Harper's Bazaar (Spain)

Anna Mouglalis, en manos de Karl Lagerfeld

‘Enfant terrible’ del cine independie­nte francés, actriz de carácter y musa de Karl Lagerfeld para Chanel, ANNA MOUGLALIS se descubre para hablar de la tiranía del deseo en el séptimo arte, de Almodóvar y de cómo se negó a caer en los brazos de Harvey Wei

- Por Alberto Pinte–o Fotograf’a de Andoni & Arantxa Estilismo de Barbara Baumel

Dijo el káiser Karl de ella: «Tiene la voz de Jeanne Moreau, la fuerza de Anna Magnani y la presencia de Ava Gardner». Poco más tuvo que añadir. Lagerfeld, con esta declaració­n, le hacía el regalo de su vida a la actriz Anna Mouglalis (Nantes, Francia, 1978) convirtién­dola en su musa y en la de la casa que Gabrielle Bonheur Chanel fundara allá por 1909. Después de Inès de la Fressange y Carole Bouquet, Mouglalis conseguía el contrato más importante como embajadora de la maison francesa. Un idilio que comenzó hace dieciséis años, cuando Karl Lagerfeld la descubrió a través de un editorial de cine y moda en una publicació­n francesa. «Yo trabajaba al principio como modelo, pero lo detestaba. No era para nada mi rollo. Las sesiones de fotos eran un coñazo, sentía cómo mi vida se escapaba.Tenía la impresión de que todo era un espejismo, que estaba muerta y solo quería que se acabara cuanto antes. Cuando conocí a Karl todo fue diferente, no porque hiciera que me sintiera la mujer más guapa del mundo, sino porque cada sesión de fotos con él era toda una experienci­a. Si íbamos a su estudio me llevaba a su librería donde me enseñaba manuscrito­s y libros de arte griego, hablábamos de literatura, de cine mudo, de poesía… Era algo muy singular, una suerte única», rememora Anna mientras, ávida, le da la última calada a su cigarrillo. Son algo más de las nueve y media de la mañana en París, chispea fuera y el estudio de fotografía se ha convertido casi en una de esas smoking rooms donde el humo crea un ambiente cinematogr­áfco. Mouglalis no es de esas bellezas al uso, pero sus angulosos rasgos y su voz quebrada y grave –gravísima– le imprimen una atractiva personalid­ad. Esa voz hizo que con solo 18 años le ofrecieran ya papeles de mujeres de 40 con autoridad.Anna, en cada respuesta, clava su mirada en ti y deja poco margen de maniobra.Tiene las ideas claras, muy claras. En cierta manera, se ha granjeado el apodo de enfant terrible del cine, aquella actriz que solo sueña con películas independie­ntes, con papeles agudos y que detesta ser tratada como un mero objeto sexual: «Empecé a sentirme prisionera de los realizador­es que querían que interpreta­ra siempre esos personajes hieráticos película tras película.Yo no tenía mucho sentido del humor, lo que me ayudó a enfrentarm­e a ellos, y no podía entender cómo los directores no captaban la idea de que una mujer guapa puede ser inteligent­e. No soportaba más papeles de mujeres misteriosa­s y venenosas, de ser considerad­a un objeto sexual, no es ni mi cine ni mi aspiración. Hay una verdadera tiranía del deseo en el cine, es un medio extremadam­ente sexista y falocrátic­o». En este instante Anna arquea las cejas y ladea la cabeza, como casi en un código de ‘ya sabes de lo que hablo’. Se refere al caso más mediático de los últimos meses, la larga lista de abusos sexuales destapados tras el caso Weinstein en el que se han visto implicados desde el productor más importante de Hollywood a una extensa relación de directores, productore­s, actores y hasta músicos. «Esto sucede en todas las profesione­s, pero puede que sea más descarado en la industria del cine. Lo más importante es que se digan las cosas, lo que es una locura es que la gente se asombre, ya que todo el mundo lo sabía. Lo jodido es que estas personas ‘ricas y poderosas’ son intocables. Podemos agitarlo todo, pero son gente apoyada por otras personas aún más poderosas, por lo que un juicio ni les afecta, pues todo se arregla con dinero.Yo misma fui solicitada por este hombre [Harvey Weinstein] a través de fotógrafos de moda. Me invitaron a su festa y me dijeron ‘te puedes quedar a dormir si quieres’. Dije que no. En la agencia de modelos también me sucedía, me invitaban a soirées, pero jamás fui a ese tipo de festas porque tuve la suerte

« Yo misma fui solicitada por este hombre [Harvey Weinstein] a través de fotógrafos de moda. Me invitaron a su festa y me dijeron ‘te puedes quedar a dormir si quieres’. Dije que no»

de tener la madurez de decidir, pero había muchas chicas que participab­an en estos eventos. David Hamilton es un fotógrafo superconoc­ido que violaba a niñas… Me propusiero­n hacer fotos con Terry Richardson, pero jamás vi el interés», desvela sin inmutarse Mouglalis. Desde el momento en que la actriz francesa decidió no ser partícipe de ese juego ni del rígido corsé de los papeles como mero objeto sexual, su carrera dio un giro muy importante y comenzaron a lloverle interpreta­ciones épicas de mujeres icónicas del siglo XX como Simone de Beauvoir, Juliette Gréco o la mismísima Coco Chanel. «Hay mujeres que han cambiado el mundo y la percepción de la libertad. Fue todo un honor darles vida y no seguir rodando escenas de cama». A Beauvoir, en Les amants du Flore, de Ilan Duran Cohen (2006), decidió retratarla «como ella se describió. Es la reina de la autofcción y la quise interpreta­r como se percibía a sí misma. Había dos roles en uno: la mujer sensual y la Simone inteligent­e, fría y calculador­a. Fue bonito y doloroso». De Coco Chanel ya conocía bastante, pues creció en la maison y bebió muchísima historia de Gabrielle que le contaba Karl Lagerfeld: «Él la conocía muy bien, como si de verdad fuese su amiga, y se divertía mucho. Fue Karl quien me habló de la complejida­d del personaje, la Coco coqueta, sensual y sexual, pero también la manipulado­ra. Lagerfeld me advirtió de su mal carácter y de sus momentos picantes, y la interpreté con furia y rabia». Así logró dar vida a la Gabrielle más descarada en Coco Chanel & Igor Stravinsky, de Jan Kounen (2009), o la Juliette Gréco más existencia­lista en Gainsbourg (Vie héroïque), de Joann Sfar (2010). Tras más de una treintena de cintas, series, obras de teatro y ser elegida jurado en la pasada Mostra de Venecia, Mouglalis sigue resistiénd­ose a Hollywood. «Si no has tenido un papel importante en tu país o en Europa no lograrás acceder a Hollywood, quizá, como máximo, al de puta europea, que es lo que llevan haciendo durante muchos años. ¡Es increíble! Hay actrices como Penélope Cruz que hace películas magnífcas en España y luego en Estados Unidos interpreta roles que dejan mucho que desear. Sucede lo mismo con Salma Hayek.Yo no hago este trabajo por la notoriedad, así que prefero hacer un flme de autor en Europa que hacer un papel ridículo fuera. Después sí que hay actrices que han hecho una magnífca carrera, así sí, pero, ¿a qué precio? Campañas, publicidad… Es una industria brutal, magnífca para algunas personas, pero yo prefero hacer una película de cine independie­nte, con directores con sensibilid­ad», asegura mientras accede a la pantalla de su móvil para mostrarme una escena de Todo sobre mi madre, de Almodóvar. «¿Ves? Grandiosa aquí Penélope. Adoro el cine de Pedro, le conozco, he coincidido varias veces con él. La belleza de su cine es que está hecho en España con españoles, y que logró tener esa libertad para expresarse. La piel que habito, Hable con ella, Mujeres al borde de un ataque de nervios… ¡Qué películas más maravillos­as! De ahí también salieron muchas actrices españolas que trabajan en Francia como Carmen Maura, Rossy de Palma, Victoria Abril, PazVega…Yo trabajé con Paz y Eduardo Noriega en la cinta francesa Novo [de Jean-Pierre Limosin, 2002]. ¿Qué es de Eduardo?…». Son casi las tres de la tarde y después de una intensa sesión de fotos en la que no ha mostrado ningún signo de aquellos que afloraban al pr incipio de su carrera como modelo, abur r imiento, estrés o extenuació­n, vuelve a encender un último pitillo.Aspira la nicotina, exhala una gran bocanada de humo y se despide deprisa. Sale corriendo a rodar la segunda temporada de una serie que se emite en la pequeña pantalla gala, Baron noir, a la que la crítica ha catalogado como la mejor serie política francesa de la historia, y en la que Anna da vida a la consejera del candidato a la presidenci­a… que acaba siendo la mismísima Presidenta de la República Francesa. Como en su vida, Mouglalis acabará siendo aquello que se proponga.

« Si no has tenido un papel importante en tu país o en Europa no lograrás acceder a Hollywood, quizá, como máximo, al de puta europea»

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