CRISIS… ¿QUÉ CRISIS?
Debutó en el cine con ‘La buena vida’ en 1996, un retrato adolescente con Lucía Jiménez y Fernando Ramallo. DAVID TRUEBA recupera ahora los mismos personajes y actores en ‘Casi 40’. Hablamos con él sobre esta etapa vital.
DavidTrueba (Madrid, 1969) convirtió su ópera pr ima, La buena vida, en un icono generacional. Después siguió con Soldados de Salamina o Vivir es fácil con los ojos cerrados, mientras publicaba novelas como Saber perder o Cuatro amigos (ambas con Anagrama). PREGUNTA: ¿Qué ha cambiado en ustedes después de más de 20 años? RESPUESTA: Me gusta ver a Lucía y Fernando en ese punto de su vida en el que ya no son unas promesas, sino que ya se puede valorar dónde han llegado. Al mismo tiempo, quería recuperar el entusiasmo de esos chicos de 16 años que trabajaron la primera vez conmigo. P: La virginidad y la inocencia no se recuperan una vez se han perdido… R: Siempre me ha preocupado eso y he tratado de evitarlo a través de mis diferentes ofcios. Combinar cine y literatura me da margen para olvidar cómo lo hacía antes y recuperar esa sensación de la primera vez, cuando te estás muriendo de miedo. Rafa Nadal dice que ya no le sorprende nada pero, al mismo tiempo, nunca sabe cómo acabará el próximo partido y por eso solo se centra en la siguiente bola. Es el ‘partido a partido’ del ‘Cholo’ Simeone, una flosofía magnífca para lidiar con la vida. P: Nadal nunca volverá a jugar una primera fnal de Roland Garros. R: Pero tiene que jugarlas como la primera vez porque en cuanto te dejas llevar por esa confanza de haber pasado antes por ello te empiezas a equivocar, porque nunca las cosas suceden igual. Convertir la experiencia en una guía es un error porque no se trata de repetir. P: En su película se aprecia cierto desencanto… ¿La sensación de renuncia es inevitable cuando se rozan los 40? R: Esto es un juego de caminos no recorridos: cómo habría sido mi vida si hubiera hecho tal cosa, cómo sería yo si… Es interesante lo que somos, pero hay algo todavía más potente, lo que no somos. Lo que te podría haber ocurrido pero no te sucedió. P: Ha hecho un ejercicio de honestidad brutal. R: Uno tiene que ser coherente con lo que está narrando. Como sucede con las contradicciones entre el discurso público de una persona y su modo de vivir privado. Esa discordancia que produce una gran incomodidad porque te hace pensar que nada era de verdad. En los trabajos artísticos ocurre igual, no puedes estar tomando determinadas posiciones si estás contando otra cosa. P: ¿Cómo defnirías esta etapa de la vida, a la que llamas segundo acto? R: Es la mitad de la existencia y surge la necesidad de hacer un pequeño recuento, contarse a uno mismo quiénes somos y si hemos cumplido nuestras expectativas. Hay una sensación de examen de tu propia vida, de enfrentarse a una selectividad nueva. Es un lugar de duda, de tomar fuerza para seguir y apreciar vacíos que rellenar ahora que todavía estamos a tiempo.Y más ahora, que se ha retrasado la estabilidad profesional y familiar. Esas cuestiones antes se solucionaban al fnal de la década de tus 20, ahora es en la de los 40 y eso es un disparate biológico. P: Imagínese cómo sería un casi 50. R: Yo ya casi lo estoy viviendo, pero para contar las cosas uno necesita distanciarse. Siempre he intentado que en mis trabajos haya una cierta representación de mí. Es como mirar una foto de cuando tenías 16 años. Me puedo reír del pelo, de las gafas, ver que hay cosas mejorables, pero no renegar. Lo importante es preguntarte: «¿Eras tú?».Y que la respuesta sea «sí». Si haces lo que los demás esperan, pasado un tiempo se convierte en un disfraz que se ha quedado pequeño. Si vas vestido de ti mismo, aunque te equivoques, siempre serás tú.