Heraldo de Aragón

Dos señoras sonrientes

- Javier Sebastián Javier Sebastián es escritor

No tengo ganas de hablar de Clara Ponsatí, esa señora que en 2017 puso pies en polvorosa y se largó a Bruselas, igual que ella no tiene ganas de hablar con ningún juez. Como ella desobedece, yo también, porque si el otro día se presentó en Barcelona tan sonriente (eso sí, una vez derogado el delito de sedición, no antes) fue para que todos hablaran de lo valiente que era. Pues yo no. Ni tampoco quiero hablar de que, en su opinión, era irremediab­le que la independen­cia de Cataluña costara algunos muertos, pero que valía la pena. Mientras los tiros la cojan en Bruselas, da igual. Como a Puigdemont, otro genio de la comedia, que la ha mandado a Barcelona de cebo, a ver qué pasa. Ya lo dijo el profesor Francisco Rico: «Las bufonadas del ‘procés’ son un espectácul­o regocijant­e». Tampoco me apetece hablar de Laura Borràs, esa otra señora que sale en todas las fotos riéndose a carcajadas. El TSJC la ha condenado a cuatro años y medio de prisión y 13 de inhabilita­ción por malversaci­ón y todos los partidos del Parlament le exigen que se marche. En cambio ella, muerta de risa. Me alegra que todo esto les resulte tan gracioso, porque a mí también. Pero no quiero hablar de ellas, por muy buenas comedianta­s que sean. Por muy ‘no surrenders’. Igual que Cervantes no quiso hablar en el prólogo a la segunda parte del Quijote de un tal Avellaneda, que escribió una continuaci­ón apócrifa, yo tampoco voy a hablar de esas dos señoras tan sonrientes. Dientes, decía Isabel Pantoja. Dientes y pasión.

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