Harper's Bazaar (Spain)

EL (RE)NACIMIENTO DE UNA NACIÓN

Envuelta en una espiral de violencia durante años, COLOMBIA muestra hoy orgullosa sus encantos y se revela como el gran tesoro por descubrir donde el pasado colonial, el Caribe, los paisajes asombrosos y las grandes urbes, conviven .

- Por Laura Pérez

DURANTE MUCHOS AÑOS los turistas evitaron Colombia, envuelta en una espiral de violencia generada por confuencia de la guerrilla y el narcotráfc­o. Hoy, con las FARC ofcialment­e desarmadas y un proceso de paz no exento de difcultade­s, pero exitoso, el país vive una nueva era, al tiempo que disfruta de una de las economías más boyantes del continente latinoamer­icano. Los visitantes llegan de aquí y allá, especialme­nte de Europa y Estados Unidos, y el colombiano, orgulloso de su país y deseoso de compartir la belleza de una tierra que, hasta hace no mucho tiempo asustaba al viajero, son puro entusiasmo y hospitalid­ad. Cada uno de ellos, da lo mejor de sí para que la experienci­a sea enriqueced­ora, divertida (mucho) y, en última instancia, inolvidabl­e. La antes terrible Medellín es ahora una ciudad inspirador­a, ejemplar en su regeneraci­ón y en sus políticas de rehabilita­ción de los barrios marginales. En Comuna 13, en el pasado una favela encaramada en las imponentes colinas que rodean la ciudad, los habitantes se acercan para contar cómo se ha transforma­do su barrio y el Metrocable, un sofsticado teleférico que lo comu-

nica con el centro de la ciudad, se ha convertido no sólo en una herramient­a de integració­n de sus habitantes, sino en un atractivo turístico por sus privilegia­das vistas desde las alturas. Los chavales del barrio muestran con orgullo sus graftis que han ayudado a cambiar el aspecto y ambiente de las calles. Entre las actividade­s que ofrece la ciudad no deja de sorprender una serie de rutas guiadas que siguen las huellas de Pablo Escobar (la serie Narcos ha creado muchos adeptos al personaje, lo que, a menudo, no hace demasiada gracias a los nativos).Algunos tours incluso proponen conocer al hermano del trafcante o a su antiguo jardinero, que vive en la región antioqueña que rodea la ciudad, con un paisaje que puede parecer una mezcla entre Suiza y la campiña inglesa. Hernán, este caballero en cuestión, espera ansioso sus audiencias, muestra orgulloso su casa, los utensilios propios del campesino paisa (como se denomina a los habitantes de la zona) y hasta las fotos amarillent­as de sus viejos amores y la pistola guardada en el tradiciona­l bolso de cuero. ¿Escobar? “Era un buen hombre que regalaba globos a los niños y fue maltratado por el Gobierno”. Upsss... Las caras de algunos presentes demuestran no estar demasiado de acuerdo. También la capital, Bogotá, rodeada de montañas que superan los 3.000 metros, es hoy una vibrante urbe con moder nísimas tiendas, hoteles, restaurant­es y bares. Además, está considerad­a un referente en asuntos de urbanismo y movilidad sostenible, en gran medida por su extenso carril bici que atraviesa gran parte de la ciudad. Resulta fascinante perderse por el distrito colonial de Candelaria, disfrutar el Art Decó de San Felipe o el Museo del Oro. Cerca de aquí, en la laguna de Guatavita, nació el mito de El Dorado, cuando los españoles escucharon hablar de unas aguas de las que los indígenas del pueblo Muisca salían bañados en este metal (en realidad entraban ya cubiertos de él en un peculiar rito iniciático). Pero, si de ciudades hablamos, tal vez ninguna pueda superar a Cartagena de Indias, una joya colonial declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Durante siglos fue el principal puerto de salida de las mercancías que viajaban desde el continente ➤

La serie ‘Narcos’ ha creado tanta afición por Pablo Escobar que en Medellín se organizan rutas sobre él, lo que no siempre gusta a los locales.

recién descubiert­o hasta España. Un tesoro demasiado goloso para ingleses y piratas de aquí y allá, que se convirtier­on en un peligro constante que obligó a construir una imponente muralla hoy impecablem­ente conservada. Ricos palacetes de piedra con portones de madera son hoy exquisitos hoteles boutique o deliciosos restaurant­es. Por los jardines y patios interiores de las mansiones bulle una vegetación exuberante que templa el calor sofocante. ¡Estamos en el Caribe, amigo!A lo largo de toda la franja costeña no dejarás de percibirlo. Las cercanas Islas del Rosario, a un pequeño trayecto en barco desde Cartagena, ponen a tus pies playas paradisíac­as, y la localidad de Santa Marta, segunda ciudad más antigua de las que se conservan en el Nuevo Mundo o la festiva Barranquil­la son pura salsa, vallenato y alma costeña. Aquí quien no baile, mejor que se quede en casa. Por no hablar del parque del Tayrona, viajando hacia el este, un paraíso donde la selva termina en playas de arena blanca bañadas por aguas cristalina­s. (“Cuando mi Piqué vea el Tayrona no querrá volver a Barcelona” ¿se lo has escuchado cantar a Shakira? Pues no le falta razón). Cualquier lugar a lo largo de La Guajira, como el pequeño, pero cada vez más de moda, pueblo de Palomino, despiertan los deseos de quedarse para no volver. De hecho, cuando hace unos años Colombia empezaba tímidament­e a intentar promociona­rse como destino turístico tras años de conficto armado, creó el eslogan “El riesgo es que te quieras quedar”. Bien lo sabían ellos. Lo más fascinante de Colombia resulta, sin duda, su diversidad de paisajes, de acentos, de gentes, que responde a una caprichosa geografía. Aquí es donde los Andes se dividen en tres cordillera­s, con tal diversidad de alturas que cualquier tipo de fruta puede crecer aquí. Dicen que existen, de hecho, 370 variedades. Aquí es posible probar algo parecido a un tomate con sabor a mango, un especie de higo que sabe a pera, mandarinas que saben a lima, guanabanas, lulos, uchuvas, curubas, frutas de la pasión...Y plátano, mucho plátano, que es uno de los pilares de su gastronomí­a, ya sea frito, en sus omnipresen­tes patacones, en puré o en diferentes guarnicion­es. En el eje cafetero, donde los hombres todavía acuden al bar a lomos de su caballo, cubiertos por un poncho y un sombrero de ala ancha, te puedes perder en bosques envueltos en niebla o en el

majestuoso valle de Cocora, donde crecen las palmeras de cera, que alcanzan hasta los 60 metros de altura. No te marches sin tomar un café (un tinto, lo llaman ellos), en alguno de sus pueblecito­s multicolor, ya sea Armenia o Salento. Eso sí, no esperes nada parecido a un expreso.Aquí se toma infusionad­o con abundante agua, por lo que necesitará­s más de uno para despertart­e. Casi una cuarta parte de Colombia está cubierta por el Amazonas, pero en su territorio se encuentran también desiertos como el de Tatacoa, de rojas arenas y enomes cactus candelabro, o las inmensas praderas de los Llanos. Es esta multitud de paisajes la que explica por qué el país tiene más especies de pájaros que cualquier otro del mundo, por delante de Perú y Brasil. También es el país de las mariposas, como esas color amarillo que revoloteab­an en el aire de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad. Cualquiera que haya leído al Nobel, ya sea en La Hojarasca, El otoño del patriarca o El coronel no tiene quien le escriba, se habrá hecho una idea de la cocina del país, de sus ajiacos y sancochos (densas sopas a base de patatas y gallina que parece imposible que se puedan tomar bajo el sol de Aracataca, en pleno Caribe, donde él nació), sus arepas que acompañan cada plato, o sus guisos de carnes y pescados. Dicen algunos expertos que la gastronomí­a colombiana promete ser el próximo fenómeno entre la alta cocina. Al tiempo. Algunos chefs, que ponen en valor la tradición local tras haberse formado fuera, como Jorge Rausch, Harry Sasson o Leonor Espinosa, ya resuenan internacio­nalmente. De lo que no parece haber duda es de que Colombia, tras años paralizada por la violencia, reluce mostrando su deslumbran­te belleza. Corre, ve ahora, antes de que lleguen todos. No te arrepentir­ás.

En los coloridos pueblos del eje cafetero, los rancheros todavía se mueven a caballo, cubiertos por un poncho y un sombrero de ala ancha .

 ??  ?? El desierto de Tatacoa (arriba) es uno de los paisajes más imponentes del país. A la izda., bolsos tradiciona­les tejidos a mano en la región de La Guajira, célebre por su variedad de aves.
El desierto de Tatacoa (arriba) es uno de los paisajes más imponentes del país. A la izda., bolsos tradiciona­les tejidos a mano en la región de La Guajira, célebre por su variedad de aves.
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 ??  ?? El pequeño pueblo de Palomino, en La Guajira, se ha convertido en tiempo récord en el lugar de moda para una escapada a la playa con un espíritu hippy que se funde con la esencia más autóctona. El Makao Hostel, en plena playa, es prueba de ello.
El pequeño pueblo de Palomino, en La Guajira, se ha convertido en tiempo récord en el lugar de moda para una escapada a la playa con un espíritu hippy que se funde con la esencia más autóctona. El Makao Hostel, en plena playa, es prueba de ello.
 ??  ?? A la izda., calle de Cartagena de Indias y hotel San Agustín (abajo), en esta ciudad. A la dcha., la isla de San Andrés y cúpula de la Catedral de Cartagena. Abajo, a la izda., desfile de la cada vez más relevante pasarela Colombia Moda y selección de...
A la izda., calle de Cartagena de Indias y hotel San Agustín (abajo), en esta ciudad. A la dcha., la isla de San Andrés y cúpula de la Catedral de Cartagena. Abajo, a la izda., desfile de la cada vez más relevante pasarela Colombia Moda y selección de...
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 ??  ?? Arriba, Plaza de los Coches, el primer lugar que encuentra el visitante que llega a Cartagena de Indias, con el conocido como Portal de los Dulces, donde se venden multitud de postres artesanale­s locales. A la dcha., palmeras de cera en el valle de...
Arriba, Plaza de los Coches, el primer lugar que encuentra el visitante que llega a Cartagena de Indias, con el conocido como Portal de los Dulces, donde se venden multitud de postres artesanale­s locales. A la dcha., palmeras de cera en el valle de...
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 ??  ?? El hotel El Candil de los Santos, en una majestuosa casa colonial en la ciudad amurallada de Cartagena de Indias, irradia hospitalid­ad caribeña y ofrece actividade­s como avistamien­tos de aves al atardecer, buceo o deliciosas cenas criollas a la antigua.
El hotel El Candil de los Santos, en una majestuosa casa colonial en la ciudad amurallada de Cartagena de Indias, irradia hospitalid­ad caribeña y ofrece actividade­s como avistamien­tos de aves al atardecer, buceo o deliciosas cenas criollas a la antigua.

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