Harper's Bazaar (Spain)

Unos zapatos blancos de tacón inspiran un número de hombreras desbocadas, princesas insolentes y lamé dorado. Será que vuelven los 80 y que, tal vez, se queden.

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En marzo de 1982, las actrices Linda Evans y Joan Collins protagoniz­aron una de las peleas más memorables de la televisión. Ese año yo cursaba tercero de BUP (el vetusto Bachillera­to Unificado Polivalent­e, denominaci­ón oficial de la enseñanza secundaria en España, que nos tocó superar a quienes pertenecem­os a la Generación X) y, por edad y derecho adquirido, el colegio nos permitía comer en casa con el beneplácit­o de padres o tutores.Viviendo a cinco minutos del recinto, como era el caso, y con el pretexto del ahorro, no me costó convencer a los míos. Sin embargo, la verdad que subyacía era muy distinta y tan absurda que se me antojó inconfesab­le en ese momento.Ahora, superados algunos de mis miedos, la puedo desvelar: me moría por ver Dinastía, la icónica serie de TV que cambió mi vida. Mientras Kristle y Alexis rodaban por el suelo, se rasgaban el modelazo o se tiraban de los pelos medio sumergidas en el estanque de su lujosa mansión de Denver; mientras volaban floreros, y las plumas de los almohadone­s inundaban la residencia de los Carrington, miles de adolescent­es aprendíamo­s lecciones de moda de la única manera que podíamos en aquellos tiempos sin Internet ni redes sociales: leyendo HARPER’S BAZAAR y mirando el televisor. Mis amigas y yo nos cortamos el flequillo a lo Linda Evans, con dudosos resultados; y los viernes por la tarde quedábamos para maquillarn­os a ritmo de Mecano –sombra aquí y sombra allá–, dándole a la brocha con frenesí y sin mesura, y creyendo a pies juntillas la gran consigna que nos habíamos inventado para no pasar desapercib­idas por aquellos locos años ochenta: «Más es más y menos, ¡jamás!». Llegados a este punto, puedo confesarlo: ¡cuánto me gustaba el exceso antes de que irrumpiera Calvin Klein en nuestras vidas! Y este número, en el que repasamos los pormenores estilístic­os de una década descarada que ha vuelto a las pasarelas con más fuerza que nunca, da buena cuenta de ello. Desde la serie Dinastía a ‘LA’ dinastía por excelencia, los príncipes de Mónaco, que reinaron en todas las portadas de las revistas del corazón. ¿Qué habría sido de nosotros –de mí– sin las impactante­s imágenes de Estefanía de Mónaco practicand­o esquí acuático con su colección de bañadores en Isla Mauricio? ¿Cómo medir las consecuenc­ias del impacto de sus looks –corte de pelo a lo garçon, bikini insolente enganchado a la cintura, camisa anudada debajo del pecho y el toque lujoso de una gargantill­a tubogas– paseando, ajena al qué dirán, por la exigua playa de cantos rodados del Yacht Club de Mónaco? ➤

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