D ECO S M O P M R A A V S
Erien ciaderecorrerla ciudad exp visit la and ará o ab sus ac tie ás nd m as ja . ro Un pe ex , et pe rn rt te o In en r la po m ’ ng at i er pp ia ho ex ‘s p el li ta ca us p g o r os q N u é.
EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS del siglo XX comenzó a producirse un éxodo de la actividad comercial desde los centros urbanos tradicionales hacia las periferias que, con el tiempo, implicaría graves consecuencias para el corazón de las ciudades.A medida que el uso del automóvil y la televisión imponían los modelos de consumo norteamericanos surgían centros comerciales por todo el extrarradio.Al mismo tiempo, gran parte de los mercados y tiendas tradicionales desaparecían de los distritos centrales y, con ellos, tantos atributos positivos que llevaban aparejados. Es una realidad contrastada que el comercio de calle es uno de los elementos clave para la existencia de la vida pública. Las tiendas generan la actividad económica, asientan a la población local y contribuyen al mantenimiento de los edifcios.También atraen público, y con él, más seguridad, diversidad y riqueza. Por estos motivos, la desaparición del comercio tradicional se tradujo en la degradación de las áreas del centro.Además, a esto hay que añadir los efectos de la compra online, que supone una enorme competencia para los pequeños negocios de venta especializada. Sin embargo, cuando todo apuntaba a la extinción defnitiva de los comercios clásicos, en los últimos tiempos están cambiando las cosas.A Zara, H&M, Primark y otras frmas de moda les han seguido, sorprendentemente, otras muchas, antes relegadas a los grandes parques comerciales como Carrefour, Media Markt, Decathlon o Ikea. Incluso Amazon se suma a la tendencia situando en el centro sus primeras tiendas físicas. ¿Por qué cuando el comercio de calle parecía condenado a desaparecer, se está produciendo este fenómeno? Existen diferentes argumentos. Por un lado, el tiempo, con un nuevo perfl de comprador que lo valora y que no quiere desplazarse hasta la periferia. Por otro, una mayor disponibilidad de locales que surgen en lo que antiguamente fueron cines o teatros.También existe un componente sensorial, porque muchos necesitamos el contacto directo con aquello que vamos a comprar, aunque luego lo acabemos haciendo por Internet.Y, fnalmente, hay algo emocional en el acto de comprar. Frente a lo repetitivo y anodino del centro comercial, un ambiente artifcial y predecible o lo solitario y banal de la compra por Internet, la ciudad se presenta como una fuente inagotable de estímulos, auténticos y continuamente renovados, que nos ofrece una experiencia única cada vez. Este infujo de vitalidad humana y económica resulta positivo y ayuda a regenerar zonas de la ciudad que considerábamos perdidas. Solo hay que ver la Gran Vía madrileña o la Puerta del Ángel en Barcelona. Pero... cuidado. Convertir el centro de la ciudad en un gran mall puede dar al traste con todo lo conseguido. La clave para impedirlo, una vez más, estará en el diálogo y la búsqueda de la heterogeneidad y la fexibilidad, y de soluciones innovadoras junto con una regulación clara, ágil y sencilla.