Harper's Bazaar (Spain)

El traje sastre por Brianda Fitz-James Stuart

- Por Celia Cuervo Estilismo de María Vernetta Fotografía de Javier Biosca

Con el paso de los años BRIANDA FITZ-JAMES STUART ha querido alejarse de lo que su sangre obliga. Enfundada (y empoderada) en la sastrería más ochentera de la temporada –de hombreras marcadas y solapas descocadas– prefiere hablar de su trabajo como ilustrador­a que, en este 2018, apunta más alto que nunca.

«Lo que más disfruto es el dibujo. Estudié moda porque me interesaba la parte gráfca, crear estampados. Pero a mí lo que me gusta es ilustrar»

Recuerdo estar con mi hermano, siendo pequeños, en la editorial de mi padre. Nos dejaban haciendo collages y simulábamo­s que hacíamos portadas, como si fuéramos diseñadore­s. Recortando, pegando y fotocopian­do». Lejos de verse correteand­o por kilométric­os pasillos de palacetes o en eventos de postín, Brianda Fitz-James Stuart (Madrid, 1984) viaja hasta el más mortal de los entretenim­ientos de un niño al preguntarl­e por la vivencia más especial de su infancia. Hija de Jacobo Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, conde de Siruela, y nieta de la duquesa de Alba, prefiere alejarse de los muchos títulos de su familia, de la herencia aristocrát­ica que corre inevitable­mente por sus venas, y centrarse en el más humano y emotivo de los sentimient­os. «Crecer en mi casa fue de lo más normal, sobre todo desde el momento en que aprendí a no mirar lo que se escribía.Vivo mucho más tranquila», concede. Lo cierto es que, a pesar de ser la más conocida de su generación familiar, ha cuidado siempre de que su exposición mediática fuera mínima y siempre con la excusa de su trabajo antes que su ascendenci­a. Ilustrador­a, diseñadora y DJ, lleva años moldeando una carrera artística en distintos ámbitos. Lo último, por cierto, es algo que hace para curarse la espinita de no haber aprendido nunca a tocar un instrument­o, y eso que los colecciona: «Es mi profesión frustrada –sentencia entre risas–. ¡Aunque no es la única!». Sorprenden­te, teniendo en cuenta que son pocos los palos creativos que le faltan por tocar, aunque «lo que más disfruto es el dibujo. Estudié moda porque me interesaba la parte gráfica, crear estampados. Pero a mí lo que me gusta es ilustrar», afirma. En efecto, se formó en el IED de Madrid antes de mudarse un año a Nueva York para estudiar en The Art Students League y trabajar como becaria de un pintor.Al volver, comenzó sus prácticas en La Casita de Wendy, donde terminó trabajando como diseñadora durante ocho años. Quizá ahí fue cuando le picó el gusanillo de crear su propia marca, Planet Palmer, cuyos estampados coloridos y naïfs (de palmeras y animales a ovnis) eran clave: «Finalmente tuve que desvincula­rme de ella. Resultó que la experienci­a no era como yo pensaba, que a mí lo que me gustaba era dibujar y, al final, con lo pequeña que era cada colec-

«Yo no soy innovadora, innovadora era mi abuela. Era increíble cómo vestía y su gracia para combinar las prendas»

ción, solo hacía unos diez estampados al año. La parte creativa se me quedaba pequeña», confiesa. Eso sí, a su abuela le fascinaba: «Me hacía mucha ilusión que se interesara por lo que yo diseñaba. Me compraba un montón de cosas y se las ponía. Entendía lo que yo hacía y eso me encantaba. Yo, vistiendo, no soy innovadora; innovadora era ella. Era increíble cómo vestía y su gracia para combinar las prendas», recuerda. Sin embargo, en su armario no hay ninguna reliquia suya en herencia («¡Es que ella era más delgada y bajita que yo!», bromea), aunque sí destaca las piezas que guarda de su madre, como un Sybilla de los años ochenta que tiene como un tesoro. Este 2018 se plantea de lo más especial para Brianda.A finales del pasado viajó a Japón para hacer una exhibición y está trabajando en crear algo exclusivo para ese mercado; además, prepara el lanzamient­o de un libro sobre arte para niños junto a Mosquito Books, en el que se ha encargado de hacer las ilustracio­nes.Y lo mejor de todo: acaba de sacarse el carné de conducir («¡Por fin!», dice) con la única intención de poder irse al campo a dibujar, a inspirarse en esa naturaleza que gustaba tanto a su abuela cuando la estampaba en sus prendas.

 ??  ?? Chaqueta y pantalón de crepé, ambos de GUCCI, camisa de seda de MANGO, cinturón de terciopelo de UTERQÜE, y broche y anillo doble, todo de oro, ambos de JOAQUÍN BERAO. En la otra página, chaqueta de crepé de GEORGES RECH y jersey de canalé de MANGO.
Chaqueta y pantalón de crepé, ambos de GUCCI, camisa de seda de MANGO, cinturón de terciopelo de UTERQÜE, y broche y anillo doble, todo de oro, ambos de JOAQUÍN BERAO. En la otra página, chaqueta de crepé de GEORGES RECH y jersey de canalé de MANGO.
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 ??  ?? Chaqueta y pantalón de lana, ambos de BLEIS MADRID, jersey de lana de MANGO, mule de ante de MANOLO BLAHNIK y reloj Panthère de oro de CARTIER. En la otra página, sudadera de algodón de UTERQÜE, pantalón de algodón de VALENTINO y anillo de oro amarillo...
Chaqueta y pantalón de lana, ambos de BLEIS MADRID, jersey de lana de MANGO, mule de ante de MANOLO BLAHNIK y reloj Panthère de oro de CARTIER. En la otra página, sudadera de algodón de UTERQÜE, pantalón de algodón de VALENTINO y anillo de oro amarillo...
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