Las terrazas después de la pandemia
Tras meses de confinamiento por la covid, mucha gente se moría de ganas de volver a bares y restaurantes a pesar de los peligros. En aquella época, cualquier local podía ser peligroso porque los contagios tenían lugar en espacios cerrados. Entonces, los propietarios de bares, restaurantes, pubs, etc., pidieron al Ayuntamiento de Zaragoza que les permitiera abrir o expandir sus terrazas para poder recibir a sus clientes en las aceras o en calles peatonales. De golpe, en zonas que normalmente eran más o menos tranquilas, no se podía andar y las calles peatonales estaban abarrotadas de sillas y mesas. Pero lo peor fue que el bullicio comenzó a crecer. Lo que fue aceptado por toda la ciudadanía durante un tiempo como una situación excepcional parece haber llegado para quedarse en la etapa postcovid. Los dueños están encantados y los que frecuentan estas macroterrazas también. Y no parece haber voluntad del gobierno local de que sea de otra manera. Pero existe otra realidad, la de aquellos que tienen que aguantar las consecuencias. Conozco gente a la que las terrazas le han amargado la vida, que sufre estrés o incluso ha tenido que vender su casa ante la imposibilidad de descansar. ¿Es justo que para que unos se diviertan otros sufran? Hay ruidos inevitables, por supuesto. Pero los provocados por los intereses desmedidos de unos, el egoísmo y la falta de respeto de otros o la política de hechos consumados del gobierno local, no. Me gustaba mucho nuestro alcalde Jorge Azcón. Creo que lo ha hecho mucho mejor que sus dos antecesores. Es amable, cercano y carismático. Sin embargo, ante su postura con respecto al asunto de las terrazas y el ruido en nuestra ciudad, he decidido no votar ni a él en las elecciones autonómicas ni a la candidata de su partido a la alcaldía de Zaragoza.
Luis Ignacio Pérez Navarro ZARAGOZA