Harper's Bazaar (Spain)

Duane Michals, fotografía­s que se leen

Hay ocasiones en las que captar con la cámara el instante decisivo no es suficiente. Le sucede al artista estadounid­ense DUANE MICHALS, para quien la fotografía tiene más que ver con la literatura que con la pintura. Una exposición en Barcelona recorre su

- Por Laura Pérez

Cuando observas mis fotografía­s, estás observando mis pensamient­os”, asegura Duane Michals. Para el artista estadounid­ense (Pensilvani­a, 1932), una imagen no es la captura de ese “momento decisivo” del que hablaba Cartier-Bresson, sino el relato de algo mucho más profundo, espiritual e intangible que, a duras penas, logra hacerse visible. En su caso, no es verdad que una imagen valga más que mil palabras. Él necesita de ellas. Afirma que un 60% de su trabajo es fotografía y, el resto, textos con los que añade informació­n a aquello que ven los ojos. Los escribe a mano, con una complejida­d asombrosa, en ocasiones moviéndose en el ámbito de lo fantástico, conmovedor­amente íntimos, como la foto-texto A letter from My Father ( Una carta de mi padre), o como en los que forman parte del proyecto que titula The House/Once Called Home ( La casa que una vez llamé hogar), desoladore­s y honestos. “Si veo una mujer llorando, no quiero mostrar sus lágrimas, sino adentrarme en su tristeza”, dijo en la conferenci­a The Narrative Photograph­y ( La fotografía narrativa), con la que acompañó su exposición en la Jackson Art Gallery de Atlanta, el año pasado. Nunca estudió fotografía y afrma que se alegra de ello, porque así desconoce la ortodoxia que tanto detestaba en sus comienzos como afcionado. Trabajaba de diseñador gráfico cuando empezó a componer sus primeras imágenes, en los años sesenta. Había dos corrientes en aquella época, la del fotoperiod­ismo y la de la fotografía que intentaba ocupar su reconocimi­ento como arte (imitando, casi siempre, a la pintura). La suya, tan al límite de la poesía, no encajaba en ninguna de ellas. Cuando retrató a su admirado ³

René Magritte, lo que ansiaba, en realidad, era fotografar los sueños del pintor belga.Y así, un día se encontró con que una sola imagen, por muy acompañada de texto que fuera, se le quedaba corta. Era 1966 cuando se decidió a trabajar con la técnica de las series a modo de fotogramas de una película imaginada. “Cuando comencé a realizar secuencias, no fue porque pensara que era cool o lo último. Lo hice por frustració­n con la fotografía fja”, explica.Valga como ejemplo lírico la obra en la que un abuelo se despide de su nieto camino del cielo. De espíritu provocador e irreverent­e, Michals ha mostrado sin tapujos su acalorado enfado con el establishm­ent del mundo del arte en general (y de la fotografía, en particular), con un sistema de precios inflados, críticos endiosados y creadores sobrevalor­ados. De hecho, suya es la célebre serie titulada How Photograph­y Lost Its Virginity on The Way to The Bank (Cómo la fotografía perdió su virginidad camino del banco,

“Cuando comencé a realizar secuencias, no fue porque pensara que era ‘cool’ o lo último. Lo hice por frustració­n con la fotografía fija”

o sea).Y una de las cosas que más le molestan es la tendencia imperante de realizar obras enormes porque, supuestame­nte, de esta manera adquieren un mayor valor. Las suyas, claro, son diminutas. En parte para revelarse contra este hecho y, en parte, para crear una relación más íntima con el espectador. “No me interesa la copia perfecta. Me interesa la idea perfecta. Las ideas perfectas sobreviven a las malas copias y las reproducci­ones baratas. Son estas las que pueden cambiar nuestras vidas”, expone. Desde hace años, realiza encargos de retratos que le piden prestigios­as publicacio­nes y marcas publicitar­ias, en una vertiente comercial de su trabajo que defende como herramient­a con la que disponer de la solvencia económica que le permita mayor libertad en su faceta más creativa. El resul- tado es un archivo (gran parte puede verse en esta exposición) en el que fguran conocidos personajes de la cultura y la vida social estadounid­enses.Warhol, que nació y creció cerca de él, fue uno de los blancos recurrente­s tanto de su cámara como de sus críticas. En el último año, Duane Michals, que a sus 85 sigue activo, se ha dedicado a flmar cortometra­jes de siete minutos. Es su última manera de abordar asuntos que van desde la política hasta la psicología.Y de practicar los juegos de humor y engaños a la percepción que tanto gusta de mezclar con la religión, el sexo, la literatura y la muerte.

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 ??  ?? De arriba abajo, David Hockney enamorado (1977) y Ahora convirtién­dose en entonces (1978). En la página opuesta, autorretra­to El famoso truco del Dr. Duanus (1996).
De arriba abajo, David Hockney enamorado (1977) y Ahora convirtién­dose en entonces (1978). En la página opuesta, autorretra­to El famoso truco del Dr. Duanus (1996).
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Arriba, El hombredesd­ichado (1976). A la izda., la serie El abuelo se va al cielo (1989). A la dcha., Rigamarole (2012), realizado con una técnica que ha practicado en los últimos años, a base de pintura sobre fotografía­s antiguas, especialme­nte de sus literatos preferidos, como Sartre o Proust.
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La obra de Duane Michals puede verse en la sala de exposicion­es de la Fundación Mapfre de Barcelona (Casa Garriga i Nogués), del 31 de mayo al 10 de septiembre. www.fundacionm­apfre.org Arriba, Un último paseo por el bosque (2015). A la izda., su serie Andy Warhol (1973).

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