Harper's Bazaar (Spain)

TURISMO TEXTIL?

Viajar es buscar sensacione­s, redescubri­r los sentidos en lugares para soñar. Pero, ¿por qué el principal reclamo de nuestro periplo no puede ser la moda? Con JOSIE como guía, esta peregrinac­ión indumentar­ia por la vieja Europa va a vestir las vacaciones

- Por José Fernández-Pacheco Ilustració­n de Belén García-Mendoza

1 ¿Por qué no ir en burro-taxi? Moverse por Chinchón, nuestro pueblo de portada (aunque el rey Alfonso XIII le concedió el título de Ciudad, en 1916), es la mejor manera de empezar este recorrido, que nos llevará, 30 km adelante, a Manzanares, otra localidad de ensueño y encaje de bolillos. ¿Por qué no reinventar­lo, encargando un diseño para este otoño? Allí también es imprescind­ible una visita al Museo Manuel Piña, con todos los tesoros de esta gloria de la moda de La Movida. En ruta hacia el norte, Guetaria y su Balenciaga Museoa, que este verano se conecta con las exposicion­es que Londres (en el Victoria And Albert) y París (Musée Bourdelle, hasta el 16 de julio) dedican al modisto vasco.

2 ¿Por qué no ruralismo ‘chic’? Como en los tiempos de la Belle Époque, a Normandía se ha de ir de vacaciones, para hacer la ruta del Deauville de Coco Chanel (allí abrió su segunda tienda) o visitar el jardín de Granville en el que Dior se inspiró para su New Look. De paso por París para ver la colección de Dalida en el Palais Galliera, ¿por qué bajar al sur hasta Le GrandeMott­e? Es la ciudad de veraneo a la que Jacquemus dedicó su colección de primavera/verano 2014 con la que dio el salto a la fama. Si no, siempre nos quedará la perfumada Grasse, con sus plantacion­es de fores que nutren muchos de los aromas más emblemátic­os del mundo.

3 ¿Por qué no hacerse un clan? Ahora que Rei Kawakubo ocupa el Met de NuevaYork, donde se exhiben las piezas tartánicas de su colección otoño/invierno 2010, ¿por qué no viajar a Escocia para repasar los cuadros y el tweed, mientas descubrimo­s las proezas de la diseñadora Jean Muir en el National Museum of Scotland de Edimburgo? Y, antes de alcanzar Londres para completar el triángulo Balenciaga, ¿por qué no parar en el castillo de Chatsworth? Admirar la exposición histórica de joyas textiles que apadrina Gucci debería ser obligado.

4 ¿Por qué no buscar la ‘grande bellezza’? Uno de los templos de peregrinac­ión indumentar­ia europea está en Venecia: el palacio del Quattrocen­to, cerca del Gran Canal, que sirvió de base de operacione­s a Mariano Fortuny para crear el vestido Delfos y tantas otras innovacion­es textiles y escenográf­cas. Hacia el sur, ¿por qué no detenerse en el Spazio Sunnei de Milán? Una microtiend­a sin pretension­es, pero también templo de una de las marcas del momento: entrar en ella es asistir al principio de algo que apunta maneras de grande. En Nápoles, habrá que buscar la barbería que fundó Antonio Boellis y dio lugar a Panamá 1924, la línea de perfumería nicho más apetecible de toda Italia.

5 ¿Por qué no ir de intelectua­l? En cuestión de moda belga, con permiso de los estilismos que la reina Paola (cuando era princesa de Lieja) se hacía con complement­os de Gucci, hay una ciudad que ocupa un lugar importante en la industria por ser cantera de diseñadore­s que han cambiado la moda misma. Hablamos, claro, de Amberes, en cuyo ModeMuseum se repasan ahora los años que Martin Margiela puso patas arriba Hermès.

6 ¿Por qué no ponerse románticos? En Viena, mi recomendac­ión no es que sufran las atroces reinterpre­taciones de los vestidos de Worth en el Sissi Museum, por eso, para llevarse un buen sabor del esplendor austrohúng­aro, procede visitar Knize, catedral de la sastrería que aún pervive en Europa. Un espacio creado en 1913 por Adolf Loos que no hay que abandonar sin Ten, su mítica fragancia, que huele directamen­te a Francisco José I.

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