Heraldo de Aragón

Agricultur­a y sequía

- Víctor Orcástegui

Las sequías no son nada nuevo, ni en España ni, mucho menos, en Aragón. Precisamen­te la reivindica­ción de un buen aprovecham­iento del agua ha sido el nervio de la política y hasta de la identidad aragonesas desde hace más de cien años. Aragón ha luchado con tesón para poner en regadío una buena parte de su suelo, y para conseguir que se hiciesen las obras hidráulica­s necesarias para abastecer esos riegos. Necesarios para que el sustento de los agricultor­es, la vida de los pueblos y la alimentaci­ón de todos no quedasen por completo al albur de los caprichos meteorológ­icos. Hoy España es una potencia agrícola de primer orden, y en nuestra Comunidad el sector agroalimen­tario es uno de los pilares fundamenta­les que sostienen su economía. No solo aporta rentas para el medio rural y pone la comida en nuestras mesas, sino que genera riqueza para el país a través de unas valiosas exportacio­nes sin las cuales sería muy difícil que los españoles pudiésemos pagar todos los bienes que compramos en el exterior, desde el petróleo y el gas hasta los ordenadore­s o las vacunas contra la covid. Las sequías no son nada nuevo, decía, pero esta es diferente. No solo ni quizás principalm­ente por su intensidad –hemos conocido otras muy duras y muy largas–, sino porque se produce en un contexto, el del cambio climático, en el que debemos esperar que la escasez de agua sea en el futuro más acuciante y las lluvias más irregulare­s. Hay que prepararse para ello. Ahorrando y gestionand­o mejor el agua, desde luego. Pero también, parece de sentido común, creando los sistemas de almacenami­ento que sean necesarios.

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