Harper's Bazaar (Spain)

LA SALA DEL TESORO

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JAIME BOTÍN, el coleccioni­sta más exquisito de la familia de banqueros, cede parte de su colección al Centro Botín de Santander. La conservado­ra MARÍA JOSÉ SALAZAR desvela los secretos de estas obras y su apasionado dueño. ¿Por qué de su más que jugosa colección privada ha elegido solo estas ocho obras? Dice mucho de él el hecho de que vivía rodeado de estas piezas. No estaban guardadas en un almacén, sino colgadas en el salón de su casa, en unos lugares de su hogar importante­s, y las descuelga para enseñarlas al público. Le gusta que las disfrute más gente y no solo él. Me ha parecido generoso por su parte. ¿Qué le sorprendió de estos cuadros cuando los vio por primera vez? Que todos ellos eran retratos. Cuando los observé me di cuenta de que había una unidad, pese a ser de autores y estilos tan diversos como el fauvismo de Henri Matisse, la nueva figuración de Francis Bacon, el cubismo de Juan Gris o el modernismo de Nonell. Por eso pedí hacer una entrevista, hablar personalme­nte con el coleccioni­sta, saber qué había detrás de todas ellas. ¿Qué encontró? Que, efectivame­nte, le encantaban los retratos. Me contó que le apasionan por la sensibilid­ad que demuestra el artista al captar el alma de su modelo, por la delicadeza que requiere y por la dificultad que entraña esta técnica. ¿Qué otras obras hay en la colección privada de Jaime Botín? Lo desconozco, pero siente un interés especial por los artistas españoles, porque que cree que, en muchos casos, no han gozado del reconocimi­ento internacio­nal que sí han merecido otros autores. ¿Le habló de dónde viene semejante pasión por el arte? Me contó que cuando tenía 11 años le llevaron a ver una exposición de José Gutiérrez Solana en el Ateneo de Santander, y eso marcó su vida. Le abrió los ojos al mundo del arte y le transmitió tal fuerza que desde entonces ha continuado visitando exposicion­es, yendo a museos, leyendo sobre arte… Solana le ha enriquecid­o mucho, pese a ser un artista bastante difícil de apreciar y oscuro. Por eso hay una obra suya en esta colección, es un retrato de Emeterio, El constructo­r de caretas (1944). ¿Cuál es la pieza más valiosa? Tal vez el Bacon, Self Portrait with Injured Eye (1972). Es pequeño, pero magnífico. El Sorolla Al baño. Valencia (1908) es también maravillos­o. ¿Hay alguna por la que le haya confesado sentir un cariño especial? Dice que sería muy difícil para él elegir una sola, no podría. Estas ocho piezas son muy especiales para él, por una razón u otra. Por ejemplo, el Matisse, Femme espagnole (1917) está ahí porque representa a una mujer española. El pintor francés viajó a España en 1911 para visitar el Museo del Prado y Andalucía, y la luz que descubrió cambió su pintura para siempre. Marchó de nuestro país con una paleta llena de luz y una maleta cargada de mantillas y peinetas, como las que aparecen en este cuadro. ¿A usted cuál le gusta? Todas, pero Mujer de rojo (1931), de Vázquez Díaz, me parece maravillos­a. A a él también. Además, está Retrato de mi madre (1942), de Pancho Cossío; Arlequín (1918), de Juan Gris, y Figura de medio cuerpo (1907), de Isidre Nonell. Cada una eleva la colección, aunque sea pequeña. ¿Cómo es

Jaime Botín como coleccioni­sta, usted que lo conoce? Dice que se deja llevar por lo que le entre por los ojos. Compra lo que le gusta y le emociona.

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Femme espagnole (1917), de Henri Matisse.
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Mujer de rojo (1931), de Daniel Vázquez Díaz.

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