La Provenza de Simon Porte Jacquemus
El diseñador Simon Porte Jacquemus comparte con HARPER’S BAZA AR su infancia entre campos de lavanda y mercados donde vendía zanahorias. Sus colecciones vienen de allí.
Nací en un pueblito llamado Mallemort, junto a la Autopista del Sol que une París con Marsella. Mallemort está un poco en ninguna parte ya que no es muy chic para ser parte de la comarca del Luberon; está en la Provenza pero no cerca del mar, como Cannes, Niza o Saint-Tropez; no es la Camarga, ni tampoco la región de los Alpilles. Es una zona entre todos estos territorios. Sin embargo, me di cuenta rápido de que mi tierra es un lugar especial que interesaba mucho a todo el mundo. Es una región muy frecuentada por artistas y creadores –desde Matisse a Van Gogh y Picasso– además de por gente de dinero. Antes, sin embargo, a fnales del siglo XIX y principios del XX, era una región bastante pobre, aunque no hay que olvidar que en la época romana fue rica y Arlés, una gran ciudad del imperio. ³
Yo personalmente tomo conciencia de la belleza de esta región cuando me voy a París y me doy cuenta de dónde vengo. Lo que más echo de menos entonces es a mi familia y un poco de calor, el sol y las personas ausentes. Añoro cierta proximidad con la gente. Esto se refeja en mi trabajo que tiende a la sencillez, contra la complicación de la vida parisiense. Cuando creé Jacquemus quería cercanía con el público, que hubiese una simplicidad sin importar quién comprendiera mi estilo. A menudo repito esta frase primordial: me gustaría que el cartero de mi pueblo supiera lo que quería decir con mis diseños. Quizás no comprar las prendas pero sí entenderlas. Siempre me ha fascinado tener una relación simple con la moda igual que la tengo con el paisaje donde crecí. Crear una colección es un camino complicado pero parte de una historia, una emoción y un sentimiento que todo el mundo debería percibir, y eso lo he buscado desde el principio. Con esto no quiero decir que no haya refexionado sobre mis propios códigos, pero de una manera espontánea.Tenía 18 o 19 años cuando comencé a diseñar y ya era así. De niño, mi ventana a la moda en la Provenza eran las revistas, tenía una obsesión y un deseo de aproximarme y contar historias a través de ella. En las publicaciones encontraba reportajes estimulantes y llenos de poesía. Estaba frustrado con el dibujo porque no podía llegar hasta donde quería. No era lo sufcientemente preciso así que me dedicaba a hacer fotografías, por ejemplo, a construir imágenes con cosas que encontraba aquí y allá y a recrear un universo. Además, necesito visualizar el diseño, de hecho, creo siempre sobre el cuerpo del maniquí. Necesito ver cómo es la pieza y captar su esencia sobre el cuerpo. Si no lo hago así, me cuesta. Tengo una relación muy inmediata con los materiales que quizás proceda de que vengo de una familia de agricultores, tanto mis padres como mis abuelos, que vendían sus productos de forma ambulante en una ciudad cercana a Mallemort que se llama Senas.Vendíamos frutas y verduras en un mercado muy animado y en verano ayudaba a mi madre con las zanahorias y la lavanda. Durante toda mi infancia me pareció divertido,
«Siempre me ha fascinado tener una relación simple con la moda igual que tengo una relación sencilla con el paisaje provenzal» me encantaba jugar a ser tendero. ¡Nunca me molestó! Mi último verano en el sur, con 17 años, lo pasé en Saint-Étienne du Grès, donde está el mercado más grande de la región en el que trabajé para ahorrar vendiendo zanahorias. Los viernes es accesible para el público general y recomiendo su visita. Cuando pienso en mi tierra tengo muchos paisajes que surgen en mi mente pero, sobre todo, me gustan las colinas redondeadas y sencillas, bajas. Me encantan esas colinas. No sé por qué. Quizás se refeje en mis prendas que tienden a ser muy sensuales y curvas, pero en cambio no creo que la gama cromática que utilizo tenga un vínculo directo con los colores de este panorama. Hay conexiones con mi vida en todas mis creaciones, que son bastante biográfcas, y con ellas cuento momentos de mi vida o emociones que surgen de ella, pero luego no todas están necesariamente conectadas al sur de Francia. Sucede lo mismo con las mujeres que retrato. En la última colección, La Bomba, veo a mi madre que pasea en un puerto, pero también puede ser una chica de Cuba o una española de una película de Almodóvar, pueden ser muchos flmes diferentes que uso para poder hablar a todo el mundo.Tengo una atracción evidente con esta zona, como se ve en mis piezas de la temporada anterior, que beben de la tauromaquia y en las que refejo mi pasión infantil con Arlés. La Provenza no es mi punto de partida, pero sí que está en todo lo que hago porque yo vengo de ahí. Mi tío era torero, se llamaba Pierre Jules y era muy conocido porque frecuentó a Picasso y al diseñador Lacroix.Yves Saint Laurent, que tenía una casa en Saint-Rémy-de-Provence, venía a ver sus corridas. Los domingos escuchaba hablar de él, de mi tío, y de los encuentros que había tenido. Para mí era un ídolo ³
y tuve idealizada la ciudad de Arlés, cuya plaza tiene una larga tradición. Estaba impresionado con esa ciudad y le dediqué la colección llamada L’amour d’un gitan, que es muy novelesca y se expresa a través de la imagen de una mujer que descubre París y se viste con un aire entre español, couture y parisino. No soy afcionado a los toros, pero me gusta todo lo español, me encanta Almodóvar, Penélope Cruz y Jamón, Jamón, de Bigas Luna, que es mi película favorita. Desde los 19 años vivo en París. Esta ciudad y todo lo que he vivido en ella ha sido muy importante. Mi madre murió y abandoné la escuela de diseño solo un mes después de instalarme en la capital. Me mudé el 8 de septiembre y la perdí a principios de octubre. Fue un shock grande y me di cuenta de que necesitaba cumplir mi sueño antes de que fuera demasiado tarde. Nació en mí una angustia y un temor al tiempo que pasa que no tenía cuando vivía en el campo, donde no existía el reloj.Ya no me sucede porque ahora he aprendido a vivir el presente, pero en ese momento fue cuando tomé conciencia del tiempo, así que dejé la escuela y me lancé a crear Jacquemus. Los comienzos fueron intensos y no sé si tengo la perspectiva sufciente para hablar de ello todavía. Pero sí… fueron muy duros. Partía de la nada, no era nadie. No es que ahora lo sea, pero empecé de cero y cualquier cosa, cualquier logro, me satisf acía. Por ejemplo, trasladarnos a ese edifcio en el que tenemos nuestro estudio.
Mis direcciones Fundación LUMA para el arte contemporáneo, en
Arlés. luma-arles.org Chassagnette, un delicioso restaurante en
Arlés. chassagnette.fr La Colombe d’Or, un hotel con encanto, en Saint-Paul de Vence. la-colombe-dor.com
La Grande Motte, una ciudad de vacaciones ‘sesenteras’ a la orilla del mar. Fundación Vasarely y sus exposiciones, en Aix-enProvence. fondationvasarely.org
Al principio era muy naïf. Recuerdo cuando era dependiente en Comme des Garçons, llegaba a casa por la noche y me dedicaba a pensar en mis propias creaciones con muchas ganas. O hacía un desfle y a la mañana siguiente volvía a la tienda a vender y era realmente agotador. No tenía taller y producía mis colecciones casi en la calle, organizaba mi reunión con la patronista en los bancos de la Plaza de losVosgos, en pleno Marais, a las ocho de la mañana, antes de ir a Comme des Garçons. Ese tipo de cosas. No tenía clientes, solo diseñaba mis colecciones, pero al mismo tiempo todo esto me resultaba más excitante que duro. El artículo de prensa más insignifcante, la mínima difcultad que superábamos, una pequeña boutique que se interesaba por nosotros se convertía en algo realmente bello.Todo era positivo en mi cabeza. Era duro, pero yo no lo notaba. Supongo que era muy fuerte y lo entendía todo como algo ultrapositivo. Me percaté de que comenzaba a captar la atención como diseñador y eso me generaba mucha más energía. Sentía que tenía algo que decir y la gente lo notaba. No conseguía siquiera enseñar mis prendas pero había algo excitante en la necesidad de explicar a esas mujeres dónde querían ir. Ahora tengo éxito pero sigo siendo aquel niño campesino que vendía frutas con su madre.A pesar de que no pase todo el tiempo que me gustaría en la Provenza he de reconocer que soy un hijo del sur.Y eso es algo que reivindico con orgullo.