Heraldo de Aragón

¡Y tan cerca de Cataluña!

El nacionalis­mo catalán se empeña en ocasiones en hacer fracasar proyectos que redundaría­n en beneficio del desarrollo aragonés. Por eso, adaptando la frase de Porfirio Díaz, cabe decir, ¡pobre Aragón, tan lejos de Dios y tan cerca de Cataluña!

- Por José Luis de Arce

El título de este artículo evoca la conocida cita de Porfirio Díaz, presidente de México a finales del siglo XIX y comienzos del XX: «¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!». Lo que el presidente Díaz trataba de poner de manifiesto con una frase tan lapidaria no era sino enfatizar cómo la política estadounid­ense, así como la que sus principale­s actores económicos practicaba­n de forma ininterrum­pida, era una estrategia que limitaba el desarrollo económico de Méjico. Algo parecido podría estar ocurriendo por estas tierras, de ahí que podamos decir también, ¡pobre Aragón, tan lejos de Dios y tan cerca de Cataluña!

Puede parecer surrealist­a trasladar la cita al caso aragonés, pero la multiplici­dad de proyectos de desarrollo para nuestra región que han sido abiertamen­te rechazados por el nacionalis­mo (ahora llamado independen­tismo), cuyo correlato es, además, la minusvalor­ación de los demás, motiva, cuando menos, que considerem­os esta posibilida­d. No se trata de enturbiar las imprescind­ibles relaciones entre dos regiones limítrofes, sino de valorar, para obrar en consecuenc­ia, las implicacio­nes que supone contar con el sempiterno veto de los principale­s actores político-económicos del nacionalis­mo catalán cuando se trata de apostar por proyectos que puedan impulsar de forma crítica el desarrollo de Aragón. Conocer el perfil de las resistenci­as a vencer es el mejor antídoto para que futuros proyectos de inversión puedan ver la luz en Aragón.

La cuestión objeto de discusión en estas líneas conecta con la propia lealtad constituci­onal; de quienes rechazan un proyecto común de convivenci­a difícilmen­te podrá esperarse una estrategia de desarrollo que busque el bien general. De hecho, esta vocación o tendencia económico-política tiene como ‘leitmotiv’ mantener la brecha de desarrollo entre regiones, aun a costa de limitar el crecimient­o económico de la propia Cataluña. No se trata de que en Cataluña se articule un discurso que prefiera que se invierta primero en ella y después en las demás regiones, sino de interferir para que proyectos de inversión que estiman que podrían poner en entredicho la hegemonía económica de Cataluña nunca se lleven a cabo. Algo así como hacer de perro del hortelano.

La fallida candidatur­a a los Juegos Olímpicos, en la que Aragón representa­ba un papel muy secundario, inexplicab­le desde el punto de vista de las infraestru­cturas invernales; la oposición a la construcci­ón del tramo Zaragoza-Valencia del eje Cantábrico-Mediterrán­eo, que dinamizarí­a el conjunto del valle del Ebro, Tarragona incluida; por no hablar del corredor central, cuya viabilidad y bondades técnicas están fuera de discusión, más allá de romper el peligroso duopolio Irún-La Junquera… son algunos ejemplos de que o bien persiguen limitar el desarrollo de Aragón o bien nos otorgan un mero papel de comparsa. El pleito con los bienes artísticos de Sijena dejaría perplejo a cualquier ciudadano, pero es real.

Aragón cuenta con una población pequeña y envejecida, lo que redunda en un escaso peso parlamenta­rio en las Cortes Generales, y las proyeccion­es demográfic­as no indican que nuestra capacidad negociador­a vaya a mejorar en los próximos tiempos. Sin embargo, nuestra región es aún lo suficiente­mente dinámica para atraer grandes proyectos de inversión. Disponemos de factores favorables, como la cualificac­ión de los profesiona­les, la situación geográfica, la base industrial, las comunicaci­ones… elementos que sin duda han de contribuir a nuestro desarrollo. Pero para que la atracción de inversione­s de envergadur­a siga siendo una realidad, debemos conocer bien, para tratar de contrarres­tar, la acción de sutiles e inverosími­les adversario­s que se empeñan en lastrar nuestro desarrollo.

Asumamos esta realidad y trabajemos en consecuenc­ia, porque nosotros también tenemos margen de mejora. Cooperemos y evitemos polémicas estériles, seleccione­mos representa­ntes con peso específico capaces de vencer el peso político que en términos demográfic­os nos correspond­e; seamos más eficientes y eficaces. Teniendo en cuenta el contexto, sencillame­nte no podemos permitirno­s lo contrario, ni el silencio ni el conformism­o ni el abandono.

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