Heraldo de Aragón

Selección de mensajes

- Fernando Sanmartín

Hay mensajes. Continuame­nte. Y no es solo cosa de náufragos. Porque camino por la calle Madre Rafols, junto a la parte trasera del hospital Provincial, y veo en la pared de ese hospital una frase escueta, breve, categórica, de alguien que, imagino, tuvo un problema de salud: «Akí estuve». Es una reivindica­ción del yo, un dejar atrás algo malo, una afirmación.

Pero fuera de la ciudad, lejos, en un lugar hermoso como es el punto de partida para ascender a la Peña Oroel, observé hace pocos días otro mensaje en la ventanilla de una furgoneta Renault. Lo había puesto su dueño en un pósit. Y decía esto: «No hay nada valioso dentro. Gracias por no molestar». Un detalle, pensé, para los cacos.

También hay mensajes no escritos. Y acabo de conocer uno que me narra G., exbanquero y lector, cosmopolit­a. Su madre tiene 96 años y vive en una residencia. Él va casi todos los días a verla y alguna tarde sale con ella a una heladería donde le compra un crocanti, que adorna con un chorrito de whisky J&B. Ese helado es como ver la magdalena de Proust en el barrio del Actur.

Y recuerdo que cuando Miguel Indurain sufrió el mayor destrozo en el Tour de Francia, en una subida a Hautacam, un periódico deportivo abrió al día siguiente su portada con una foto suya y este mensaje: «No te vamos a dejar solo».

Acaba de empezar una campaña electoral. Los mensajes se agolpan. Son un tiroteo. Los hay como ramo de perejil. Los hay que amodorran o que son llama simple de mechero. Los hay que pronto serán amasijo de chapa. Y merecemos ideas, mensajes que permanezca­n, mensajes como cuando miras el mar.

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