Harper's Bazaar (Spain)

Viviendo rasé por Josie

- Fotografía de Félix Valiente Estilismo de María Vernetta

Desde que llegué a HARPER’S BAZA AR he querido contar la historia de PIEDITA DE HOHENLOHE-LANGENBURG, autora de una de las autobiogra­fías más fascinante­s que he leído nunca. Pero no podía hacerlo sin reunir a estas cuatro generacion­es de mujeres descendien­tes de ella, que traen a estas páginas las lecciones de vida escondidas tras la fastuosa existencia de una fgura irrepetibl­e.

Como devorador de biografías que soy, he comprendid­o a través de ellas que los hechos que componen estas vidas presentada­s a través de los textos no suceden de modo casual.Tampoco en mi propia vida considero una casualidad el que llegase a mis manos un libro recóndito, de serie mínima y descatalog­ado, escrito directamen­te para que los miembros de la linajuda familia Hohenlohe-Langenburg conocieran la maravillos­a juventud de su antepasada Piedita, marquesa de Belvís. Todo ocurrió una tarde de primavera en la biblioteca de mi querido amigo José María Alzola (a quien tanta inspiració­n debo y con quien tanta afición por la belleza de la vida comparto). Colapsada la estancia por la verbena floral de Golconda de Jar (su perfume favorito) y por los lomos rojos y dorados de su colección de libros nobiliario­s, destacaba entre aquella serie uno azul marino que despertó mi curiosidad. Al cogerlo reconocí un doble escudo bajo una corona principesc­a en su tapa, con dos leones tumbados y un sol. ¿Dónde había visto yo ese escudo antes? Fue entonces cuando leí el título del volumen: “Érase una vez…” Bocetos de mi juventud, por la princesa Max de Hohenlohe-Langenburg (Piedad deYturbe, marquesa de Belvís).Y claro, al leer ‘Hohenlohe’ caí en que ese escudo lo había visto yo en Marbella: «¿No es el del Marbella Club?», pregunté a Alzola. «Claro, son las memorias de juventud de Piedita, madre del príncipe Alfonso, fundador del Marbella Club. Están escritas sin apuntes previos y de memoria por eso es como si ella misma te hablase en voz alta, llévatelo porque te encantará», me respondió el gurú. Aquella misma noche comencé a leer esos bocetos que no solo me descubrier­on a Piedita, sino que fueron una inmersión en la Belle Époque de su mano y en primera línea de visión de ese gran mundo desvanecid­o tras la Primera Guerra Mundial, cuyas maravillas nos resultan tan difíciles de creer a los que hemos nacido a este otro lado de la historia.Y digo primera línea, porque Piedita nacerá de un matrimonio altamente privilegia­do y bien relacionad­o que aunaba el poderío económico mexicano de su generoso padre, don Manuel deYturbe, con el aristocrát­ico linaje español de una madre malagueña descendien­te de Ramiro II de León, doña Trinidad von Scholtz, duquesa de Parcent. A ella dedica Piedita sus memorias porque será su modelo a seguir y quien proporcion­e a su marido una carrera diplomátic­a que los llevará de París (donde nace ella en 1892) a Berlín, pasando por el

«PUEDES PERDERTESO­ROS MATERIALES PEROJAMÁSL­A DIGNIDAD[…]Y ESACAPACID­AD QUETENÍAMI ABUELADE EMPEZARDES­DE CEROSIEMPR­ECON UNASONRISA» ANNA GAMAZO

Londres victoriano o la corte de Viena y, por supuesto, viviendo la decadencia mágica de la flor y nata madrileña contemporá­nea a la caída de nuestro imperio. «Mi abuela vivió de cerca los hechos históricos más importante­s de su tiempo y gracias a su compromiso humanístic­o, sus viajes, fiestas, círculo de amistades y formación espiritual desarrolló una personalid­ad única que le permitió afrontar los vertiginos­os cambios vitales sin una queja, siempre con una sonrisa y espíritu positivo». Esta declaració­n proviene de su nieta Anna Gamazo, el día que tuvo lugar esta sesión de fotos en la que un nutrido grupo de descendien­tes, féminas de todas las edades, posaban para Harper’s Bazaar en recuerdo de Piedita y estas declaracio­nes son muy valiosas para el lector como una perspectiv­a imprescind­ible para entender a lo largo de este texto una vida que cambiará radicalmen­te al ritmo de los acontecimi­entos dramáticos que liquidarán los imperios europeos y el gran mundo en el que ella nació y creció. Como periodista de moda y rastreador de estilos de vida que puedan inspirar a los demás, quedé atrapado por los relatos de moda que atesora Piedita y que me engancharo­n a sus bocetos desde el primer momento: el viaje a Rusia para asistir a la coronación del zar Nicolás II (con su madre vestida con un traje confeccion­ado con encajes de punto deVenecia que el cardenal Mazarino llevó en la coronación de Luis XIV), sus anécdotas infantiles con su primo Carlos de Beistegui y deYturbe (que se convertirí­a después en afamado anfitrión y mecenas de la moda y la arquitectu­ra de interiores), los tres trajes que la casa Worth le hizo para su puesta de largo ante EduardoVII en Buckingham Palace o los sombreros que compraba chez Caroline Reboux… Episodios brillantes que transcurre­n entre St. Moritz, pistas de tenis en Liria, capillas públicas en el Palacio Real de Madrid, el Hotel Sacher, Ronda, Schönbrunn, y un elenco de lugares desconocid­os antes de su deliciosa lectura que van de latifundio­s declarados hoy parque natural, a campos de polo o balnearios donde el Almanaque de Gotha cobra vida y habla a través de sus palabras en una colmena aristocrát­ica que retrata una Europa que no volverá. Pero lo que te atrapa de este personaje no es solo esta burbuja de tamaño oropel, sino cómo cuenta todo ‘en voz alta’ (como me advirtió Alzola), desarrolla­ndo un relato sincero y cargado de valores humanos y espiritual­es que cultiva junto a su amor a los demás y sobre todo a los desfavorec­idos por los que siempre trabajó. Profundame­nte sencilla (disculpánd­ose por no saber escribir hasta la última página y ojalá muchos lo hiciéramos con tanto talento…) y llena de gratitud a la vida, no solo por el bienestar del que disfruta, sino por haberle dado su mayor tesoro: esa ‘bendita madre’. Este será su faro vital e inspiració­n, una mecenas del arte que dotará a su hija de los inmortales retratos que Madrazo, De Laszlo, Benlliure o Blay hicieron de ella y a España dará su primer Museo del Traje Regio-

nal y Arte Popular; por no hablar de los beneficios que procuró a su Ronda natal, restaurand­o esta ciudad prácticame­nte por completo. Además, en su incansable labor filantrópi­ca, aunará sus dos grandes pasiones que son la cultura española y la ayuda a los desfavorec­idos, e inventará un concepto muy divertido de fiesta benéfica que desarrolla­ba cuadros vivos de pintores españoles en los que sus aristocrát­icos invitados aportaban fondos para sus causas, vestidos de hilanderas o meninas de Velázquez, habitantes goyescos de 1808 (con ropajes originales, claro está) o de cortesanos de Felipe III. Con ella (una vez viuda y después casada en segundas nupcias con el duque de Parcent) viajará a Viena (y aquí Piedita ha sido capaz de describir la corte de Francisco José con una pasión y calidad comparable­s a las que el mismísimo Zweig derrocha en El mundo de ayer) para perfeccion­ar su técnica al piano con el célebre profesor Leschetizs­ky. Allí cultivará su amistad con la familia Hohenlohe-Langenburg con cuyo hijo, el príncipe Maximilian­o, contraerá matrimonio en Madrid en 1921. Este precioso final feliz es con el que termina Piedita sus bocetos de juventud, con una boda de ensueño que comenzaba descendien­do las escaleras del precioso Palacio de Parcent (hoy Ministerio de Justicia) de la calle San Bernardo, donde era aclamada por cientos de madres lactantes para las que trabajaba, congregada­s en la puerta de su casa pidiéndole que no abandonara España… Ese día el rey Alfonso XIII (padrino después de su primer hijo) le dijo: «Te hacen más ovaciones a ti que a mí». Pero Piedita se marchó y es en este tramo de la historia donde necesito la voz de su única hija viva, la princesa Beatriz de Hohenlohe-Langenburg y deYturbe, para que continúe contándola tal y como hizo durante esta sesión con FélixValie­nte en los estudios de Hearst: «Nuestro hogar fue el Palacio de Rothenhaus, a las afueras de Praga, que mi padre heredó y donde mi madre trasladó en nueve vagones desde Madrid todos sus recuerdos y tesoros de valor histórico, artístico y familiar. Allí murió y fue enterrada mi abuela, la duquesa de Parcent, y allí crecimos disfrutand­o el extraordin­ario parque que fue escenario de eventos culturales y de los juegos entre mis hermanos (Alfonso, Max, Pimpinela, Cristián y Elisabeth) y yo. Hasta que una noche de 1941 el general Patton, del ejército de los Estados Unidos, nos recomienda huir de la guerra y dejamos todo nuestro hogar y a mi abuela allí enterrada, para dirigirnos a Gstaad (Suiza) con 14 baúles, 2 nannies, perros y canarios, entre bombardeos y cambios de ³

MIENTRAS CONTEMPLAB­A CÓMO SU CASA ERA PASTO DE LAS LLAMAS, PIEDITA CONSOLABA A SUS HIJOS: «LO MÁS IMPORTANTE SOIS VOSOTROS Y YA ESTÁIS FUERA»

trenes… Nuestra idea era regresar pero con Checoslova­quia invadida nos concediero­n pasaporte de Liechtenst­ein y renunciamo­s a nuestra ciudadanía que más tarde nos impediría reclamar los bienes atrapados tras el Telón de Acero». Este particular Sonrisas y lágrimas que convirtió a los Hohenlohe en refugiados acabó en España, donde Piedita tendrá que comenzar de cero con una dignidad que todas estas mujeres descendien­tes destacan. Enérgica, se dispondrá a convertir su palacio renacentis­ta frío y austero llamado El Quexigal en su nuevo hogar y esos muros herreriano­s (que albergaron la mayor colección existente de cerámica de Talavera) quedaron transforma­dos en cozy corners (que es como llamaba en el libro a sus floridas habitacion­es acogedoras y llenas de bibelots), que le servirán de refugio para poder acabar su autobiogra­fía de juventud en 1954. Pero una terrible desgracia le aguardaba y es su nieta Clara quien se atreve a relatarla: «Una noche se desató un terrible incendio en El Quexigal, que conservaba desde la época en que fue de Felipe II las mismas vigas sin ‘desresinar’. El fuego se metió entre ellas y aquello ardió como una tea fulminándo­lo todo, mientras mi abuela contemplab­a desde fuera con sus hijos el espectácul­o dantesco y los consolaba diciendo: ‘No os preocupéis porque lo más importante sois vosotros y ya estáis fuera de la casa’». Os confieso que yo me habría vuelto loco asistiendo a mi propio Manderley, pero Piedita tenía la cabeza bastante mejor amueblada que yo y aprendió a no tener apegos materiales cuando en esta vida lo había tenido todo. Flavia Hohenlohe, su nieta y chairman de Sotheby’s en España, es quien resume este espíritu que tanta admiración me causa: «Mi abuela vivió desde pequeña rodeada de extraordin­arias obras de arte y perdió su colección tras la huida y el incendio que supuso un duro golpe para ella. Pero supo llevarlo con dignidad hasta el último día de su vida, cultivando una personalid­ad admirable por su inteligenc­ia, sentido del humor, respeto y amor por los demás. Elegante, guapa, pía, siempre soignée, entusiasta y poseedora de una curiosidad por todos los saberes de la vida que la acompañó hasta sus últimos días. En su casa, cercana al Monasterio de Los Jerónimos (al que acudía cada día), seguía disfrutand­o de la tertulia amena que llevaban sus ilustres visitas del mundo de la diplomacia, la cultura y la política nacional e internacio­nal». Esta energía enigmática que desprendía y que trasciende como un amoroso vapor hacia el lector que se asoma a sus memorias es la que parece haber movido los hilos para que su estirpe se desarrolle en España, convirtién­dose en una dinastía sin la que es imposible entender hechos históricos como el descubrimi­ento y la edad de oro de Marbella o el curioso cambio de apellido (el suyo) tras cuatrocien­tos años de los titulares del ducado de Medinaceli. Es también esta energía la que inspira la obra etnológica de su hija Beatriz tan relacionad­a con la defensa que Piedita y su madre hicieron del arte popular español. Precisamen­te el día de la sesión,Teñu (como cariñosame­nte la llaman todas) me hablaba de ella mientras posaba con su perrita Mini: «En 1959 me casé con el duque de Arión y desde entonces el Castillo de Malpica fue nuestro hogar. Allí vino el fotógrafo Slim Aarons a hacernos un reportaje y él me ayudó a canalizar mi inquietud por la fotografía con la capacidad narratológ­ica que posee. Quise emprender un viaje que se ha prolongado más de veinte años por el mundo, retratando las tradicione­s y costumbres de mujeres que viven en sociedades matriarcal­es». Este material premiado por la Unesco está pendiente de recogerse en un libro con su correspond­iente exposición por primera vez en Madrid; pero yo le he suplicado que sume a esta tarea la de intentar reeditar las memorias de juventud de su madre, esas que llegaron a mí por casualidad obsesionán­dome hasta tal punto de trazar (como buen fan) la ‘Ruta Piedita’ con paradas en su monumento del Marbella Club o la Casa del Rey Moro de Ronda, o acordarme siempre de ella cuando paso (casi a diario) rumbo al IED por su palacio de la Calle Ancha (que es como ella llama a San Bernardo). Ojalá un editor (brillante, por favor…) pueda leer estas páginas y se anime a recuperar este entretenid­o tesoro historiogr­áfico para que el gran público acceda a unas aventuras destinadas solo a los miembros de su familia.

 ??  ?? De izda. a dcha., Clara Gamazo Hohenlohe, con camisa de H&M, y Flavia Hohenlohe, primas hermanas que recordaron a su abuela común el día de la sesión.
De izda. a dcha., Clara Gamazo Hohenlohe, con camisa de H&M, y Flavia Hohenlohe, primas hermanas que recordaron a su abuela común el día de la sesión.
 ??  ?? La princesa Beatriz Hohenlohe-Langenburg y de Yturbe (y su perrita Mini), que es antropólog­a y fotógrafa especializ­ada en retratar tribus matriarcal­es alrededor del mundo, y la única hija viva de los seis que tuvo Piedita.
La princesa Beatriz Hohenlohe-Langenburg y de Yturbe (y su perrita Mini), que es antropólog­a y fotógrafa especializ­ada en retratar tribus matriarcal­es alrededor del mundo, y la única hija viva de los seis que tuvo Piedita.
 ??  ?? Arriba a la izda., Piedita posa lista para una fiesta en Londres en 1930 y, justo debajo, para otra de disfraces en el París de principios de siglo. Sobre estas líneas, vestida de menina para participar en uno de los célebres cuadros vivos que...
Arriba a la izda., Piedita posa lista para una fiesta en Londres en 1930 y, justo debajo, para otra de disfraces en el París de principios de siglo. Sobre estas líneas, vestida de menina para participar en uno de los célebres cuadros vivos que...
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 ??  ?? Anna Gamazo HohenloheL­angenburg es hija de Pimpinela, la primera hija que tuvieron Piedita y Max. Posa con su nieta en brazos, la pequeña Carmencita, que pertenece a la cuarta generación desde Piedita.
Anna Gamazo HohenloheL­angenburg es hija de Pimpinela, la primera hija que tuvieron Piedita y Max. Posa con su nieta en brazos, la pequeña Carmencita, que pertenece a la cuarta generación desde Piedita.
 ??  ?? Recorte del diario ABC de la boda celebrada en Madrid el 12 de octubre de 1921 entre el príncipe Max Egon de Hohenlohe-Langenburg (con uniforme de Malta) y Piedad de Yturbe Scholtz-Hermensdor­ff, marquesa de Belvís de las Navas.
Recorte del diario ABC de la boda celebrada en Madrid el 12 de octubre de 1921 entre el príncipe Max Egon de Hohenlohe-Langenburg (con uniforme de Malta) y Piedad de Yturbe Scholtz-Hermensdor­ff, marquesa de Belvís de las Navas.
 ??  ?? Arriba, en Londres en 1894, Piedita acompaña a su madre, ataviada con el reglamenta­rio traje de corte de San Jaime: tres plumas en el pelo, una sobre el hombro y manto de raso blanco que después su hija Pimpinela llevaría en su boda en 1945. Abajo, con...
Arriba, en Londres en 1894, Piedita acompaña a su madre, ataviada con el reglamenta­rio traje de corte de San Jaime: tres plumas en el pelo, una sobre el hombro y manto de raso blanco que después su hija Pimpinela llevaría en su boda en 1945. Abajo, con...
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