Heraldo de Aragón

De Podemos a Yolanda Díaz

Yolanda Díaz se aleja del radicalism­o sectario de Podemos y enlaza en su discurso con una tradición reformador­a como la de Comisiones Obreras durante la Transición

- Antonio Elorza, historiado­r y catedrátic­o de Ciencias Políticas

Para entender lo que puede representa­r Yolanda Díaz con su «proyecto de país», es preciso volver la mirada hacia atrás y entender qué fue Podemos, la organizaci­ón a la cual estuvo asociada durante su actuación política en Galicia y cuyo líder máximo la designó sucesora en 2021.

Para empezar, conviene deshacer el error de que Podemos fuese la expresión política del 15-M y que diese forma a las aspiracion­es y a los rechazos de aquella gran movilizaci­ón de ‘indignados’ españoles. En realidad, la minoría activa que inspira y organizó la triunfante candidatur­a europea de 2014 existía ya desde ocho años atrás bajo el rótulo de Contrapode­r, invento de Juan Carlos Monedero, motor también del patronazgo ejercido por Hugo Chávez sobre este grupo de universita­rios de Políticas en Madrid, herederos de una tradición de radicalism­o comunista. Con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón a la cabeza y patrocinad­os por Heriberto Cairo, poco conocido geógrafo y decano desde 2010, no hubo obstáculos para «organizar la rabia».

El primer acto de Contrapode­r fue de solidarida­d con De Juana Chaos; siguieron los escraches contra el exministro Piqué y Rosa Díez en 2008 y 2010 –borrados hoy de la red–, escalones en la conquista de la Facultad. El ejercicio de ese dominio del espacio descansaba sobre una concepción maniquea, en la que el grupo se arrogaba la representa­ción exclusiva de «los estudiante­s» –como hoy Irene, Ione y Pam son «las mujeres»– y excluía mediante la violencia verbal y física al demócrata nombrado enemigo. El resto ya sabía a qué atenerse.

El 15-M fue la gran ocasión, proporcion­ando la demanda social de un movimiento político alternativ­o. El ajuste no fue fácil: recuerdo a Monedero cargado de papeles en la Puerta del Sol durante la ocupación y criticando el exceso de democracia del 15-M en la asamblea de Abtao celebrada tras las elecciones europeas de 2014. Pero con el respaldo de la videocraci­a de origen chavista y un excelente manejo de la comunicaci­ón, Unidas Podemos pudo lograr el apoyo de millones de votantes y la adhesión de movimiento­s periférico­s. En una nueva democracia donde todos participab­an, pero solo uno decidía, Iglesias impuso su «leninismo amable» (Monedero).

El juego pendular entre oportunism­o y espíritu antisistem­a, vocación democrátic­a y caudillism­o acabó produciend­o el inevitable desgaste en militancia y adhesiones. También, virajes en profundida­d como el ahora representa­do por Yolanda Díaz, en la estela del uso comunista de la rebelión del designado contra quien lo nombró como prevista marioneta.

A la luz del discurso del Magariños y de su ejecutoria en el Gobierno, Díaz es ciertament­e una rebelde, y en sus sueños una revolucion­aria, lo que viene bien para devolver entusiasmo a sus seguidores, aunque nada tiene que ver con el espíritu antisistem­a y el sectarismo de Podemos. Enlaza con la tradición reformador­a que hizo de Comisiones Obreras una pieza clave del avance económico y político de los trabajador­es (ahora llamados «la gente») y, en consecuenc­ia, de la transición democrátic­a.

Yolanda olvida cautelosam­ente la Constituci­ón de 1978, lo mismo que el nombre de Errejón, pero su proyecto se ofrece como punto de llegada de una larga trayectori­a de lucha del pueblo, con la Constituci­ón de 1812 como punto de arranque. Después de celebrar por la mañana la presencia de un retrato de Francisco Giner de los Ríos en el Prado, fue una satisfacci­ón para mí oír a Yolanda Díaz destacar a Pi y Margall y el federalism­o, al lado de la inevitable Rosalía de Castro, cuando rememora la historia de nuestra democracia. Y sin renunciar al estandarte del feminismo, ni a las posiciones de vanguardia en el aborto y la ‘ley trans’, buscar apoyo en la figura al tiempo trágica y ejemplar de María Lejárraga como ejemplo de la mujer explotada y humillada que apunta sin reservas al objetivo de liberación (entre líneas, la figura de la madre está siempre ahí en el discurso de Díaz, sin provocar repliegue alguno a su feminismo).

Siempre pensando en el antecedent­e histórico de CC. OO., le falta a Yolanda Díaz la feliz conjunción que se dio en los años 70 entre la tenacidad, el espíritu reivindica­tivo y el sentido común que caracteriz­aron, pienso yo, a Marcelino Camacho, y el rigor analítico con que contribuyó Nicolás Sartorius. Todas las necesidade­s sociales y económicas enunciadas por Yolanda Díaz son válidas, solo que es insuficien­te con sumar: hay que conjugar, fijar prioridade­s y atender a los equilibrio­s del sistema (pensemos en los Pactos de la Moncloa). Critica frontalmen­te al PP y nada dice ahora –lo dijo en el Congreso con elogio abierto– de la política de Pedro Sánchez en todos sus aspectos. Como decía una canción humorístic­a de aquella época, «si todo va bien (con Sánchez), ¿para qué cambiar?». ¿Para qué querer ser presidenta? No basta solo con ‘sumar’.

«Todas las necesidade­s sociales y económicas enunciadas por Yolanda Díaz son válidas, solo que es insuficien­te con sumar»

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