El escultor que no quería parar
Nos vamos a descubrir ahora a Florencio de Pedro. Desde hace años se descubre solo. Cree en su oficio, en su capacidad de inventar, en la manufactura incesante de la escultura, el grabado, la arquitectura, el diseño…, y por eso ha realizado proyectos de escultura pública o algo tan imponente como el Parque Escultórico de Hinojosa. Siempre está ahí, desde Aguarón o el Paseo del Canal, concibiendo proyectos para las ciudades, para el campo, para las salas.
Nieto o bisnieto de Pablo Gargallo, Pablo Serrano y Julio González, tampoco desdeña las enseñanzas de Félix Burriel o José Bueno, y lo esencial de él es su determinación y su inconformismo. Está a punto de clausurarse en el Centro Mesonada-Museo Orús una de sus exposiciones más personales: ‘Encrucijada’.
Es una pequeña y selecta antológica de su obra, de su forma de ver y de hacer, y ha contado con grandes compañeros de viaje. Pepe Melero recupera al poeta de antaño y define a ‘Los almogávares’, su serie de acero y papel, como «ligeros y a la vez poderosos». Jesús Pedro Lorente y Alejandro Ratia intentan explicar una de sus series más contundentes, ‘Cierzo 1’, y Desirée Orús se acerca a ‘Cierzo 2’. Florencio de Pedro complementa estos trabajos con su espléndida tarea, de múltiples y personales colores, de ‘San Juan de la Peña’ y esos ‘Laberintos’, que ha instalado en el suelo, entre cristales rotos.
Sugerente y atractiva, subyugante en ocasiones, la muestra da una idea de un artista que tiene mucho trabajo e invención a sus espaldas, un artista laborioso que no desdeña nada: ni los pájaros ni los árboles de su jardín, ni las piezas grandes, ni el tórculo ni esa voluntad de transformar el mundo con sus piezas y con esa rebeldía casi juvenil o desafiante.