Heraldo de Aragón

Ese placer

- Las naturales por Patricia Esteban Erlés

Ese placer de elegir un libro que compraste porque te lo recomendó un buen amigo y fue a parar a una pila casi infinita de la mesilla. Ese placer de reparar ahora en el título tentador, en cierta forma enigmático: ‘El Domingo de las Madres’. Ese placer que consiste en sentarte y leer, sin más.

Ese placer no llega a doscientas páginas ni falta que le hace. Una joven criada acude a la cita con su amante, el único hermano supervivie­nte de tres varones. Los dos mayores murieron en la Gran Guerra y en Paul están depositada­s todas las esperanzas de su familia. Jane, la doncella de unos vecinos de

Paul, se ve hace tiempo con él, que va a casarse en unas semanas y la llama para un último encuentro.

Ese placer es descubrir todo el erotismo y la literatura que emana de una cita en la mansión vacía, sin servicio ni familiares. Las sirvientas disfrutan del Domingo de las Madres, el día libre en que van a visitar a sus familias. Paul y Jane se acuestan en el dormitorio de él, disfrutan de cada instante de esa cita elegíaca. Ese placer es contemplar con Jane el tocador de Paul, del marco de plata con la foto de sus difuntos hermanos o sus cepillos, de comprender cómo las posesiones nos sitúan en el mundo, nos retratan y completan, porque esos pequeños objetos son ecos nuestros, nos construyen. Paul y Jane, el niño mimado y la criada huérfana e inteligent­e, se quieren a su manera, sin esperanza, sin futuro.

Ese placer es pensar en las últimas veces, en todas esas ocasiones en que vimos a alguien o hicimos algo sin intuir que no se repetiría. Ese placer que convierte la vida misma en un accidente que nos sobreviene, nos sacude y nos convierte en otros.

Ese placer de chocar de pronto, algunas veces, con libros así.

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