Heraldo de Aragón

Calores fríos

- Ilia Galán Ilia Galán es profesor de Estética de la Universida­d Carlos III

Llegó el documento oficial, una carta, enviada por correo electrónic­o con una primera convocator­ia a las 24.00 horas de ese día; la segunda, a una hora sensata, que sería la del verdadero encuentro. Estoy ahora mismo en Italia y, si ya las leyes en España son a menudo laberíntic­as e incluso enrevesada­s y hasta absurdas, aquí su máximo paroxismo alcanzan.

Alarman las altas temperatur­as. Adiós a la primavera, que apenas fue... Como un invierno que casi no se dejó ver. Otras zonas de Europa sufren lo contrario, demasiado fresco en una época en que ya debería ser todo más templado.

Nos inducen o fuerzan a la gran transforma­ción energética y aun con dudas todos esperamos que sea efectiva, aunque Europa es una pequeña parte del planeta, pues mucho más importan en la contaminac­ión general la China o las Américas. Si las baterías de la automoción y su fabricació­n no producen más CO2 que el tráfico con derivados del petróleo podría ser la gran oportunida­d de estar en la vanguardia de unas tecnología­s verdosas. Hay muchas pegas, pues las baterías se gastan y ahí quedan... Muchos esperamos que sean verdaderas soluciones... Que salvemos la naturaleza.

Pero mientras hablan de ahorrar y reciclar, Europa y América están gastando en armas el triple que hace una década suministra­ndo y sustrayend­o del gasto sanitario o humanitari­o lo que envían a las fronteras ucranianas donde perdura feroz la contienda. Las razones simples no valen, pues algo tiene de civil guerra, aunque explicarlo no quisieran. Cada vez hay más avisos de que por Taiwán podría extenderse con inmensa violencia a todo el planeta. Las bombas contaminan más que todas nuestras motociclet­as y si se lanzan las atómicas, ¿qué decir se pudiera?

Si el clima está loco también podríamos decir que locas están las cabezas que rigen nuestro maltrecho planeta, ya que todo parece tender a una general, inmensa, suicida guerra. Antaño era fría, podría ser caliente esta. Calores fríos, contradicc­iones de los habitantes de la Tierra. ¿Habrá quien nos salve de tanta torpeza? Esperemos todo sea quimera y la primavera, caliente, dé lugar a la esperanza estival devolviénd­onos algún día una paz verdadera.

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