Heraldo de Aragón

Ribera, ecologista radical

Aunque transmite una buena imagen, la ministra para la Transición Ecológica sostiene a veces opiniones y posturas que resultan muy radicales. Parece seguir en ello la estela de Cristina Narbona, que fuera ministra con Rodríguez Zapatero

- Por José Luis Moreu Ballonga José Luis Moreu Ballonga es catedrátic­o de Derecho jubilado

La vicepresid­enta Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfic­o, da buena imagen en sus comparecen­cias. No hace declaracio­nes crispadas y se explica con razonable claridad. Y ya al final de la legislatur­a, es una de las pocas personas que empezaron en el Gobierno de Sánchez y que permanece allí. Acaso se la cree persona de conocimien­tos profundos en los difíciles temas de la gestión de la energía, la demografía o la protección ambiental. En realidad, ha impartido docencia universita­ria, pero no es doctora, ni parece contar con publicacio­nes de fuste en ninguna de esas materias. Ingresó por oposición en la Administra­ción del Estado y ha desempeñad­o, antes y durante el mandato de Rodríguez Zapatero y después, varios cargos políticos. Tiene amplia experienci­a de gestión. Pero hace unos días José Luis de Arce, criticando en HERALDO (22 de marzo) una bastante mejorable regulación sobre familias numerosas, afirmaba que la vicepresid­enta es «radical y simplista».

Pienso lo mismo. Ribera es una ecologista muy radical. Me recuerda a Cristina Narbona, radical en sus ideas y en las normas que inspiró (Ley 26/2007, de daños ambientale­s) y también fichada en su primera legislatur­a por Rodríguez Zapatero. Narbona acabó enfrentada a los cazadores, los agricultor­es y los ganaderos del país y contempló grandes manifestac­iones contra sus políticas. En la segunda legislatur­a de Zapatero ya no se contó con ella como ministra y se dijo que ella se sorprendió mucho. Quizás se apercibió el PSOE de que le había restado más que sumado votos con su radicalism­o, que había dejado mucho descontent­o en, al menos, los sectores mencionado­s. También las decisiones de Ribera están produciend­o en los mismos (y en los apicultore­s, ahora) mucha oposición social y temo que bastante fundada.

Recién estrenado su cargo, Teresa Ribera dejó escapar ante periodista­s, y con la lógica gran repercusió­n, su opinión de que, si por ella fuera, prohibiría la caza. Es increíble la tan atrevida afirmación. En España, aunque en descenso en los últimos años, hay más de 740.000 licencias de caza y en muchos territorio­s, a través del turismo rural y de otros trabajos, la caza supone muchos miles de puestos de trabajo y mucha creación de riqueza. Prohibir la caza sería algo segurament­e inconstitu­cional. Con frecuencia, y así este año, causan enormes pérdidas a los cultivos los conejos, jabalíes, corzos y gamos, cuyas poblacione­s reduce la caza, aunque esta sea por sí insuficien­te para paliar este gran problema. La fauna salvaje suele resguardar­se de los cazadores en los espacios protegidos, extensos y abundantes, y así escapa a la acción del cazador. Y los animales consiguen sortear o romper las vallas con las que los agricultor­es intentan proteger sus cultivos. A veces se comen piensos puestos para la ganadería.

También se muestra radical Ribera en la política hidráulica. Así, en la polémica de 2021 sobre si demoler o no el embalse de los Toranes, en el río Mijares, defendió la demolición, aunque rectificar­a al final. Hoy una sentencia reciente ha vuelto a la idea de de

«En la polémica de 2021 sobre si demoler o no el embalse de los Toranes, en el río Mijares, defendió la demolición, aunque rectificar­a al final»

molerlo. En la polémica sobre el casi acabado embalse de Mularroya, se opuso mucho tiempo a sumarse al recurso de casación de los regantes ante el Tribunal Supremo (TS). Aunque también rectificó al final, parece que fue por las presiones del Gobierno aragonés, que debió de convencer en esto al presidente del Gobierno. El recurso luego lo estimó el TS. En el plan hidrológic­o del Ebro, que se ha aprobado el pasado enero por decreto, como los otros planes para los ríos de competenci­a estatal, Ribera ha conseguido excluir, de aquí al 2027, buena parte de las obras recogidas en el Pacto del Agua de 1992, que todavía están como aspiración social en la vigente Ley del Plan Hidrológic­o Nacional de 2001-2005. Otro conflicto ilustrativ­o sobre Ribera es su decisión de imponer por primera vez, para proteger los ‘caudales ecológicos’ del Tajo, reduccione­s progresiva­s del caudal circulante por el acueducto Tajo-Segura y la subida del precio del agua desalada, favorecien­do a Castilla-La Mancha y perjudican­do a Levante, Andalucía y Murcia, territorio­s estos muy poblados y con mucha necesidad de agua de riego. Se la acusa allí de haber dado un nuevo ‘hachazo’ al trasvase.

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