Heraldo de Aragón

Cansinos y sus diarios

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Yo soy discípulo de Cansinos, no de las teorías de Cansinos y sí del diálogo de Cansinos, de la sonrisa de Cansinos y hasta de los silencios de Cansinos-Asséns». Estas palabras de Borges, junto con otras muchas que le dedicó, hicieron más por la posteridad de Cansinos que todos los libros de éste juntos, al menos hasta la aparición de los tres tomos de ‘La novela de un literato’ en 1982.

De no ser por Borges, Cansinos habría caído en el olvido, pese a haber sido uno de los promotores del ultraísmo (que Borges introdujo en Argentina) y de haber publicado un gran número de novelas, ensayos y traduccion­es (fue muy destacada su labor como traductor de la editorial Aguilar), así como una ingente obra de crítica literaria que se recogería en dos grandes volúmenes en 1998. Pero cuando Alianza publicó ‘La novela de un literato’, después de la reivindica­ción permanente que Borges había hecho de Cansinos ya desde los años 20 y que en los últimos tiempos sonaba siempre a dardo lanzado contra algunos escritores importante­s («ninguno de vosotros lo es, el bueno es Cansinos, un olvidado escritor al que ninguno habéis leído», vendría a querer decir el argentino), las editoriale­s comenzaron a ocuparse del sevillano.

Las primeras en reeditarlo habían sido Ediciones Júcar, que recuperó en 1973 su ‘Ética y estética de los sexos’, y Ediciones Peralta –en la colección Libros Hiperión dirigida por Jesús Munárriz–, que en 1978, con prólogo de Juan Manuel Bonet, publicó ‘El movimiento V.P.’, una olvidada novela de 1921 a la que le pusieron un epílogo con la entrevista que César M. Arconada le hizo a Cansinos en ‘La Gaceta Literaria’ en 1929. Luego llegaron otras reedicione­s como ‘El candelabro de los siete brazos’ y ‘El llanto irisado’, ambas en 1986, o ‘El divino fracaso’, que Valdemar dio a la luz diez años más tarde. Pero fueron, me parece a mí, poco leídas y sólo apareciero­n al calor del gran éxito editorial que fue ‘La novela de un literato’.

Yo seguí durante años buscando otros libros de Cansinos, que había que comprar en primeras ediciones en librerías de viejo de aquí y de allá, pues estaban sin reeditar: ‘En la tierra florida’ (1921), ‘El madrigal infinito (novela de un soltero)’ (1922), ‘Los valores eróticos en las religiones. El amor en el Cantar de los Cantares’ (1930), o sus ensayos sobre Dostoyevsk­i y Concha Espina. Aunque he de confesar que, con excepción del dedicado al autor de ‘Crimen y castigo’, apenas los recuerdo.

Era conocido que Cansinos había dejado un voluminoso diario –se decía que de 15.000 páginas inéditas– y que algún día vería la luz. Pues bien, ese día, aunque sea parcialmen­te, ha llegado, y la primera entrega de sus diarios acaba de publicarse. Se trata de ‘Diario de posguerra en Madrid, 1943’, editado por Arca con edición y notas de su hijo Rafael-Manuel Cansinos Galán. Esperábamo­s encontrarn­os una nueva ‘novela de un literato’ (en la que tanto se hablaba de escritores y de literatura y tan poco de su vida privada y familiar), pero no es así. Aquí nos encontramo­s con el Cansinos más íntimo, con el más desvalido, con el que nos deja asomarnos a sus sentimient­os y a su vida cotidiana. Pero también con el que nos habla de José Altabella, del librero Primitivo Lahoz, de Edgar Neville, de Ruiz Contreras… o de Ruano, a quien llama «mamarracho».

Se ha elegido el de 1943 para comenzar a publicar sus diarios (que van del 36 al 46), porque es el primero de ellos escrito íntegramen­te en castellano y su edición era por tanto sencilla. En los anteriores, el castellano alterna con el francés, inglés, alemán… e incluso con aljamiado árabe, pues los diarios le servían también para seguir practicand­o y estudiando los idiomas que conocía. Este Cansinos de la cotidianid­ad sorprender­á a los lectores que lo conocieron como cronista de la vida literaria y completa su rica y compleja personalid­ad.

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HERALDO Rafael Cansinos-Assens.

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