Mirado desde lejos
¿Vamos bien o seguimos cuesta abajo? No sé, lo que usted decida, porque del lío que causa el aluvión de datos económicos con los que nos bombardean resulta difícil extraer una imagen fiel de la realidad
Le hablaba otro día del lío que causa el aluvión de datos económicos con el que la actualidad nos bombardea a diario y lo difícil que resulta extraer de ellos una imagen fiel de la situación real. Pues la semana pasada fue un ejemplo magnífico de ello. Tuvimos datos de empleo, en donde vemos que, en el primer trimestre, hemos perdido más de 100.000 ocupados, como resalta la oposición o, si lo prefiere, el mejor trimestre de los últimos 15 años, como recuerda el Gobierno. Vimos que el crecimiento ha sido de un escaso 0,5%, lo que dificulta sobremanera la promesa realizada el jueves por Nadia Calviño de adelantar un año el cumplimento de la regla de estabilidad que se refiere al déficit.
La vicepresidenta insiste en que el crecimiento de la economía española es sólido, pero olvida que somos uno de los muy escasos países que en la UE no han recuperado aún el nivel prepandemia, lo que nos elimina como ejemplo. También conocimos el dato de inflación. Aquí, y al contrario que con el empleo, nos comparamos con ventaja con nuestras socios, siempre y cuando olvidemos que, una vez minorado el efecto base, la inflación ha vuelto a subir, complicando el relajo de las políticas monetarias que han empujado a las nubes a los tipos de interés que, a su vez y todo junto, han reducido en algo más de un 5% el poder de compra de los españoles. En definitiva, ¿vamos bien o seguimos cuesta abajo? No sé, lo que usted decida.
Por eso, por lo difícil que es sacar conclusiones desapasionadas, le propongo un ejercicio que considero muy sano. Le propongo retirarnos un poco, alejarnos de la rabiosa actualidad y mirar las cosas con algo más de perspectiva. ¿Qué vemos ahí? Pues si acudimos al informe publicado el 9 de enero por el servicio de estudios del
BBVA, veremos dos datos que me parecen tremendos. Entre 2008 y la actualidad, el PIB per cápita ha crecido solo el 3,1% acumulado. Mientras que, en el mismo periodo, el gasto social (computado como el gasto total, menos intereses e inversiones públicas) crecerá un 27,3%. ¿Es sana esa deriva? No, nos conduce en rumbo de colisión hacia el desastre.
¿Qué nos enseña esta deriva? Pues, primero, que eran falsas las acusaciones lanzadas a Mariano Rajoy de liderar un austericidio y de practicar ajustes despiadados. Muy al contrario, en su mandato las cosas siguieron la tendencia anterior y no la revertieron. Por su parte, los siguientes han hecho exactamente lo mismo, solo que a un ritmo mayor y de manera aún más desaprensiva, una vez que el monto de la deuda cada día es más insoportable y los déficits continuos reflejan el coste del populismo más condescendiente.
Seguro que muchos pensarán que los problemas a los que nos enfrentamos justifican cualquier abuso del gasto, cualquier deterioro del déficit y cualquier aumento de la deuda. Pero serán pocos los que piensen que es sostenible por más tiempo esta enorme y persistente divergencia entre el crecimiento –timorato y mortecino– y el gasto público -exuberante y esplendoroso–.
¿Remedio? Sigamos con el informe citado: El primer reto es aumentar la tasa de crecimiento potencial, para lo cual es necesario aumentar la productividad y la tasa de empleo, que solo supera a las de Rumanía y Grecia y en ocasiones a Italia. El segundo reto sería mejorar la eficiencia del gasto público. Ahí el programa es extenso. De manera no exhaustiva habría que citar la evaluación constante de los programas de gasto, la digitalización de los procesos de la Administración y la contención del gasto en pensiones. Y, el tercero, diseñar un sistema impositivo que, además de capacidad recaudatoria, fomente la inversión, la productividad, el empleo y ayude en el proceso de descarbonización de toda la economía.
¿Le gusta? A mí me encanta. Estamos en periodo electoral, que durará todo el resto del año. ¿Ve usted a los partidos preocupados por atajar esta deriva o más bien centrados en contentar a los votantes, con todo tipo de promesas cuyo costo, ni se calcula ni se publica? Los que sostienen al tripartito que nos gobierna están a lo segundo y los que aspiran a sucederles, a pasar de puntillas sobre el tema y evitar formular compromisos que quizás (mejor, muy probablemente) no podrán cumplir.