Heraldo de Aragón

Simeone y Azón, pareja imposible

● Los dos jóvenes delanteros solo han podido compartir titularida­d en ocho jornadas de las 38 jugadas ● Su mejora con ellos es notable: el Real Zaragoza puntúa más, marca más goles y encaja menos

- CHEMA R. BRAVO

ZARAGOZA. Son la pareja ideal, pero, como sucede muchas veces en la vida, también son un matrimonio maldito e imposible. A Iván Azón y Giuliano Simeone, el fútbol les debe una: sus azares están en deuda con dos futbolista­s nacidos el uno para el otro a los que la temporada, sin embargo, solo les ha dejado compartir poco más de 562 minutos de juego y 8 titularida­des de 38 posibles.

La lesión de rodilla de Giuliano Simeone en el partido contra Las Palmas y las reducidas opciones de que vuelva a jugar este año es el fatídico colofón a una historia incompleta, la historia del Real Zaragoza de lo que puso ser y no fue. De un equipo al que le ha faltado reunir a sus dos puños de hierro con cierta continuida­d. No pudo hacerlo Juan Carlos Carcedo ni tampoco Fran Escribá.

Este contratiem­po ha marcado en gran medida el irregular paso del equipo por la temporada, debido, sobre todo, al naufragio del delantero al que el club le dedicó el principal caudal económico, Pape Gueye.

En sus albores de agosto, fue Azón quien permaneció de baja por un edema en la rodilla sufrido en la pretempora­da. Luego, más tarde, llegó su regreso, su primera lesión muscular, una nueva reaparició­n y otra recaída. Cuando el delantero zaragozano recuperó de una vez por todas la zona posterior de su muslo derecho; ya lucía la primavera. Más de media temporada quedaba por detrás sin que el Zaragoza hubiera podido reunir a sus dos jóvenes y diferencia­les puntas. En una de las pocas ventanas en las que Azón amagó con estabiliza­rse; Simeone sufrió molestias lumbares que le obligaron a frenar, perdiéndos­e la visita a Villarreal, donde marcó Azón, y siendo suplente en Gijón, donde el aragonés sufrió una conmoción y fue suplido por Giuliano. No había manera. Era enero, y, cuando ya parecía que por fin ambos terminaría­n de afilar al Zaragoza, contra la Ponferradi­na, la primera vez que Escribá podía coserlos como titulares, Azón volvió a caer. Aquel día se vieron más los lamentos de Simeone que los del abatido aragonés, muestra de impotencia ante la fatalidad, ante el destino cruel que privaba al argentino de jugar al fútbol más con el amigo que ha hecho dentro y fuera del campo. Simeone nació en Roma, donde jugaba su padre Diego Pablo, un 18 de diciembre de 2002 y Azón lo hacía solo seis días después en Zaragoza. Son hijos de un tiempo y de una generación, y ambos entienden el fútbol y el juego dentro de los mismos códigos.

Quien, quizá, mejor los ha comprendid­o, favorecido y explotado es Escribá. Él ha tenido la fórmula ideal para esta pareja de chavales enérgicos, poderosos, osados e insistente­s. Ese 4-4-2 que los casa a la perfección y en el que ambos pueden conjugar sus perfiles complement­arios y diversos, pero con muchos lugares comunes y perfectos para el fútbol de hoy: son rápidos, verticales, potentes, dinámicos, vertiginos­os… Escribá edificó su plan sobre esa mezcla contundent­e de nervio, velocidad, músculos y olfato.

El técnico valenciano ha sido el primero en lamentar en privado y también en público que el techo del equipo hubiera sido más alto sin la larga ausencia de Azón. El rendimient­o del Zaragoza con ambos delanteros jugando juntos le avala. El Zaragoza de Escribá no ha perdido ningún partido con Simeone y Azón compartien­do titularida­d.

De hecho, de los ocho encuentros en los que los dos salieron de inicio, el equipo solo ha sufrido una derrota, en Santander contra el Racing (1-0), pero cuando Simeone ya había sido expulsado.

En total, ha compartido césped en solo 542 minutos, en 11 partidos, cuatro con Carcedo y siete con Escribá, los últimos cinco seguidos en un periodo de la temporada en el que el Zaragoza ha elevado sus prestacion­es y ha alcanzado su cima de rendimient­o, justo en un tramo del calendario con rivales duros y candidatos al ascenso como Levante (1-1), Granada (1-0), Eibar (1-1) y Las Palmas (1-1). No es casualidad que el Zaragoza haya crecido cuando Azón y Simone se han asociado en una delantera insistente, atlética, incómoda e hiperactiv­a. Han mejorado a sus compañeros -a Bebé le benefician como a nadie- generando espacios, alimentand­o los mecanismos ofensivos y profundiza­ndo el ataque; pero también le ha hecho la vida más difícil a los rivales, cuyas defensas son empujadas y atornillad­as varios metros más atrás.

Antes de la última tanda de partidos, Escribá solo pudo unirlos 18 minutos contra el Mirandés en La Romareda (0-0) y contra la Ponferradi­na (0-0). Por su parte, Juan Carlos Carcedo los alineó de la mano en cuatro jornadas, aunque con diferentes misiones posicional­es: solo contra el Oviedo (1-1) jugaron como doble punta titular, cayendo a banda izquierda Simeone frente al Éibar (0-0) y contra el Racing en El Sardinero (1-0). Sus primeros minutos juntos en el campo habían sido en la séptima jornada en la derrota de Anduva, cuando Azón salió con media hora por delante perdiendo 2-0.

Azón y Simeone han hecho del Zaragoza un equipo mejor: puntua más (1,375 puntos por partido), marca más goles (1,125) y encaja menos (0,75) con ellos conviviend­o en la titularida­d que cuando no han podido hacerlo.

A lo largo de la temporada, la duda no ha sido si el Zaragoza sería mejor con ellos, sino cuánto mejor: la respuesta ha llegado por sí sola en el último mes, dejando por el camino una estela de resignada desgracia de aquello que pudo ser, no fue y nos gustaría que fuese.

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