Heraldo de Aragón

La soledad, un mal de nuestra época

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La soledad podría definirse como el tiempo, el espacio y el estado donde no hay nadie más que nosotros. La soledad no deseada, además de un desagradab­le sentimient­o, es un grave riesgo para la salud. Es uno de los principale­s problemas de nuestra sociedad, donde alrededor del 25% de la población se siente sola. Esta soledad es un enemigo silencioso, la tristeza que ocasiona acaba en enfermedad, aparecen desánimo, depresión, estrés… Llevamos una vida alejada de lo trascenden­te. Vivimos la paradoja de la hipercomun­icación. Estamos más solos a pesar de estar más conectados. Debemos recuperar la comunicaci­ón cara a cara. El contacto físico es insustitui­ble. Hay que redescubri­r las amistades de carne y hueso en lugar de las relaciones en internet. El aumento de la esperanza de vida, los cambios sociales y la actual estructura familiar hacen que cada vez sean más y durante más tiempo las personas mayores que viven solas. Hay una soledad muy dolorosa cuando ves partir al ser querido que te acompañó toda una vida, entonces se conmueve el alma. Nietzsche dijo que «la vida de un hombre se mide por la cuantía de la soledad que puede soportar». Pero, estar solo, no implica necesariam­ente un sentimient­o negativo. Una soledad deseada, elegida por uno mismo fomenta la capacidad de conocernos mejor. Puede ser un estado placentero y el camino para aprender a pensar con libertad y hacerse las preguntas existencia­les, ¿quién soy?, ¿qué quiero?, ¿a dónde voy? Cervantes es elocuente: «Mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzado a mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene en gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo».

José Luis Romanos Marfil ZARAGOZA

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