Harper's Bazaar (Spain)

Gay Talese, lección de periodismo

- Por Alberto Pinteño Coordinaci­ón: Laura Pérez Fotografía de Emilio G. Hernández

Jamás usa grabadora, hace anotacione­s en cartulinas de tintorería y se mantiene activo a sus 86 años. Certero en su pluma y fiel a su trabajo, el periodista y escritor recibe a HARPER’S BAZAAR para hablar del proceso creativo que le ha valido el título de padre del Nuevo Periodismo.

Espejos, fores, libros y perros. La vivienda neoyorquin­a del escritor está plagada de recuerdos con los que construye sus relatos.

Tienes que estar presente, no uses el teléfono, mueve el culo y vete a donde esté ocurriendo la historia. Entrevista a la gente mirándola a la cara, fíjate en su vestimenta, en sus gestos y en el ambiente, cuál es su pasado. Establece el entorno y descríbelo como una escena de película o como si estuvieras leyendo una novela». Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932) tenía 21 años y trabajaba como ‘el chico de la fotocopiad­ora’ en The NewYork Times cuando un distinguid­o reportero bastante mayor que él le dio la lección de su vida. Aquel consejo cambió su narrativa, y su forma de entender la existencia.Afló su agudeza, su pluma y su capacidad de dar con los más insignifca­ntes detalles, aquellos en los que nadie reparaba.Tras diez años procurándo­se las páginas de deporte del diar io, Talese saltó a la fama con una historia en serie, El puente, donde relataba la vida cotidiana de los obreros de la construcci­ón de la pasarela Verrazano-Narrows, que conecta Staten Island con Brooklyn. Bajo un estilo crudo y realista, esta serie de relatos cautivó a millones de lectores en 1964 y hoy, 54 años después, esta auténtica epopeya humana vuelve a reeditarse. En el centro de una de las calles más acogedoras del Upper East Side, a pocos metros de Central Park y de Park Avenue –una de las zonas más distinguid­as de Manhattan– se erige la casa de Gay Talese, padre del Nuevo Periodismo –junto a su también colega Tom Wolfe– y autor de obras como Vida de un escritor, Honrarás a tu padre o Los hijos, y creador de relatos exhaustivo­s y preciosist­as como Frank Sinatra está resfriado o Ali en La Habana. Son las tres de la tarde y aunque el termómetro marca 8 grados bajo cero la sensación térmica es de -15º. No ha hecho falta esperar frente a la puerta, el señor Talese se ha percatado de nuestra presencia y con un cálido apretón de manos nos invita a pasar. Acaba de cumplir 86 años, aunque pocos lo dirían.Viste un impecable traje sastre azul, camisa blanca a rayas rojas, corbata amarilla con topos y su ya inconfundi­ble sombrero Panamá. Del chaleco extrae unas tarjetas que él mismo recorta de esos cartones que las tintorería­s ponen en las camisas y donde hace sus anotacione­s desde hace más de 60 años.Y no, no usa jamás grabadora. —Es usted Alejandro, ¿cierto? —Alberto. —¡Perdón,Alberto, me habían dado mal su nombre!, dice mientras tacha la incorrecci­ón y pregunta al fotógrafo dónde quiere retratarle. Mientras posa ante el objetivo, nos invita a descubrir su casa y, particular­mente, su librería. O más bien sus decenas de estantería­s distribuid­as a lo largo y ancho de las cinco plantas de la vivienda. De Norman Mailer a Joan Didion; de Gore Vidal a Philip Roth. Pero solo hay una cosa que le obsesiona esta tarde: transmitir aquel consejo que le dieron en la redacción de The NewYorkTim­es. «Aquello nunca lo he olvidado –relata mientras toma asiento–. Estuve presente en todo lo que he escrito, tanto de joven periodista como de viejo, ya sean artículos para un periódico, revista o libros. La razón por la que es peligroso ahora no estar presente es que hay una tentación muy fuerte de no hacerlo. Puedes estar en albornoz con tu portátil en tu habitación de Nueva York y comunicart­e con alguien de China, o recopilar informació­n a través de Internet y entrevista­r a alguien vía e-mail. Pero, recuerda, de esta forma no conseguirá­s conocer verdaderam­ente a la persona a la que estás entrevista­ndo y sobre la que estás escribiend­o». —Ahora doy las gracias por haber venido hasta aquí para entrevista­rle… ➤

«EL BUEN PERIODISMO NO ES UN ROLLO DE UNA NOCHE, ES UNA RELACIÓN QUE REQUIERE TIEMPO»

«‘FRANK SINATRA ESTÁ RESFRIADO’ SERÁ EL SEGUNDO PÁRRAFO DE MI OBITUARIO»

—(Risas) Cierto. En el transcurso de esta conversaci­ón me irás conociendo y la siguiente pregunta que me hagas se basará en una cierta relación de familiarid­ad o confanza. Sin embargo, esto lleva su tiempo. El buen periodismo requiere tiempo, no es como un rollo de una noche, en el que mantienes relaciones y la mañana siguiente das las gracias y te despides. Es una relación continua. El periodismo serio requiere tiempo y paciencia, perseveran­cia y comprensió­n. Es cruel, pero también sincero. Honesto pero ecuánime. El periodismo actual es tendencios­o y sesgado. —Casi mejor no le hago la siguiente pregunta… —No hombre, no. No digo que no sea bueno, por ejemplo, describir de manera precisa y negativa día tras día a un presidente lleno de defectos, un hombre defciente, como el caso de Donald Trump. No es del todo correcto que no se comprenda verdaderam­ente quién es, de dónde viene, por qué habla de la manera en que lo hace. Hoy se celebra el día de Martin Luther King y el hecho de que el presidente sea considerad­o racista, incluso si no lo es se le considera así, es un tema que realmente debe ser entendido. ¿Qué es un racista hoy en día? ¿Son los Estados Unidos racistas? Si tienes una idea completa de una persona, ya sea del presidente Trump o de un chef o un taxista, si puedes describir a la gente como en una escena, en una novela o en una obra de teatro, es que algo estás haciendo bien.Así podrás hacer que una obra sea perdurable, que lo que escribas hoy siga siendo válido el mes que viene o el próximo año. La idea es considerar el periodismo como un arte. —¿Realmente le agradó aquella idea de que le nombraran padre del Nuevo Periodismo? —Al principio estaba preocupado porque pensé que algunos de estos ‘nuevos periodista­s’ eran escritores muy coloridos, experiment­ales y emocionant­es, pero también pensé que se inventaban muchas cosas, estaban más allá de la imaginació­n y entraban en el mundo de la fcción. Si quieres usar la imaginació­n hazte novelista, pero yo no soy así, el periodismo no debería ser fcción.Yo quería ser un escritor que era periodista. —¿Nunca pensó en ser sastre como su padre? —No. Mi padre, que era del sur de Italia, había sido aprendiz del sastre de su pueblo, que era su primo y que dejó Calabria para instalarse en París. En 1920, mi padre, con 17 años, se fue hasta allí con él y más tarde vino a los Estados Unidos para ser sastre. El mentor de mi padre tuvo dos hijos y que son los que ahora hacen casi toda mi ropa.Tengo arriba cientos de trajes, todos de mi familia. La mayor parte de la ropa que me ponía de niño la hacía mi padre y al hacerme mayor, mi primo de París. Mi madre vendía vestidos, tenía una tienda, pero no los confeccion­aba ella. Mi relación con el mundo de la moda es toda mi familia. —¿Cuál es la historia que aún no ha escrito? —Actualment­e estoy escribiend­o sobre mí mismo como hombre casado, sobre mi matrimonio que comenzó en 1959, hace casi 60 años con Nan Talese [una de las más reputadas editoras de Estados Unidos]. Guardo documentos, tarjetas, fotografía­s, archivos, anotacione­s… Siempre he querido penetrar en la vida privada. Mi esposa me escribió una nota diciéndome que nuestro matrimonio había acabado, que no sabía por qué se había casado conmigo, lo que había pasado la noche anterior era inexcusabl­e, y al mes siguiente me decía que era el mejor hombre del mundo. Estas anotacione­s me servían para darme cuenta de lo que cambian las emociones humanas. —¿Está cansado de que le hablen de Frank Sinatra está resfriado? —He escrito miles de artículos en periódicos y revistas, catorce libros…, pero ese artículo de Frank que escribí para una revista será el segundo párrafo de mi obituario. Esto es mejor que nada, al menos tengo algo que la gente recordará.

El Puente (Ed. Alfaguara), a la venta el 15 de febrero.

La biblioteca de Talese es un lujo de títulos y autores ordenados alfabética­mente. De Mailer a Roth, de Gabriel García Márquez a Truman Capote.

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