TRAS SU HUELLA
Utilizó la moda como un arma estética y política con la que afrontar una vida de heridas, dolor y genialidad. La ropa, la obra y otras piezas de FRIDA KAHLO son objeto de una espectacular exposición sobre la artista.
Frida Kahlo (México, 1907-1954) ‘diseñó’ primero su nombre (se llamaba Magdalena Carmen Frida) y después su fecha de nacimiento, manteniendo siempre que vino al mundo en 1910 para hacerla coincidir con la revolución mexicana. Después, siguió, hasta que logró hacer de sí misma su mejor obra de arte. Convirtió su cuerpo destrozado en símbolo feminista y en una poderosa herramienta reivindicativa de su identidad y sus ideas. Esta peculiaridad, prácticamente inédita en la historia del arte, da pleno sentido a la exposición que le dedica el Victoria & Albert Museum de Londres, Making Her Self Up, una muestra no dedicada a la obra de la artista (aunque también) sino a sí misma. Los vestidos que utilizó para dar forma a su personaje, los corsés con los que sostenía su espalda dañada y que ella decoraba con motivos como la hoz y el martillo o la silueta de un feto en recuerdo a sus abortos, la pierna ortopédica que utilizó en su último año de vida, cuando le fue amputada esta extremidad… «Este proyecto ofrece una visión sobre cómo la artista construyó su propia identidad, la de un símbolo feminista contracultural. Es una oportunidad extraordinaria para conocer un archivo que nunca antes ha salido de México», explica la comisaria, Claire Wilcox. Ha logrado reunir más de 200 objetos entre joyas, cosméticos, cartas y medicinas que per- manecieron guardados bajo llave en la Casa Azul de México durante 50 años, siguiendo el deseo de Diego Rivera cuando ella murió. En 2004, transcurrido este tiempo, se abrieron esas cajas envueltas en polvo y secretos. Nadie utilizó la moda como ella. «Frida era asertiva, independiente, inteligente y creó cuidadosamente esa identidad totalmente al margen de la moda de su tiempo», añade Wilcox. «Planteaba su vestuario de manera muy artística, arreglándose cada mañana, colocando fores frescas en el pelo y pintando, incluso, la ropa. Era muy consciente de su apariencia pero la construyó bajo sus propios valores políticos y estéticos. No era una esclava de su aspecto». Entre los vestigios de esa vida inclasifcable está también el lápiz con el que perflaba su ceja, tal vez el atributo capilar más célebre de la historia del arte junto con el bigote de Dalí y la peluca de AndyWarhol. También se pueden ver numerosos autorretratos, técnica que ocupa el grueso de su producción creativa, que comenzó pintando gracias a un sistema de cianotipia colocado sobre su cama durante las largas temporadas que pasó en la misma tras el accidente de autobús que sufrió a los 18 años. Este suceso la condenó a una vida de dolor permanente que ella combatió con su carácter único y su audacia sin freno, convirtiendo su vestuario y maquillaje en la mejor arma de autodefensa.