Heraldo de Aragón

Desmesura o sobriedad

- Víctor Orcástegui

Los desmesurad­os fastos de la coronación de Carlos como rey de Gran Bretaña e Irlanda del Norte subrayan, por mero contraste, la austeridad y la mesura de la monarquía española. Los británicos, desde luego, han tirado la casa por la ventana con un ceremonial que dicen que ha costado más de cien millones de euros, y parecen pocos según el despliegue de oros y oropeles que se vio allí. Se supone que se trataba de reforzar la imagen del rey en el imaginario colectivo mostrando un fabuloso esplendor que rompiera radicalmen­te con la realidad cotidiana. No sé si saldría o no reforzada la imagen de Carlos ante su pueblo, pero desde luego no faltaron ni el boato ni la ostentació­n, casi más propios de un cuento de hadas o de una representa­ción operística que de un acto político de una nación democrátic­a del siglo XXI.

Y con detalles tan exagerados y anacrónico­s como recorrer Londres en carroza y salir al balcón de palacio con las coronas sobre la cabeza. La corona, como símbolo y metáfora que es de la institució­n, es preferible no vestirla nunca. Creo que en España somos demasiado cicateros con las solemnidad­es de nuestra monarquía. Pero en el Reino Unido se pasan con la pompa hasta desbordar los límites del buen gusto. Ni don Juan Carlos ni don Felipe tuvieron una ceremonia de coronación, y tal vez sí debería haberla para Leonor cuando, dentro de muchos años, toque; aunque sin excesos. En todo caso, puestos a elegir, prefiero la sobriedad de nuestra jura de la Constituci­ón ante las Cortes que la trasnochad­a grandilocu­encia que hemos podido ver el pasado fin de semana entre Buckingham y Westminste­r.

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