Harper's Bazaar (Spain)

D ECO S M O P M R A A V S

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- Por Carlos F. Lahoz

EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS del siglo XX comenzó a producirse un éxodo de la actividad comercial desde los centros urbanos tradiciona­les hacia las periferias que, con el tiempo, implicaría graves consecuenc­ias para el corazón de las ciudades.A medida que el uso del automóvil y la televisión imponían los modelos de consumo norteameri­canos surgían centros comerciale­s por todo el extrarradi­o.Al mismo tiempo, gran parte de los mercados y tiendas tradiciona­les desaparecí­an de los distritos centrales y, con ellos, tantos atributos positivos que llevaban aparejados. Es una realidad contrastad­a que el comercio de calle es uno de los elementos clave para la existencia de la vida pública. Las tiendas generan la actividad económica, asientan a la población local y contribuye­n al mantenimie­nto de los edifcios.También atraen público, y con él, más seguridad, diversidad y riqueza. Por estos motivos, la desaparici­ón del comercio tradiciona­l se tradujo en la degradació­n de las áreas del centro.Además, a esto hay que añadir los efectos de la compra online, que supone una enorme competenci­a para los pequeños negocios de venta especializ­ada. Sin embargo, cuando todo apuntaba a la extinción defnitiva de los comercios clásicos, en los últimos tiempos están cambiando las cosas.A Zara, H&M, Primark y otras frmas de moda les han seguido, sorprenden­temente, otras muchas, antes relegadas a los grandes parques comerciale­s como Carrefour, Media Markt, Decathlon o Ikea. Incluso Amazon se suma a la tendencia situando en el centro sus primeras tiendas físicas. ¿Por qué cuando el comercio de calle parecía condenado a desaparece­r, se está produciend­o este fenómeno? Existen diferentes argumentos. Por un lado, el tiempo, con un nuevo perfl de comprador que lo valora y que no quiere desplazars­e hasta la periferia. Por otro, una mayor disponibil­idad de locales que surgen en lo que antiguamen­te fueron cines o teatros.También existe un componente sensorial, porque muchos necesitamo­s el contacto directo con aquello que vamos a comprar, aunque luego lo acabemos haciendo por Internet.Y, fnalmente, hay algo emocional en el acto de comprar. Frente a lo repetitivo y anodino del centro comercial, un ambiente artifcial y predecible o lo solitario y banal de la compra por Internet, la ciudad se presenta como una fuente inagotable de estímulos, auténticos y continuame­nte renovados, que nos ofrece una experienci­a única cada vez. Este infujo de vitalidad humana y económica resulta positivo y ayuda a regenerar zonas de la ciudad que consideráb­amos perdidas. Solo hay que ver la Gran Vía madrileña o la Puerta del Ángel en Barcelona. Pero... cuidado. Convertir el centro de la ciudad en un gran mall puede dar al traste con todo lo conseguido. La clave para impedirlo, una vez más, estará en el diálogo y la búsqueda de la heterogene­idad y la fexibilida­d, y de soluciones innovadora­s junto con una regulación clara, ágil y sencilla.

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