El Gobierno desdeña el plan de Aragonès e insiste en que el referéndum no se hará
● El presidente de la Generalitat de Cataluña pone aun así en cuarentena el portazo de Sánchez. «Todas las negociaciones –sostiene– empiezan con un no»
MADRID/BARCELONA. El Gobierno ha recibido con poco interés y sin excesiva alarma el anuncio del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, sobre la activación de su plan para redactar una nueva propuesta de referéndum, inspirada en la ley de claridad canadiense. Su intención sería presentarla al Ejecutivo que corresponda a finales de este mismo año o principios de 2024, tras las próximas generales, pero los socialistas cerraron ayer la puerta a su puesta en marcha.
La ministra de Hacienda y número dos del PSOE, María Jesús Montero, insistió en que la consulta sobre la independencia «no se va a hacer». «Está contra la Constitución, no tiene ningún sustento; cualquier propuesta que se plantee debe seguir fielmente los elementos constitucionales», adujo. El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, también incidió en la misma idea, pero con un tono aún más desdeñoso. «Seguimos en campaña electoral –ironizó– y yo respeto todas las propuestas que puedan hacerse por poco útiles y realistas que me parezcan, pero el Gobierno tiene claro lo que quiere hacer».
En el Ejecutivo defienden que las «arriesgadas» medidas tomadas por Pedro Sánchez en relación a Cataluña –la concesión de indultos parciales a los condenados del ‘procés’, la derogación del delito de sedición y la modificación del de malversación, que, no obstante, está siendo sorteada por los tribunales de justicia– han ayudado a desinflamar la situación política . Y sitúan las declaraciones del presidente de la Generalitat en el marco de la competencia interna con Junts per Catalunya.
Los socialistas entienden que las posibilidades de que la situación vuelva a crisparse son, en este momento remotas, y apelan a los datos de la encuesta CEO, el CIS catalán, que sitúa el apoyo a la independencia en un 43%, por encima del 38% de hace un año pero aún muy por debajo del 50% que dice rechazarla.
«Cataluña estuvo en un bucle que le supuso perder una década. Este tipo de propuestas –reiteró ayer Bolaños– no son el futuro de Cataluña. El futuro de Cataluña pasa por crear oportunidades de empleo, por inversiones que crean oportunidades y riqueza. Ninguna propuesta que devuelva a Cataluña a su peor pasado, que fraccione, tensione y cronifique el conflicto va a contar con el apoyo del Gobierno de España, que está en pasar página, en avanzar y en mirar al futuro».
No todos en el PSOE, sin embargo, recibieron el plan de Aragonès con idéntica tranquilidad. El presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page – que ve peligrar sus opciones de revalidar en el cargo por una coalición de PP y Vox– pareció tomárselo más en serio y advirtió de que si el Govern «vuelve a las andadas», él será el primero en acudir al Tribunal Constitucional. Page se desmarcó además de las «cesiones» de Sánchez al independentismo. Cesiones que achacó al «frentismo que hay en Madrid»
Aragonès optó también por poner en cuarentena las declaraciones de los dos pesos pesados del Gobierno. «Todas las negociaciones empiezan con un ‘no’», replicó. Tras pactar la reforma del Código Penal en la mesa de diálogo, el presidente de la Generalitat quiere abordar la cuestión de la soberanía, consciente de que ERC será decisiva en el Congreso si Sánchez suma los apoyos para seguir gobernando la próxima legislatura. «Nadie debería tener miedo a hablar, a dialogar para llegar a acuerdos», adujo.
El acuerdo de claridad de Aragonès ha recibido de entrada el rechazo de todos los flancos; del Gobierno central, que es quien tendría que negociar las condiciones de la consulta, pero también de Junts y la CUP, las otras dos fuerzas soberanistas del Parlament. Solo los comunes avalarían una fórmula a la canadiense. Él mismo aseguró que tratará de aglutinar el máximo consenso posible en Cataluña antes de elevar nada al Ejecutivo en Madrid. Y, de momento, está lejos de lograrlo.