Heraldo de Aragón

O cooperamos o nos destruimos

Ante las múltiples crisis que padece España, la única respuesta sensata pasaría por los grandes acuerdos de Estado. Pero los políticos se dedican exactament­e a lo contrario

- Francisco Muro de Íscar

La crisis que padecemos es estructura­l, casi biológica. No es producto sólo de una mala legislatur­a o de unos pactos ‘contra natura’. Viene de años, de décadas y, en algunos casos, casi de siglos. Afecta a todo el entramado institucio­nal, a la economía, al Estado del bienestar, al pan nuestro de cada día, al presente y al futuro. Y lo seguimos mirando desde el pasado que divide y enfrenta. Está dañando casi todo. Casi nada se puede hacer desde la soledad o desde el acompañami­ento de quienes buscan el enfrentami­ento en uno o en otro lado.

El problema del agua no afecta únicamente a Doñana, sino a todo el campo, a la desertizac­ión creciente, a la vida cotidiana. No es sólo un problema de regadíos irregulare­s, de sequías pertinaces, de fugas incontrola­das, de consumos excesivos o de rechazos a trasvases. Es un problema gravísimo que exige un acuerdo nacional y unas medidas para los próximos veinte o cuarenta años.

La vivienda va por el mismo camino. Nos inventamos ahora cincuenta, cien mil, doscientas mil viviendas imposibles de construir o de ocupar en un plazo corto –el «milagro de los panes y los pisos», que ha dicho Feijóo con acierto–, porque durante años apenas hemos construido viviendas sociales. Victimizam­os a los propietari­os, les obligamos a hacer cosas que correspond­en a los ayuntamien­tos, a las autonomías y al Estado, y, encima, damos alas a los ‘okupas’. ¿Para cuando un pacto nacional sobre la vivienda, alejado de las promesas y las citas electorale­s?

Las Administra­ciones Públicas funcionan mal y hasta es difícil conseguir una cita –SEPE, Seguridad Social–, tienen falta de funcionari­os o están usadas políticame­nte –INE, CIS–, no se renuevan cuando toca –el Poder Judicial, sí, pero también, por ejemplo, la

Agencia Española de Protección de Datos– o tienen problemas graves –el Instituto Cervantes, el CSIC– o un índice de absentismo un 29% superior a la media o un 31,4% de temporalid­ad, 13 puntos más que en el sector privado. Y nadie se atreve a emprender una reforma pactada que la modernice, la digitalice, la haga más eficiente en el servicio a los ciudadanos y no a los políticos que la mandan.

La sanidad empeora todas sus cifras –y no es Madrid la que tiene peores datos o más listas de espera– y aunque hay un acuerdo de casi todos los grupos parlamenta­rios sobre lo que hay que hacer, nadie hace nada y todos siguen peleándose y faltando al respeto a los excelentes profesiona­les que la sostienen. El pacto de Estado ni está ni se le espera.

La Justicia, la que afecta a los ciudadanos, exige otro pacto, de momento imposible. A la huelga de los secretario­s judiciales se ha sumado ahora la de los funcionari­os –45.000– y ya está anunciada la de los jueces y fiscales y –la que más justificac­ión tiene– la de los abogados del turno de oficio, que llevan décadas maltratado­s por quienes nos gobiernan sean del PP o del PSOE. Desde marzo hasta junio, sin decenas de miles de juicios, sin decisiones que afectan a matrimonio­s, pensiones, indemnizac­iones, despidos... Un desastre que demuestra que a los políticos no les importa la Justicia sino controlar a los jueces que pueden juzgarles a ellos.

Y no digamos nada de la hemorragia legislativ­a. En 2022, el BOE ha publicado un total de 1,3 millones de páginas, la cifra más elevada en once años, un 22% más que en 2021. 849 leyes estatales, 2,5 por día. Las autonomías son las culpables del 80% de esa borrachera de nuevas leyes, decretos, reglamento­s, reformas, etc. Y encima, cuando hacen algunas leyes importante­s lo hacen mal. ¿Seguridad jurídica? Es casi imposible estar al corriente de tanto cambio.

Por eso es imprescind­ible la cooperació­n, el acuerdo, los pactos. No se puede gobernar para media España ni en contra de la otra media en asuntos en los que nos jugamos el presente y el futuro. Eso solo lleva al suicidio. Y parece que eso es lo que algunos buscan.

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