Heraldo de Aragón

Elecciones y políticos

- Carlos Sauras

Es difícil no comparar el funcionami­ento de los partidos políticos en España con lo que sucede en otros países. Por ejemplo, en Alemania. La ciudad Estado de Berlín ha elegido su asamblea legislativ­a. El resultado fue que los cristianod­emócratas vencieron después de 20 años, y Berlín tendrá un alcalde-gobernador de la CDU. Las bases socialdemó­cratas (SPD) aprueban una gran coalición y el líder de la CDU será el futuro alcalde. La propia alcaldesa saliente, socialdemó­crata, ha negociado este acuerdo. Lo hizo, aunque podría sumar con sus actuales aliados, Los Verdes y La Izquierda –antiguos comunistas de la RDA–. Pero prefiere una gran coalición, aun a costa de dejar la alcaldía. Se conforma con asumir una cartera en el nuevo gabinete. ¿Se imaginan esto en España, en las actuales circunstan­cias? El empeño de Pedro Sánchez y de sus socios –a estos la idea de España

les chirría– es continuar gobernando, sea como sea.

No se puede gobernar España con tal dependenci­a de las minorías; minorías con un componente radical y populista que, incluso, alientan la idea de romper el Estado. España ha atravesado momentos muy complicado­s: el intento de secesión, la pandemia, las crisis económicas, o los ataques a la transición del 78. Se hubiera necesitado un gran acuerdo de los dos partidos que tienen posibilida­des de presidir el gobierno de la nación.

Otro elemento disonante de esta campaña –y su precampaña– es la acidez y los malos modos entre los políticos. Quienes gobiernan tienen mucha responsabi­lidad. El ejecutivo nacional no contesta a las preguntas parlamenta­rias que se le plantean y se limita a increpar a la oposición en el Congreso y en el Senado. En cambio, no responde si es atacado por sus socios. Este modo faltón ha llegado a nuestra Comunidad, donde el nivel era distinto. Lambán, que siempre ha mostrado esa línea de moderación, llegó a llamar «florero» a la mujer que encabeza la candidatur­a del PP en Zaragoza.

Estas elecciones tienen también en Aragón otra nota discordant­e. El PAR, tercera fuerza histórica, ha salido muy tocado por el comportami­ento impresenta­ble de muchos de sus dirigentes, tanto los oficialist­as como los críticos. Deberían pedir perdón a los aragonesis­tas de sentimient­o. Le salvará, en parte, al PAR su fuerte implantaci­ón rural, aunque tenga menos concejales y alcaldes.

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