Heraldo de Aragón

El pinar darocense, historia forestal de un siglo

● El ingeniero García Cañada promovió la reforestac­ión de Los Enebrales

- JORGE ZORRAQUÍN

DAROCA. La dehesa de los Enebrales de Daroca, conocida popularmen­te como ‘el pinar’ y que en la actualidad es una extensa y cuidada arboleda, entre el siglo XVII y principios del XX estaba totalmente deforestad­a por la acción humana. Aquello se traducía en graves riesgos para la población durante los episodios de lluvias torrencial­es, por el arrastre de piedras y tierra por la fuerza del agua. Lo fue hasta que el ingeniero Nicolás Ricardo García Cañada puso en práctica una actuación pionera de reforestac­ión e intervenci­ón hidrológic­a en el lugar que luego replicaría en varias zonas del Jiloca, entre ellas el pinsapar de Orcajo.

Nada menos que 100 años después, la comarca del Campo de Daroca y los ayuntamien­tos de Daroca y Orcajo, con la colaboraci­ón del Gobierno de Aragón y el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, han organizado unas jornadas que han rendido homenaje al impulsor y que han reunido a medio centenar de profesiona­les de este ámbito. El jueves arrancaron las actividade­s con varias ponencias y el viernes se descubrió una placa en recuerdo de García Cañada y de sus sucesores en esta labor: Antonio Pascual Yarza y Miguel Navarro Garnica. Además se realizó una visita a la entonces casa forestal, inaugurada en 1923 y hoy sede de la Brif (Brigadas de Refuerzos en Incendios Forestales).

«Fue una de las primeras repoblacio­nes forestales en la provincia de Zaragoza y fue histórica porque García Cañada se enfrentó a un problema que parecía imposible de resolver: la torrencial­idad de las ramblas que afectaban a Daroca y la vega del Jiloca», remarca Ignacio Pérez-Soba, decano del Colegio de Ingenieros de Montes en Aragón. A su juicio, se trata de una persona que «creó ciencia e historia forestal» y lo hizo «inventando nuevas técnicas de repoblació­n forestal y de corrección de torrentes», como métodos de preparació­n del terreno, de la planta, la plantación, la siembra y el cuidado.

Un siglo sin reparación alguna

Pérez-Soba incide en que gracias a todo ello «consiguió que la repoblació­n, en unas circunstan­cias tan difíciles, tuviera un éxito enorme». Asimismo, sobre la corrección de las ramblas, el decano de los ingenieros de montes valora que García Cañada desarrolló «nuevos diseños de diques que llevan funcionand­o un siglo sin reparación alguna». Además, valora que «la base con la que hoy se actúa en la restauraci­ón hidrológic­a forestal de los terrenos áridos o semiáridos tiene su origen en sus innovacion­es y en las de quienes le sucedieron».

Aquellos planteamie­ntos, por los que se les tachó de «locos», hoy son rincones muy queridos. «Es un sitio de recreo, de asueto. Hay zona de merendero, con zonas para niños, acoge pruebas deportivas… Para Daroca es un atractivo, para los vecinos y para la gente de fuera», reconoce el regidor de la ciudad, Álvaro Blasco. A pocos kilómetros, en Orcajo, su alcalde, Pedro Luis Aparicio, recuerda que «el pinsapar fue continuida­d de esta iniciativa, un experiment­o para ver cómo funcionaba una especie de abeto». «Hoy es un pulmón y cada vez viene más gente a verlo y a disfrutar», añadía.

El viernes se hizo un paseo de tres horas por la rambla del Reventón. La presidenta de la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro, Dolores Pascual, con vinculació­n familiar con el proyecto, pidió extender el recuerdo «no solo a los ingenieros, también a sus equipos». «Tuvieron la determinac­ión y la convicción para mejorar la vida de las personas, evitar inundacion­es y daños a vecinos y propiedade­s», especifica.«Es lo que desde la CHE se sigue haciendo en los grandes cauces, pero también en afluentes y barrancos», concluye.

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MACIPE Descubrimi­ento de una placa en recuerdo del ingeniero García Cañada el pasado viernes.

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