LAS COSTURAS DE SOROLLA
El pintor de la luz del Mediterráneo fue un apasionado de la moda y un certero cronista de las tendencias de su época. Una exposición homenajea a este pionero ‘fashionista’.
Joaquín Sorolla era a principios del siglo XX uno de los artistas más solicitados por la alta sociedad española. En 1906, la galería parisina Georges Petit le había dedicado una exposición individual y en 1909, The New York Times hablaba de él como del autor español de una serie de «retratos graves y resplandecientes». Pese a que la mayor parte de su obra que más ha trascendido refleja el costumbrismo levantino de la época, fue un hombre audaz y cosmopolita, viajero habitual a las ciudades más efervescentes del momento. Allí quedó fascinado por la moda, ese fenómeno que empezaba a surgir con fuerza como refejo de una modernidad hasta entonces desconocida y se manifestó tremendamente sensible a este fenómeno, precursor de una emergente sociedad de consumo y una cierta democratización del lujo. Esa fascinación por la indumentaria la plasmó en sus cuadros, significativos cronistas de la sociedad burguesa de la época y la transmitió a su mujer y su hija, musas de gran parte de su pintura. En aquel París de la Belle Époque, epicentro de la modernidad internacional, empezaba a emerger una industria ligada al vestir donde
surgieron modistos comoWorth, el inventor de la alta costura francesa y el primero en colocar su nombre en la etiqueta de una prenda, Paul Poiret, que suprimió el corsé en 1908, Jeanne Lanvin o Mariano Fortuny y Madrazo. «Esto llamaba extremadamente la atención de Sorolla, a quien sorprendía la libertad con la que vestían las mujeres en la capital francesa. Visitaba los cafés y sobre los menús dibujaba bocetos de las prendas y accesorios que le sorprendían. Además, existe una voluminosa correspondencia entre él y su esposa, Clotilde, a quien hablaba de aquella manera tan sofisticada de vestir de las parisinas, de los sombreros con plumas, los escotes o los diferentes estilismos que vestían para cada ocasión», explica Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición Sorolla y la moda que organiza el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. «Quienes visiten esta muestra van a descubrir cómo era un momento de cambio en la moda tan importante como el que se pudo producir en los años sesenta, con diseñadores como Courrèges y Rabanne, o el gran cambio que vivimos actualmente con grandes pasarelas creadas por marcas de lujo como Givenchy o Balenciaga.Van a comprobar que el nuevo diseñador de Schiaparelli no resulta tan moderno como lo fueWorth o Poiret y que RiccardoTisci no parece tan innovador como lo fue Fortuny y Madrazo en su momento», continúa. El modisto granadino había creado en 1909 su célebre vestido Delphos y aquel mismo año Sorolla le compró uno a su hija Elena, que entonces tenía 14 años. «Regalar una túnica tan provocadora, algo tan distinto a lo que las señoras lucían hasta entonces y que se llevaba sin ropa interior demuestra lo moderno que era el pintor», añade Martínez de la Pera. Se estaba pasando entonces de una vestimenta rígida y encorsetada a un estilo acorde con los cambios que demandaba la mujer, más libre, empoderada y sexy, inspirada por figuras como la bailarina Isadora Duncan o la cupletista Raquel Meller. Gracias a las nuevas revistas de moda (Harper’s Baza ar nació en 1867) se extendió a otras ciudades como Londres, Washington, Barcelona y
«El nuevo diseñador de Schiaparelli no es tan moderno como Worth o Poiret, ni Riccardo Tisci tan innovador como lo fue Fortuny y Madrazo en su momento» ELOY MARTÍNEZ DE LA PERA
Madrid. Fue también la época en la que nació el llamado veraneo elegante, como nueva forma de ocio de la burguesía que empezaba a acudir a las ciudades de costa. Sorolla, retratista por excelencia de la luz y el Mediterráneo, plasmó con minuciosidad esos estilismos exquisitamente creados para aquel nuevo estilo de vida: bordados blancos, tejidos ligeros, sombrillas, sombreros… Cada detalle estaba concienzudamente escogido para esa actividad, germen de los spas y los resorts de lujo de hoy. Las actuales colecciones crucero de las pasarelas, pensadas para unas vacaciones fuera de temporada, tienen también mucho que ver con esto. «El veraneo elegante es un momento muy importante en la historia de la moda porque se descubren los baños y las playas maravillosas a las que ir a darse los barros. Se ponen de moda destinos como Biarritz o San Juan de Luz,donde acudía la alta sociedad impecablemente vestida, tanto de día como de tarde o de noche. Aquí cobran gran importancia los accesorios y en la exposición veremos varios vestidos con trabajos de pasamanería maravillosos que vienen del Palais Galliera, el Museo de Artes Decorativas de París o el Victoria & Albert», afirma el comisario. La muestra se divide en dos sedes, el Museo Sorolla y el Museo NacionalThyssen-Bornemisza,y reúne 65 pinturas, la mayor parte retratos nunca antes expuestos, procedentes del Metropolitan de NuevaYork, la Hispanic Society of America, museos en San Diego, La Habana o Buenos Aires y de colecciones privadas. Con ellas dialogan 55 prendas, provenientes también de diferentes instituciones y particulares. La conservadora del Thyssen-Bornemisza, Marie-Sophie Carron de la Carrière, lo explica así: «Sorolla pinta los vestidos con una exactitud que nos permite establecer hoy significativas correspondencias entre los cuadros y las prendas [...]. Sabe interpretar la moda con su singular talento, su gusto por la precisión y el interés por la luz que caracterizan su obra».