Harper's Bazaar (Spain)

JON, AÑO CERO

- Por Eugenia de la Torriente

Hcantidad de cosas que se escriben, se dicen y se piensan cuando un modelo inicia una carrera como actor. Y habrá que pensar en por qué las fallidas incursione­s de Cindy Crawford ( Caza legal, 1995) o Elle McPherson ( Sirenas, 1993) son invocadas con mucha más frecuencia que el triunfal ejemplo de Lauren Bacall, que fue descubiert­a por Howard Hawks en la portada de Harper’s Bazaar en 1941. Dejémoslo en que una exitosa carrera de modelo es un arma de doble flo que, en el caso de Jon Kortajaren­a (Bilbao, 1985), habría de considerar­se una auténtica carambola. El vasco de pómulos aflados soñaba con ser actor desde la adolescenc­ia, pero, según su relato, su madre no podía permitirse que se instalara en Madrid para estudiar interpreta­ción. La genética tomó sus propias decisiones y, a los 18 años, su exquisita estructura ósea y un singular fequillo ideado por su madre, la peluquera Nuria Redruello, captó la atención de un agente de modelos que lo subió a la entonces Pasarela Cibeles para desflar para Roberto Verino. Pero esa es solo la primera parte de esta jugada de billar a varias bandas.A los pocos meses, el joven Jon estaba trabajando para Giorgio Armani y John Galliano y posando para Steven Meisel, en Milán o París. Cinco años después, convertido en uno de los modelos masculinos más célebres de todos los tiempos y en el rostro fetiche del diseñador Tom Ford, el texano decidía dar un paso completame­nte insólito y lanzarse a dirigir una película. Haría falta un buen matemático para establecer las probabilid­ades estadístic­as de que todo esto le ocurriera a aquel adolescent­e bilbaíno que soñaba con las películas, pero esa es la rocamboles­ca historia que llevó a Kortajaren­a al cine, con un minúsculo pero notorio papel en Un hombre soltero (2009). “La primera vez que vi a Jon Kortajaren­a a través del objetivo supe que sería un buen actor”, escribía Tom Ford en diciembre de aquel año en un número especial de El País Semanal que distinguía al modelo como uno de los personajes del año. “Le estaba retratando para una campaña. Le di una simple indicación y él transformó inmediatam­ente no solo su silueta, sino también su rostro y el estado de ánimo que proyectaba. La cámara ama a Jon y él es natural. Lo mejor, sin embargo, es su corazón. Es sabio, a pesar de su juventud, leal y un buen amigo con un gran espíritu”. “Todo lo que tuvo que ver con esa película fue muy emocionant­e”, recuerda hoy Kortajaren­a.“Pero, sobre todo, me hizo comprender que tenía que formarme como actor”. Por eso, desde entonces, compaginó las clases de interpreta­ción con el trabajo de modelo y sumó a su flmografía dos películas, Andron (Francesco Cinquemani, 2015) y Acantilado (Helena Taberna, 2016), amén de algunos cortometra­jes. Este 2017, sin embargo, será defnitivo para su carrera actoral. Porque Jon Kortarejna se enfrenta a los dos proyectos más ambiciosos de su vida. Ha pasado buena parte de 2016 rodando en Santander la serie La verdad, que Telecinco tiene previsto estrenar el próximo año. Lo ha alternado con la flmación en Madrid de la película Pieles, de Eduardo Casanova, que también verá la luz en 2017.“No tuve ninguna duda en aceptar el proyecto de Edu [Casanova]. Pero con la serie, me lo pensé. Era un compromiso tan grande que dudaba si podría asumirlo”, dice. La flmación de La verdad, en la que participan actores de tanta experienci­a televisiva como Lydia Bosch (que estuvo cinco años en antena con Médico de familia) o Elena Rivera (que lleva 11 en Cuéntame), tenía previsto terminar el pasado verano, pero se alargó hasta fnal de año. A falta de contemplar su debut como protagonis­ta en este formato, producido por Plano a Plano ( El príncipe, El caso...), solo vale el testimonio del interesado. Que, de hecho, apenas ha comprobado el resultado de tantos meses de trabajo:“He visto tres episodios y, al principio, me criticaba mucho. Luego he ido aparcando mi ego y he tratado de sacar lecciones. Creo que en muchos momentos podría haberlo hecho mejor, pero me sorprendía la velocidad a la que sucedía todo. Eso también es algo con lo que tienes que manejarte. Sé que me queda mucho por aprender.

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