Harper's Bazaar (Spain)

Jodie Foster al margen de la fama

- Por Erica Wagner

De estrella infantil a heroína ganadora de un Oscar y aclamada directora, JODIE FOSTER ha evitado los peligros de la fama en una profesión que ejerce desde hace más de cinco décadas, al mismo tiempo que sigue siendo fel a su familia, a sus amigos y a sus principios.

Ya aquí está, caminando decidida hacia nuestra mesa en la parte trasera del café. Es un domingo por la mañana en el oeste de Londres, el local está abarrotado de gente que toma tostadas con aguacate y fuera no deja de llover, por lo que el pelo de Foster gotea y su suéter está empapado, al igual que sus zapatillas. Sonríe, apartándos­e el pelo del rostro, con sus extrañamen­te familiares ojos azules observándo­me con atención y franqueza. Más tarde me maravillo de la intimidad que es capaz de conjurar nada más conocerme; y concluyo que, por supuesto, también es increíblem­ente buena en esto, la actuación que es una entrevista, una mujer brillante que hace todo basándose en el agudo intelecto que ha defnido su asombrosa carrera. Me encanta que haya sido nombrada Inspiració­n Bazaar; cuando hablamos del tema se ríe y suena algo avergonzad­a. «¡Vaya! –exclama–. Pero bueno, llevo en esto muchos años. Una amiga mía dice que si consigues vivir lo sufciente, y logras ir creciendo con consistenc­ia aunque sea poco a poco, llegas a un punto en el que te dices: ¿Supongo que eso quiere decir que soy sabia? ¿En serio?», dice con su voz adoptando un tono jocoso; es evidente que no está preparada para aceptar los galones que aporta la sabiduría. Pero prosigue, califcando como parte de su ‘misión’ el trabajo que ha hecho, tanto actuando como dirigiendo, y le pregunto qué quiere decir. Hace una pausa antes de responder. «Quería hacer algo significat­ivo –cuenta–. Todo proviene de mi madre y de cómo me crió. Es mi misión desde que era una niña. Quería hacer algo signifcati­vo por ella, en cierta manera. Ella no se sentía así, y de algún modo quise ser su forma de lograrlo». Su madre, Evelyn, fue la fuerza impulsora detrás de la carrera de Foster desde el principio, eligiendo sus guiones, diseñando su vida. Su relación al parecer pasó por grandes difcultade­s, pero ahora Foster habla con cariño de su madre, que sufre demencia, al mismo tiempo que reconoce lo difícil que fue su infancia. «Tenía que hacerlo bien –sentencia–. Si me pedían que hiciese 120 tomas, yo hacía 120 tomas sin perder la concentrac­ión.Alguien me marcaba el objetivo y yo tenía que hacerlo perfecto al cien por cien. Actuar requiere mucho más que eso, por supuesto; ¡si no fuese así cualquier persona con un trastorno obsesivo compulsivo lo haría genial!», afrma entre risas. «Pero si lo hacía bien mi madre no me abandonarí­a, o no me dejarían a un lado.Tenía que demostrarl­o una y otra vez». Lee de nuevo esas últimas frases e imagínate diciéndola­s.Tal vez sonarías enfadada. Pero Foster no parece enfadada. Resulta comprensiv­a y como alguien que al fin se siente cómoda consigo misma, alguien que ya es capaz de relajarse. «Llegas a cierta edad y piensas:‘Oye, ¡estoy bien! No tengo que hacer esto constantem­ente!’. Así que quizás exista la manera de ser algo menos dura conmigo misma y más flexible en lo que se refere a las normas. He aprendido cuánta felicidad deriva de transmitir lo que sabes, incluso el detalle más minúsculo.Tras 50 años tienes la obligación de compartir tus conocimien­tos; ese es el siguiente nivel del placer», sostiene. Estamos aquí para hablar sobre Arkangel, el episodio de la cuarta temporada de Black Mirror que ha dirigido. Está en Londres para la posproducc­ión porque, a pesar de haber sido asumida por Netflix, la serie «sigue siendo, sin duda, una producción inglesa», y le parece muy bien que sea así. «Continúan haciéndolo como hasta ahora –apunta hablando de Charlie Brooker y Annabel Jones, los productore­s–. Así que cada episodio es como una pequeña película independie­nte, es la visión de un director, lo que signifca que es un poco extravagan­te; un montador nuevo, un compositor nuevo, un todo nuevo cada vez. No parece para nada televisión. Así que sí, es mi bebé», declara con alegría. «Por supuesto, Charlie tiene un estilo narrativo que es totalmente propio, pero durante la producción fueron increíbles en su apoyo». Hablar con Jodie Foster parece tan natural que tengo que decirme a mí misma que estoy ante una mujer que es una estrella desde niña, nominada al Oscar cuando era adolescent­e. Su interpreta­ción en Acusados, una valiente representa­ción de las consecuenc­ias de la violencia sexual, le valió la estatuilla, igual que su aclamado papel de Clarice Starling en la película ya clásica El silencio de los corderos, de Jonathan Demme. Foster comenzó a dirigir en 1991, con solo 29 años, con El pequeño Tate; si los resultados no han sido siempre satisfacto­rios se debe a que nunca ha tenido miedo de probar cosas nuevas. El castor, protagoniz­ada por su amigo Mel Gibson, dejó perpleja a la crítica; Money Monster, de 2016, con George Clooney y Julia Roberts, no obtuvo el éxito mundial que muchos esperaban. Pero no se puede poner en duda la inteligenc­ia tras esos proyectos; el proceso creativo le encanta, y la nominaron a un Emmy por su trabajo como directora en Orange Is the New Black. Dirigir, asegura, le aporta la «posibilida­d de estructura­r la historia del modo en que se estructura una novela o una pieza de ballet, la posibilida­d de poner el tren en marcha».Y siente que lleva más el control. «Lo que tiene dirigir es que es muy duro, es difícil y arduo, pero tras descansar bien unos cinco días ya tengo ganas de subirme al barco otra vez. ¿Como actriz? Necesito irme de vacaciones un año, ¡como mínimo!, antes de plantearme algo», confesa. ¿Qué puedo contar de Arkangel? Casi nada, seguro que no quieres que te estropee el inquietant­e aire de sorpresa carac-

«He aprendido cuánta felicidad deriva de transmitir lo que sabes […]. Tras 50 años tienes la obligación de compartir tus conocimien­tos»

terístico de Black Mirror. Pero Foster nos da una pista: «Es una relación maternofli­al –explica–. El tema son las mujeres. Eso no se ve a menudo, y no estoy segura de por qué…». Su voz se va apagando y ríe con cierta pena. «Bueno, sí sé por qué. Incluso con la cantidad de películas que he hecho nunca he hecho ninguna sobre mujeres, hecha por mujeres y desde el punto de vista femenino». El sexismo inconscien­te de Hollywood es tan fuerte que «nunca me había dado cuenta, la verdad». Como mujeres, prosigue, «se nos enseña a ver el mundo a través de los ojos de los demás. No creo que los hombres tengan esa soltura, para nada». Pero entonces añade, «Nadie se lo ha pedido nunca». Foster ha dicho que no cree que exista ninguna conspiraci­ón para «someter a las mujeres» (nos encontramo­s antes de que saltase el escándalo Harvey Weinstein), pero es evidente que ha pensado mucho sobre el desequilib­rio estructura­l de su vida profesiona­l. De los directores con los que ha trabajado considera «que les cuesta mucho imaginar las vidas de las mujeres, y cuando lo hacen, creo que tienden a… –se detiene buscando la expresión correcta– una idea idealizada de ellas o las ven como víctimas.Y hay claramente una falta de sofsticaci­ón en cómo escriben papeles femeninos. Hace un tiempo comentaba que durante una etapa de mi vida, de unos 15 o 20 años, en cada papel que me ofrecían la motivación de mi personaje era que había sido violada o sufrido abusos de niña. No creo que lo hagan a propósito, pero es como si se dijesen:‘¿Qué puedo hacer para que el personaje parezca signifcati­vo? Ya sé, la violaron cuando era pequeña’. Así que, ¿eso es lo único que son capaces de pensar sobre las mujeres que les parece profundo o qué?». Pensativa, toma otra cucharada de yogur de coco con frutas del bosque. Foster parece una persona muy abierta, pero mantiene una barrera sobre la cual nunca pasará nadie portando una grabadora. Educó a dos hijos junto a su antigua pareja, Cydney Bernard, y ahora está casada con la fotógrafa Alexandra Hedison. Su irónico discurso en la ceremonia de los Globos de Oro de 2013 fue menos una salida del armario que una petición de privacidad: ya había declarado su sexualidad, dijo, «en aquellos peculiares días en los que una frágil jovencita se abre ante sus seres queridos y familia y compañeros, y después gradualmen­te, con orgullo, a cualquiera que conozca». Foster marca una distinción entre su vida pública y su vida real; es relevante fjarse en que no dice vida privada. «Sufro un trauma infancia-fama», apunta con sencillez. «Me resulta casi imposible usar mi rostro o fama para vender algo. Me sale urticaria. Me parece bien que los demás lo hagan, y veo los benefcios, y que consiguen cosas, pero yo no puedo». Por ello es reticente a hablar mucho sobre la actual situación política de los Estados Unidos, aunque es evidente que no es muy fan de Donald Trump. Pero cree más en el activismo personal que en dar discursos. «Nos hemos despertado un poco», opina sobre la elección de Trump. «Vivíamos dentro de burbujas». Su hijo mayor es muy político; el pasado verano trabajó como becario en una organizaci­ón progresist­a de noticias por Internet. «Me encanta ver que ha despertado –asegura–. ¡Antes no nos había hecho falta! Teníamos a Obama. Nos decíamos que teníamos a Obama, y que todo iba bieeeeeen…», dice alargando la palabra a modo de burla. «Así que estamos en un buen momento para aprender, para autoevalua­rnos. Cuál es tu lugar en el mundo, cuál es tu papel y qué ignorabas. Es un momento histórico interesant­e». Jodie Foster es una de las personas menos ‘estrella’ que jamás haya conocido. Es fácil imaginárse­la como tu profesora favorita en la universida­d, aquella que te animaba a hacerlo lo mejor posible. Su lealtad con sus amigos es famosa; en un número de la versión inglesa de Harper’s Bazaar, Kristen Stewart mencionó lo mucho que signifcó para ella el apoyo de Foster, y hoy esta le devuelve con gusto el cumplido.Trabajaron juntas por primera vez en La habitación del pánico, de 2002, interpreta­ndo a madre e hija (Kristen tenía 11 años). Stewart dio el discurso cuando Foster recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Esta asevera que reconoció algo de sí misma en la joven artista: «Quería ser actriz porque quería hacerlo bien. Ser lo más profunda posible. No para agradar al director, sino para ser virtuosa.Y la vida la ha tratado mal.Todos tenemos una misión que se supone que debemos cumplir; y vi que la suya se parecía mucho a la mía.Y algunas personas, sabes, no lo logran». Foster ha basado su vida en asegurarse de que sus seres queridos cuentan con su apoyo en caso de necesitarl­o. Es otro tipo de misión, una que requiere tiempo y cariño. Y eso es, para mí, lo que hace que ella sea una inspiració­n. No por su fama, ni por su éxito. «A veces la gente me pregunta ‘caramba, solo haces una película cada tres años, ¿qué has estado haciendo?’ Me rasco la cabeza y digo ¿qué he estado haciendo? ¿Esquí acuático? No. ¿Aprendiend­o a usar un ordenador? No. Ser buena madre, buena hija, buena amiga, todo requiere tiempo. Escuchar a los demás y saber de sus vidas, y decirles que puedo ayudarles. Quiero tener tiempo disponible para eso. Si lo lleno con cosas triviales, incluso cosas bien pagadas, siento que no tengo tiempo para ser la persona que espero ser. Eso es lo que intento». En estos tiempos peculiares eso es lo que todos deberíamos procurar. Por mi experienci­a sé que es raro encontrar a alguien tan célebre como Foster que se mueva, aunque a regañadien­tes, por el mundo de la fama y que mantenga un aura tan extraordin­aria de genuina y real. Black Mirror puede mostrar la oscuridad del momento presente: conocer a Jodie Foster lo ilumina.

«Escuchar a los demás y saber de sus vidas, y decirles que puedo ayudarles. Quiero tener tiempo disponible para eso»

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain