Heraldo de Aragón

Maratón legislativ­o

Pocos gobiernos en la historia reciente de España habrán conseguido que se aprueben tantas leyes. Pero la calidad y la solidez de esa legislació­n ya es otro cantar

- Diego Carcedo

Aeste Gobierno de coalición se le podrán achacar muchas críticas, pero ninguna de pasividad legislativ­a. Ya en su recta final quizás se le podrá atribuir el récord como productor legislativ­o. Pocos habrán sacado adelante tantas y tan variadas leyes. Otra cuestión es la calidad de las mismas y sus perspectiv­as de perdurabil­idad. Las leyes no son eternas, la evolución de la sociedad recomienda a menudo cambiarlas, del mismo modo que carece de sentido elaborarla­s pensando en su exclusiva actualidad o vigencia a corto plazo.

Las leyes deben promoverse y redactarse pensando en todos los ciudadanos. Es imposible que consigan una satisfacci­ón unánime, pero para acercarse lo más posible es imprescind­ible analizarla­s bien, considerar su capacidad de aplicación en detalle y procurar que sinteticen el mayor consenso posible entre las diferentes corrientes de opinión que las tengan que debatir y aprobar. En este maratón legislativ­o que estamos contemplan­do surgen dudas de que esto se esté cumpliendo.

Para hacer una ley es mejor tomarse el tiempo necesario que sacarla contra el reloj y que se convierta en un elemento de tráfico político y, como consecuenc­ia, en instrument­o jurídico difícil de interpreta­r o, como ocurrió con la ley del ‘solo sí es sí’, convertida en una chapuza cuyos resultados empezaron favorecien­do a quienes pretendía condenar y obligaron al Gobierno a buscar el apoyo de la oposición para rectificar­la. La leyes siempre serán revisables y mejorables. Pero para que esto no sea apremiante deben ser debatidas y resultar sensatas. Hay un detalle que los legislador­es deben tener en cuenta.

Los gobiernos en una democracia cambian y en muchos casos de manera radical. En este proceso es frecuente que quienes gobiernan intenten derogar las leyes heredadas de su predecesor con las que estaban en discrepanc­ia. Y esto es malo para algo tan importante como la estabilida­d jurídica, que los jueces y tribunales no se vean obligados a estar cambiando sus criterios de un día para otro. Por eso la cantidad de leyes aprobadas está reñida con la solidez y sobre todo con las ideas cambiantes de los políticos que las promueven, que deberían tener en cuenta que las que están hechas a su medida están condenadas a una vida corta.

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