Harper's Bazaar (Spain)

UN DULCE RETIROCARI­BEÑO

Redefinien­do el lujo descalzo en Santa Lucía.

- Por Eléonore Marchand

Bienvenido­s al paraíso», declara el piloto por la megafonía del avión al tocar tierra en el aeropuerto internacio­nal de Hewanorra, en Santa Lucía, en sintonía perfecta con la canción Kokomo de los Beach Boys, que suena de fondo. De algún modo, nada de esto parece un cliché cuando llegas a la frondosa isla volcánica situada en el este del mar Caribe y que cuenta con una densa vegetación, playas de agua color turquesa, coloridos pueblos pesqueros y plácidas plantacion­es de cacao. El único país del mundo que toma su nombre de una mujer (Lucía de Siracusa, una mártir cristiana), la isla de Santa Lucía, destaca de múltiples maneras. A lo largo de la historia, el mando de la isla ha cambiado de manos 14 veces entre Francia y el Reino Unido hasta que la isla logró la independen­cia. Unos habitantes de orígenes africano, criollo, indio, francés y británico conforman una rica y palpable herencia cultural. La isla es un destino muy buscado gracias a su exótica y ecléctica belleza, atrayendo a un visitante de alto nivel. El hotelero Roger Myers, dueño del Sugar Beach, un resort Viceroy, tiene algo que ver con el seductor atractivo de la isla. Antiguo contable de The Beatles, Myers dejó el negocio musical para convertirs­e en un exitoso restaurado­r londinense. Años más tarde, se mudó a Santa Lucía para iniciar otro proyecto. «Mi mujer dijo:‘Compremos una casa aquí’, y le dije:‘De ninguna de las maneras’. Así que la compramos», cuenta Myers con sentido del humor. Y aquí se quedaron. Tras la casa, Myers decidió adquirir Sugar Beach, por aquel entonces un hotel de todo incluido situado en una plantación de 40 hectáreas entre los dos puntos más signifcati­vos de la isla, los dos pitones, un par de agujas volcánicas montañosas también conocidas como los picos gemelos de Santa Lucía y reconocida­s por la Unesco como lugar Patrimonio de la Humanidad. Atraído por lo que describe como una belleza y misticismo inenarrabl­es, Myers se propuso transforma­r la propiedad en un hotel caribeño de lujo. «Un elefante solía pasear por esta playa», dice en referencia a Bupa, el elefante del excéntrico aristócrat­a británico Lord Glenconner (Colin Tennant), que tenía una casa adyacente a Sugar Beach y cuyo elefante, traído de la India, vagaba libremente por la propiedad. Glenconner descubrió en un principio la isla de Mustique, que adquirió a fnales de los años 50 y transformó gradualmen­te en el atractivo destino de la jet set que acabó siendo. Tras unos problemas económicos, se retiró a la isla vecina de Santa Lucía, donde se construyó una casa inspirada en el Taj Mahal y donde recibía la visita de otros aristócrat­as como la princesa Margaret.Y pese a que Glenconner y el elefante han fallecido, su casa aún puede ser vista en un estado dilapidado pero aún místico.

Actualment­e, Sugar Beach sigue atrayendo a un grupo glamuroso, contando entre sus visitantes a Gwyneth Paltrow, o Matt Damon y su esposa Luciana, que renovaron sus votos en la fnca. La marina frente a Sugar Beach se ha convertido en punto de anclaje natural para yates de lujo, como los de Bill Gates y Richard Branson, que han anclado frente a la playa. Gestionada por el Viceroy Hotel Group, la amplia variedad de habitacion­es, villas, bungalós en la playa y residencia­s de las que dispone la propiedad aspira a perfeccion­ar el lujo descalzo. Al llegar, a cada huésped se le asigna un mayordomo para organizar, además de las opciones gastronómi­cas, actividade­s como el submarinis­mo, la tirolina, los tratamient­os de spa o un viaje en alguno de los tuk tuk de la fnca –coloridos carritos de tres ruedas motorizado­s importados del sur de Asia–.Y pese a que gracias a todo esto Sugar Beach representa la escapada perfecta, se ha convertido también en una oportunida­d inversora, ya que la mayoría de las villas han sido vendidas a compradore­s individual­es, que pueden determinar si quieren poner en alquiler la propiedad para obtener benefcios o si en cambio desean pasar allí sus vacaciones y disfrutar de las instalacio­nes. Myers expandió aún más el proyecto con The Beachfront Collection, un nuevo conjunto de casa de lujo situado en una playa de arena blanca que compró a Lord Glenconner. Diseñadas por el premiado estudio de arquitecto­s Michaelis Boyd Associates, estas nuevas propiedade­s están en alquiler y en venta, con precios que van de los 6.500.000 a los 12.000.000 de euros, y han sido concebidas con un toque más moderno, uniendo exterior e interior mediante paredes de cristal, con vistas al océano, una infnity pool y acceso privado a la playa, para que los invitados no carezcan de nada. «Quería crear algo realmente cool –explica Myers–, sin la congestión de la mayoría de los hoteles de cinco estrellas del Caribe». Y con su inapelable mezcla de encanto colonial, esplendor moderno y glamour sin pretension­es, parece que Myers ha logrado con habilidad crear la que para muchos es la escapada caribeña perfecta.

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Vista desde la piscina del Sugar Beach.
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Las habitacion­es en Sugar Beach empiezan en 360 euros (viceroyhot­elsandreso­rts. com/en/sugarbeach). El alquiler en The Beachfront Collection va de los 5.000 a los 6.500 euros por noche (sugarbeach­residences.com).
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Residencia del Beachfront con vistas al Petit Piton. A la izquierda, el Palm Court Lounge. Abajo, infnity pool en una residencia del Beachfront y vista del Grand Piton.

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