EL PODER Y LA GLORIA
Fueron valientes, rebeldes y profundamente incomprendidas. Las artistas que abrazaron el surrealismo vieron cómo sus propios compañeros las relegaban al silencio. Una exposición recupera su memoria y coloca su obra en el lugar donde siempre debió estar.
“NO ES FÁCIL SER un joven artista. Más difícil todavía lo es, siempre todavía, para una artista mujer”. Así lamentaba la fotógrafa –y muchas cosas más– Meret Oppenheim (1913-1985) la lucha que tuvo que mantener a lo largo de su vida para llegar a ser tomada en serio, no sólo por el público, sino por sus propios compañeros.Y eso que los supo elegir muy bien, al menos a priori. En los años veinte del pasado siglo, se acercó a ese grupo de hombres tremendamente creativos, inteligentes y contestatarios que formaron el movimiento surrealista. Ellos eran lo opuesto a personas convencionales que aceptaban las rigideces de la época.Al contrario, entre sus inquietudes estaba cuestionar casi todo, explorar lo que subyacía bajo lo evidente, romper moldes y proclamar la libertad como lo más valioso del ser humano. Aún así, ya al fnal de su vida, no le quedó más remedio que preguntarse: “cómo se explica que todavía siga habiendo hombres, incluso jóvenes, que niegan con rotundidad a las mujeres el espíritu creador?”. Lo decía en el discurso que pronunció en 1974, en Basilea, al recibir un prestigioso premio en esta ciudad suiza. “La libertad no se le da a nadie, se tiene que tomar”, sentenció. Bien lo sabía ella, y otras muchas que tuvieron que tomarla por asalto, con terribles consecuencias en algunos casos. Fueron luchadoras, rebeldes y tremendamente incomprendidas, no sólo por una sociedad rígidamente patriarcal, sino por ese grupo de hombres que primero les permitió acercarse a su círculo y después, les enseñó que serían bienvenidas si permanecían calladas. La leyenda de la época cuenta que únicamente Simone Breton, primera esposa del considerado creador del movimiento surrealista,André Breton, osaba tomar la palabra en sus reuniones. El primer manifesto surrealista, publicado por éste en 1924, mostraba una nueva vanguardia renovadora y provocadora, que ponía en valor a una mujer inconformista, que reclamaba su individualidad, el disfrute de su cuerpo y el acceso a derechos sociales como el voto o el trabajo. Sin embargo, acabaron revelándose tan machistas (o casi), como el resto de esa sociedad reaccionaria que trataban de combatir. El Museo Picasso de Málaga dedica ahora una exposición a este grupo de artistas. (Es loable el trabajo de esta institución por saldar cuentas con la historia que sistemáticamente ha condenado al olvido a las mujeres artistas). La muestra no podía llevar mejor título: Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo y está comisariada por el catedrático en Estética y Teoría del las Artes, José Jiménez. Con él, hablamos para aportar algunas claves. “El surrealismo empieza con un grupo de escritores, al que después van llegando otros artistas plásticos, donde son todo varones. Pero lo que hace del surrealismo algo más que un movimiento literario y artístico es la reivindicación de la libertad de todos los seres humanos contra todo tipo de censuras, ya sean de carácter moral o racional. En ese ambiente, se mueve un grupo de mujeres, que participa más o menos marginalmente. Son amigas, compañeras, esposas... Es un entorno más abierto que en otras vanguardias y es el primer momento en el arte en el que coinciden un número tan importante de autoras que se revelan como creadoras de gran calidad. No es algo que se les conceda gratuitamente, se lo ganan a pulso. Es importante aclarar que no estaban estrictamente dentro del movimiento, pero sí se movían en su entorno”, explica. Eran años de sufragismo, de las primeras feministas, del triunfo de la revolución rusa...“El surrealismo es una demanda plena de libertad. Las restricciones sociales que relegan a la mujer a ser madre y esposa no podían servirles a mujeres con una gran capacidad intelectual.Todas ellas tienen en común una fuerza creativa muy intensa y una actitud de no aceptación de todo aquello que signifque sumisión”, añade el catedrático. Poco a ³
G uapas sí, inteligentes no. Objetos de deseo sí, sujetos pensantes no, parecía ser la consigna masculina T enaces, valientes y transgresoras, sufrieron, a menudo, las consecuencias de su osadía
Frida Kahlo, Dora Maar, Remedios Varo, Maruja Mallo, Lee Miller... Su obra no se reconoció hasta los años sesenta, pero todas han sido fuente de inspiración para tantas mujeres artistas que han venido después.
poco, se fueron convirtiendo en amantes, musas, iconos de esa belleza clásica que representa la adolescente perpetua o el eterno femenino. Sin embargo, jamás se les permitió llegar a más.“Guapas sí, inteligentes no. Objetos de deseo sí, sujetos pensantes, no”. Muchas quedaron eclipsadas por sus propias parejas y se vieron, a menudo, maltratadas y atrapadas en relaciones profundamente destructivas. Es tristemente célebre el caso de la pintora y escritora inglesa, Leonora Carrington, que viajó a España para tratar de conseguir un salvoconducto que salvara a su compañero, Max Ernst, apresado por los nazis. Acabó encerrada en un psiquiátrico, donde se le aplicaron terribles tratamientos que le dejaron secuelas de por vida. Lo superó gracias a su inteligencia y al poder terapéutico de su arte. Años más tarde, ya en la década de los setenta, declararía en una entrevista:“Hemos sido discriminadas, como los judíos, como los negros, como los cerdos, y me parece maravilloso que ahora eso se empiece a cuestionar. ¿Por qué éramos consideradas seres inferiores?”.También acabó sus días en una clínica Léona Delcourt, como se llamaba realmente la inspiradora del texto Nadja (1928) un pilar fundamental para la vanguardia escrito por André Breton, que la sometió
a un paralizador abandono y desprecio. Sin olvidar a la fotógrafa Lee Miller, quien jugó un papel mucho más importante en la obra de Man Ray de lo que él nunca estuvo dispuesto a admitir. Muchas de las instantáneas míticas atribuidas a él fueron, en realidad, obra suya, según se ha desvelado después. Mientras, la cineasta Germaine Dulac tuvo que ver cómo Luis Buñuel pasaba a la historia como el autor de la primera película surrealista, Un perro andaluz (1929), cuando, en realidad, había sido ella un año antes. Ese flme, La concha y el reverendo (1928), que se puede ver en la exposición, fue boicoteada por el propio André Breton, quien organizó un escándalo la noche del estreno insultándola a gritos por una multitud que la llamaba “vaca”. Al año siguiente, flmaría otra película de título revelador: Las que se hacen a sí mismas (1929).“Ese tipo de cosas no te las puedes creer viniendo de gente con una cultura realmente notoria. Era el ambiente que se vivía en 1924 y hasta después de la segunda Guerra Mundial. Da idea de una mujer como objeto a dominar. Estate callada, estate quieta”, afrma el comisario. “Eran transgresoras y en casi todas hay momentos de inestabilidad y gran dureza, que tienen que esforzarse en superar y salir adelante”, añade. Sin embargo, el ejemplo de estas mujeres ha inspirado a artistas que han venido después. Fue Peggy Guggenheim la primera que organizó una exposición para reivindicar su trabajo en su galería de NuevaYork, en 1943. La llamó Exposición de 31 mujeres y la hizo a instancias de su amigo Marcel Duchamp, de quien el misógino Breton dijo que era el hombre más inteligente que había conocido. En la que organiza el Museo Picasso de Málaga, están presentes 18 de ellas: las españolas Remedios Varo y Maruja Mallo, Frida Kahlo, Dora Maar, Leonor Fini, Unica Zürn... “Podrían ser muchas más”, afrma su responsable. “Quería dejar de manifesto cómo la producción artística de estas mujeres es sumamente importante para todo lo que viene después.A partir de los años setenta, empiezan a recuperarse sus obras y a apreciar su impacto en nuestro tiempo. La presencia de mujeres artistas. en estos momentos es mucho más intensa, aunque todavía no está en el plano de plena igualdad que sería lógico.Aún así, lo que pasó en ese ambiente y lo que estas mujeres desencadenaron es un fenómeno fundamental en la historia del siglo veinte y veintiuno.