Heraldo de Aragón

El Ebro y la Canal Roya

José Luis Sánchez Sáez Se apela a la moralidad para criticar el proyecto de telecabina en la Canal Roya, como si no hubiésemos construido y humanizado tantos espacios naturales

- José Luis Sánchez Sáez fue alcalde de Sallent de Gállego (Huesca)

Hay momentos y momentos en la vida. Si orillas ahora aquellos en los que se vive la angustia, la tristeza, el desasosieg­o y te aproximas al otro lado, el de la serenidad, el de la conformida­d con el estar, si buscas esos momentos envolvente­s en que el alma y el mundo entran en especial sintonía, momentos en los que somos parte de ese adagio que cada día recrea la naturaleza, momentos en los que tomar el aire es aspirar la vida, cuando abrir los ojos es un acto de creación y posesión de la belleza, y te sientes dios, si buscas esos momentos, súbete a la montaña virgen o pasea por las márgenes vírgenes de un río al atardecer.

Ver cómo el agua del río, limpia, marcha como si tuviera un destino y quisiera ayudarnos así a encontrar el nuestro; ver cómo el agua acaricia las orillas una y otra vez, sin fin, haciéndono­s partícipes de esa eternidad; o dejarse envolver por el penetrante silencio de las cumbres, someterse al fiero brillo del sol sobre tus hombros y, en el atardecer, participar en el desfilar silencioso del sol, replicado y reiterado en las luces y sombras… sí, sí, eso es ser dios.

La paradoja está en que nuestra especie, para sobrevivir, tiene que intervenir y administra­r esos espacios, con el fin de sostener el animal que somos. Y es claro, había que cruzar el Ebro. Había que quebrar su sereno deslizar, su imponente imagen, y lo hicimos. Con un duro paredón de piedra y allí donde dicen que se apareció una Virgen, nada menos. Ese paredón soportaría una gran calzada y se apoyaría en unos enormes pedestales que patearían nuestro río, con la imperativa y prepotente forma que conlleva la ignorancia de lo bello en sí y por sí mismo.

En un acto ¿gratuito?, burlamos la fuerza del Ebro y lo humillamos, añadiendo el sarcasmo de pasearle miles y miles de coches cada día por sus espaldas. Ahí está, una agresión (de las mil que provocan los urbanitas) difícilmen­te digerible y hoy digerida con la descontext­ualizadora facundia que es capaz de generar la buena voluntad cuando, además, esa buena voluntad se apoya torcidamen­te en la ignorancia de los actos propios.

Sí, ignorancia de la necesidad humana de administra­r nuestros espacios para proveer nuestra subsistenc­ia. Sí, facundia, cuando se acepta cruzar el Ebro y no se acepta cruzar la Canal Roya añadiendo descalific­aciones gruesas apelando a la moralidad.

Conocemos las necesidade­s de la montaña y las afecciones que se crean, y sabemos de las exigencias para sobrevivir hoy en el mercado de la nieve. Pedimos que se contextual­ice lo que se propone con lo ya hecho, y aportamos un ejemplo de necesidad y de afección urgida al cruzar el Ebro. El objetivo no es otro que la necesidad de conservar ciertos ecosistema­s humanizado­s. La forma que pedimos a la crítica es que se practique, ¡sí!, pero apeándose de descalific­aciones morales manipulada­s.

«Sí, facundia, cuando se acepta cruzar el Ebro y no se acepta cruzar la Canal Roya añadiendo descalific­aciones»

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