El mejor momento
La historia del club, la grandeza de este escudo y las sabidas obligaciones con uno mismo hacen insuficiente el actual estado de las cosas; pero, seguramente, estamos en el mejor momento del Real Zaragoza en mucho tiempo. En un plano deportivo, por fin se respira con cierta holgura, después de años coqueteando peligrosamente con el drama. Incluso se entró en cierto momento en un estado de práctico desahucio.
Jim obró un milagro que merece su tributo y reconocimiento, más allá de lo que cada uno apreciamos a nivel individual, en el fuero interno. Hasta hizo un segundo. Se pensó que Carcedo daría el salto hacia otro estadio y, sin embargo, se perdió por el camino de la modernidad, el ‘big data’ y las analíticas basadas en la estadística, para abrir otra de las clásicas crisis de otoño.
Afortunadamente, Escribá ha fijado, por fin, un rumbo aceptable y generalmente aceptado. No es esto poco, en modo alguno, sobre todo por venir de donde se viene, de debilidades tan obvias y manifiestas que estuvieron a punto de costar más que un desastre deportivo o un cambio accionarial.
Sin ser brillante el actual Real Zaragoza, ha aprendido a competir. Ha entendido sus debilidades y fortalezas. Suma ocho jornadas sin perder, y cuando más exigente y complicado se presentaba el calendario ha presentado su mejor versión. Ha vencido al Granada. Empató frente al Levante. Hoy se sabe capaz de imponerse a cualquiera, incluso a escuadras que se sitúan en la porfía del mayor de los objetivos posibles en esta competición, el ascenso directo a Primera.
Si esto ocurre sobre el terreno de juego, el clima social también ha experimentado un giro que puede ser relevante. Al menos esto anunció el comportamiento de La Romareda durante la segunda parte del encuentro disputado frente al Racing de Santander. Regresó al estadio el ambiente de comunión con el equipo. Hubo una unión estrecha en la victoria. Se festejó. Se celebró. Emergió una alegría que estaba en la memoria y casi en el olvido, por las contadas veces que se ha goleado de esta manera en la última década. El zaragocismo expresó sentires que desbordaron los márgenes de la supervivencia, la resistencia o la simple angustia, compañeras de tantas tardes, temporadas y lustros. Por supuesto, no se miró al palco, a Raúl Sanllehí, en particular, como director general, quien el pasado mes de noviembre experimentó que la ola de la presión puede subir hasta su mismo cargo. Esta vez, la afición hizo correr la ola mexicana en la grada, quizá señal de algo mejor.