AQUÍ( POR VO UN VI D O Í Y A )
PorMar io Ximéne z
Se ha prometido que no volverá allí, pero a la escritora Elizabeth Gilbert (Connecticut, 1969) un viaje a Luang Prabang le cambió la vida. Fue en agosto de 2006, cuando la autora de Come, reza, ama (Ed. Suma) recorría el norte de Laos con su pareja de entonces y dieron con esta pequeña, húmeda y tranquila ciudad al norte del país. Buscaban un guía turístico que les llevara a las cataratas de Kuang Si, a unos 20 kilómetros de su hotel, cuando una agencia de excursiones les apuntó el contacto de un joven experto en la zona.“Tendría unos 19 años”, recuerda la novelista.“No llevábamos muchos días en Luang Prabang, pero me había obsesionado con aquellas cataratas y quería ir a conocerlas. Cuando llamamos al teléfono que nos dio la agencia, un chico respondió con inglés básico y voz frme. Nos citó al día siguiente y recorrimos aquel paraíso acuático mientras escuchábamos sus historias con atención de críos. Su otro trabajo, cuando no guiaba a turistas, consistía en criar ranas que luego vendía en pequeños cubos de plástico para sobrevivir. Lo más apasionante, sin duda era la visión de negocio con que se describía y proyectaba”, explica. Aquella noche, Gilbert no volvió a su hotel a cenar. Lo hizo junto al joven laosiano en su pequeña vivienda de 20 metros cuadrados, que compartía junto a su mujer, de 17 años, y la madre de esta, que daría a luz a la mañana siguiente.“La casa, con los cuartos separados por simple papel de periódico, era un espacio diminuto donde los únicos lujos eran luz eléctrica, un ventilador y una pantalla de ➤