ORGULLO SIN PREJUICIO
Es difícil imaginarlo, si se mira con los ojos del siglo XXI. Hay que ponerse en los zapatos de las más de diez mil personas que aquel 25 de junio de 1978, hace ya cuarenta años, se echaron a las calles para celebrar en toda España –la convulsa España de los setenta– el primer Día Internacional de la Liberación Homosexual.Y aun así, cuesta creerlo. Se nos descuelga la mandíbula y nos frotamos los ojos, perplejos, al constatar con tristeza que la verdad se escribiría lentamente y con letras de sangre; al comprender que el cambio tendría que llegar, pero que primero tocaba sufrir. Tal vez por eso, alguien anónimo, un audaz entre diez mil audaces, decidiera darlo todo en un acto simple y heroico: el de pedir respeto escribiendo en un trozo de tela blanca esa verdad tan sencilla. Quizá por eso, escogió treinta y tres letras capitales, y quiso gritarle al mundo un mensaje que quedó atrapado para siempre en esas cinco palabras, certeras y desgarradoras: «No somos maricones, somos transexuales». Acaso ese tormento fuera la razón de que en esta primera pancarta por la libertad sexual, esa persona, una de tantas valientes y hartas a partes iguales, diese alta y clara esta consigna, minutos antes de encaminarse hacia una manifestación para la historia. Junto a aquel lamento, otros no menos estremecedores: «La Iglesia no nos acepta, pero Dios nos quiere» o «Qué demasiao, todos los peligrosos nos hemos juntao » en referencia a la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social –que sustituía a la Ley de Vagos y Maleantes, y que aprobó el régimen franquista el 4 de agosto de 1970 «para el control de todos aquellos que practicaran la mendicidad, la homosexualidad, el vandalismo, el tráfico y consumo de drogas, la venta de pornografía, la prostitución y el proxenetismo, así como de los inmigrantes ilegales y de cualquiera que fuera considerado peligroso moral o social »–. Visto lo visto, sobra decir que han sido cuatro décadas de sudor y lágrimas para poder superar, lenta y dolorosamente, ese miedo intrínseco nuestro a la diversidad. Pero a pesar de todo el sufrimiento, hoy toca celebrar, sentirnos orgullosos del resultado de nuestra lucha por la libertad sexual. Lo decía Christopher Bailey al presentar su colección para Burberry inspirada en el arcoíris, el hermoso símbolo de inclusión y alegría que inunda las pasarelas y este número que tienes entre manos: «Nunca ha habido un momento tan crucial como este para decir que nuestra diversidad es la que alimenta nuestra fuerza y nuestra creatividad». Así pues, abracemos los colores del arcoíris, soberana bandera LGTBIQ, y defendamos la mejor de las causas: LA LIBERTAD.