Heraldo de Aragón

Papel mojado y sensibilid­ades

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Por los presupuest­os y por los hechos, evidenteme­nte, la cultura lleva bastantes años lejos de las prioridade­s de la acción política institucio­nal en Aragón, más que en otras partes de España. Zaragoza se habrá convertido en la cuarta ciudad más poblada del país, pero tanto ella como el resto de la comunidad autónoma que abandera y absorbe han perdido bastantes posiciones en esta materia; hoy son poco relevantes, no están en las conversaci­ones nacionales. Y costará que las cosas cambien: del derrotismo y la crítica acérrima de lo propio, del «flojico lo tuyo», aquí se ha pasado a otro extremo, muy complacien­te, que tampoco tiene ninguna fuerza movilizado­ra.

No obstante, los partidos y coalicione­s que concurren con posibilida­des siguen dado su sitio a la cultura en los programas electorale­s, sea por inercia o porque conserva alguna capacidad de atraer votos. Tras los sofocos de la covid y los encierros caseros, en los que la cultura fue uno de los primeros refugios, hay bastante coincidenc­ia en comenzar enunciando su importanci­a para el bienestar de la ciudadanía; luego, unos inciden en cómo refuerza la identidad y otros en lo económico.

Los socialista­s sacan pecho de lo realizado en los últimos años y prometen culminar lo inacabado. El PP toca muchos palos, se detiene en lo audiovisua­l, también en darle la vuelta a la política actual sobre las lenguas propias, y lanza una pintoresca propuesta de un programa de puntos que premiaría (o castigaría) a los grupos musicales que empiezan. Los que se apellidan ‘aragonesis­tas’ ponen el acento en el patrimonio histórico-artístico (el PAR hasta se acuerda del fenecido Teatro Fleta) y Chunta se extiende además largamente en la acción cultural. De proteger los «festejos, oficios, monumentos y costumbres arraigados en nuestra región» asimismo habla Vox, partido que apenas entra en más materia cultural.

En IU se insiste en lo comunitari­o, en la cultura como derecho, y en la protección de los trabajador­es del sector. Podemos, entre una batería de propuestas concretas y verificabl­es, igualmente recupera el fantasma del Fleta para pensar en una ‘plaza de la jota’, con programaci­ón escénica permanente, en el solar que ocupaba el teatro. Aragón Existe se va por lo local, por mover y coordinar la oferta en el territorio, con algún ‘tic turolense’ como la potenciaci­ón de las recreacion­es históricas. Y Ciudadanos relaciona cultura y turismo y plantea variadas ideas, incluida, ya en solitario, la de crear otro museo Goya que reúna la obra dispersa en Aragón.

Leer estos programas es hoy un ejercicio en desuso, de difícil realizació­n incluso digitalmen­te. Además, han perdido su valor en cuanto al control de los gobernante­s, porque ya no se piden cuentas en función de su cumplimien­to. Son papel mojado, sí, pero que continúa dando pistas sobre las distintas sensibilid­ades.

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