Por qué el especial de Obregón no ha disparado las audiencias
Ana Obregón ha protagonizado uno de los grandes debates nacionales del año. Su nieta, que ha tenido como hija por gestación subrogada, ha llevado a la opinión pública a un vaivén de estados de ánimo: de la incredulidad a la sorpresa, de la indignación de los críticos a la condescendencia de los defensores. Sin embargo, el especial sobre el asunto de Telecinco, con las primeras declaraciones en vídeo de Ana, no ha arrasado en audiencias. Se ha quedado en un frío 9,1% de ‘share’ y 874.000 espectadores.
Enfrente, Antena 3 competía con la luminosidad y color del espectáculo de ‘Tu cara me suena’, que destacó con un 19,3% de share y 1.847.000 espectadores. La diferencia de audiencia es abismal. Pero este año el ‘talent show’ de imitaciones no es tan competitivo, se huele que lleva meses grabado y, por tanto, está más despegado de la actualidad que otras temporadas más memorables. Apostando por el especial de Ana, Telecinco se aseguraba un programa en directo de interés totalmente complementario al de Antena 3. Y con un tema transversal, que está en todas las calles y no da pie a la indiferencia. Además, se optó por unos contertulios distintos a los habituales del ‘Deluxe’. Con el prestigio de Boris Izaguirre y Rosa Villacastín, por ejemplo. Así la cadena intenta atraer otros públicos que no sintonizan el canal por sus prejuicios sobre el micromundo de personajes creados en ‘Sálvame’.
Pero, a pesar de tener material exclusivo y la ruidosa promoción, el especial de Ana alcanzó peores datos que el veterano ‘Deluxe’ y no logró capitalizar el debate social en su plató. ¿Por qué? Porque no había apenas pluralidad de miradas y la narrativa de vídeos e incluso de enfoque de la tertulia no representaba la España actual. Más bien parecía un masaje a Ana Obregón, quizá para que pronto reaparezca en el canal o directamente fiche por él. Aunque, al final, terminará acudiendo al plató de ‘El hormiguero’ para abrazar el mejor foco mediático posible, que desde los años ochenta ha demostrado siempre desear la presentadora, actriz, guionista y bióloga.
De los programas de María Teresa Campos al ‘reality show’ del ‘cuore’ de ‘Sálvame’, la historia de la televisión demuestra que el buen magacín huye de hablar a la sociedad desde una superioridad moral, como si quisiera tutelarla. Al contrario, la crónica social que cala es la que se arremanga e intenta que todos los barrios tomen el plató. Mejor si es con creatividad. Esto tiene todavía más sentido ahora que la ciudadanía siente a sus personajes populares a solo un clic en las redes y hasta dialoga con ellos. Aunque sea a golpe de ‘like’ en Instagram.
Teresa Campos sabía de la importancia de la naturalidad a la hora de representar diferentes estratos de la audiencia en sus programas. En cambio, el especial de Ana en Telecinco contaba con presentaciones demasiado planas, música de fondo de hilo musical soporífero y, encima, faltaba esa espontaneidad que toma el pulso a la vida a través del intercambio generacional y de clases sociales. Casi todo se enfocaba desde el prisma de la élite de un barrio rico, que no se cuestiona la vulnerabilidades que provocan según qué actos. Difícil, por tanto, que la audiencia masiva de 2023 empatizara. Dispone de mucha información y se va a lugares menos impostados y más imprevisibles, aquellos espacios que se salen del molde condescendiente para dejarte pensando desde el entretenimiento que divierte porque aporta algo. Incluso hasta enfrentándonos con mordacidad a por qué nos interesa tanto charlotear sobre determinadas vidas ajenas. En el caso de Ana Obregón es fácil: su giro de guión era difícil de predecir, ni siquiera revisionando las imposibles tramas que decía escribía ella misma en ‘Ana y los 7’.