesta emocional correcta que permita alcanzar las metas personales y profesionales desde la voluntad, la entrega y el compromiso.
Planificar un cerebro con destino al éxito, cerebros emocionalmente preparados para convertir la ambición en acción, lleva consigo trabajar: el “Paradigma del Yo”, educar una respuesta efectiva saludable a las emociones que empodere un dialogo intimo posibilitador -“Yo deseo, Yo puedo, Yo consigo” - frente a las etiquetas impuestas por uno mismo o por los demás; y el “Paradigma del Nosotros”, habilidades en asertividad y resiliencia que favorezcan vínculos estables. Nunca es tarde para educar nuestra inteligencia emocional.