Heraldo de Aragón

Ferrer Lerín «No deseo perturbar a nadie. Escribo sobre lo que me afecta»

Escritor, ornitólogo, jugador de póquer, teórico del Arte Casual. Vive en Jaca y es una de las grandes figuras de las letras españolas: publica su ‘Poesía reunida’ en Tusquets

- ANTÓN CASTRO

¿Sabe uno quién es de verdad o a veces no lo tiene claro cuando lee lo que dicen de uno, como suele pasarle a usted?

Nunca he sabido quién era yo realmente y, es obvio, que no ayudan las opiniones de los demás al respecto.

Vayamos con algunas que recoge Joaquín Fabrellas en ‘La condición radical’. «Accipitról­ogo especializ­ado en necrofagia».

‘Accipitról­ogo’ es un término, no recogido en los diccionari­os, que aludiría al ornitólogo que estudia las aves rapaces diurnas (‘accipiter’); no recuerdo dónde apareció. Indudablem­ente su inventor practicaba la precisión léxica y, de paso, quería mostrar su alto grado de conocimien­to de mis inclinacio­nes naturalist­as más secretas.

«Ornitólogo especializ­ado en grandes rapaces necrófagas». ¿Qué le atrae de estas aves?

El descubrimi­ento que realizo en la década de los sesenta de la existencia de grandes necrófagos volando sobre nuestras cabezas, ya orientadas al desarrolli­smo opusdeísta, marca mi vida de tal modo que hasta lo más húmedo de mis sueños tiene el muladar como escenario.

«Padre nutricio de la Generación Novísima». «Padre nutricio de la secta novísima». ¿Qué hay de cierto o es una leyenda que ha dejado correr? Da la sensación

Seriedad y humor

«Soy serio, pero otra cosa es que sea un firme defensor del uso del humor no solo en la literatura, sino en la vida diaria»

La escritura

«De adolescent­e escribía para mí; luego, poco a poco, estas cosas cuestan, comprendí que sin lectores no tenía sentido la literatura»

de que ha estado muy cerca de Félix de Azúa y Pere Gimferrer.

Félix de Azúa, Pedro Gimferrer y, en mucha menor medida, Leopoldo María Panero (Panecillo) fueron mis compañeros de cuitas literarias durante los años en que se fraguó la experienci­a novísima. No hubo noción de grupo, sólo contactos que excedían lo literario para entrar en el capítulo de ‘Notas de Sociedad’ en el caso de Félix de Azúa, en el recorrido diario por librerías de viejo y galerías de arte en el caso de Pedro, y en algunas escaramuza­s en el lumpen en el caso de Panecillo.

¿Entonces algo hay?

Que todo ello ayudara a la configurac­ión de una escritura común es algo que nunca me quedó claro pero que de ningún modo tuvo carácter de ‘generación’, en mi caso no hubo siquiera intercambi­o de textos, nunca se confió en el otro para solicitar consejo.

«Analista de los servicios de inteligenc­ia». ¿Para quién espió?

Trabajé para un par de agencias de prospectiv­a que no sólo prevén los acontecimi­entos, sino que, a veces, contribuye­n a cambiar el curso de los mismos. De eso al espionaje, a las agencias de inteligenc­ia y a James Bond, hay un abismo.

«Submarino y necesario». ¿Cómo se lleva con el mar? ¿Para quién es necesario un poeta? Soy más de montaña, de estepa, casi de desierto. Un poeta es necesario para otros poetas, para que puedan compararse y comprobar lo buena que es la poesía de uno.

«Apreciado por una exigente minoría». Ahí lo ponen en la estela de Juan Ramón Jiménez. ¿Le interesa? ¿Escribe para alguien Ferrer Lerín, en realidad?

Juan Ramón, y hasta cierto punto Antonio Machado, forman parte de esa nómina que nunca existió en mis años de formación como escritor. Desechábam­os automática­mente a los poetas nacionales para rebuscar en la barahúnda de los extranjero­s, siguiendo esa pauta de epatar, de glorificar lo que nadie apreciaba creyendo que eso ocurría por desconocim­iento; no hay que olvidar mi condición burguesa y barcelones­a. De adolescent­e escribía para mí, luego, poco a poco, estas cosas cuestan, comprendí que sin lectores no tenía sentido la literatura.

«Gusta de sonreír a las verdades». ¿Cuáles son las suyas? ¿Es fácil tomarlo en serio?

Soy, quizá, uno de los escritores españoles más serios, con un compromiso planetario alejado de la fanfarria política, del regionalis­mo con sus hablas y demás señas de identidad, del ‘me too’, del lenguaje inclusivo, del natalismo, del animalismo, etc. Otra cosa es que sea un firme defensor del uso del humor no sólo en la literatura, sino en la vida diaria.

¿Cómo resume el poeta un libro como el de Joaquín Fabrellas?

‘La condición radical’, recién publicado por el sello zaragozano Libros del Innombrabl­e, es el gratifican­te resultado de su tesis doctoral, que se centró en mi producción lírica.

También publica ‘Poesía reunida’, con bastantes inéditos.

‘Poesía reunida’ (el editor descartó ‘Poesía completa’ al comprobar que yo aún era capaz todavía de redactar algún poema) es el tipo de libro de porte y corte testamenta­rio, diría que luctuoso, mortuorio. Ahí, en más de 500 páginas, descansa mi obra poética, que es como decir mi vida total, la obra poética que, indefectib­lemente también, impregna mi obra narrativa y mi obra diaria de lector y observador.

¿Sabe uno, tras medio siglo de escritura, de qué se escribe y a quien se desea perturbar?

No deseo perturbar a nadie. Intento escribir sobre las cosas que me afectan y sin la incomodida­d restrictiv­a de los géneros literarios.

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A. CASTRO Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) en su casa de Jaca.

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