Maratón legislativo
Pocos gobiernos en la historia reciente de España habrán conseguido que se aprueben tantas leyes. Pero la calidad y la solidez de esa legislación ya es otro cantar
Aeste Gobierno de coalición se le podrán achacar muchas críticas, pero ninguna de pasividad legislativa. Ya en su recta final quizás se le podrá atribuir el récord como productor legislativo. Pocos habrán sacado adelante tantas y tan variadas leyes. Otra cuestión es la calidad de las mismas y sus perspectivas de perdurabilidad. Las leyes no son eternas, la evolución de la sociedad recomienda a menudo cambiarlas, del mismo modo que carece de sentido elaborarlas pensando en su exclusiva actualidad o vigencia a corto plazo.
Las leyes deben promoverse y redactarse pensando en todos los ciudadanos. Es imposible que consigan una satisfacción unánime, pero para acercarse lo más posible es imprescindible analizarlas bien, considerar su capacidad de aplicación en detalle y procurar que sinteticen el mayor consenso posible entre las diferentes corrientes de opinión que las tengan que debatir y aprobar. En este maratón legislativo que estamos contemplando surgen dudas de que esto se esté cumpliendo.
Para hacer una ley es mejor tomarse el tiempo necesario que sacarla contra el reloj y que se convierta en un elemento de tráfico político y, como consecuencia, en instrumento jurídico difícil de interpretar o, como ocurrió con la ley del ‘solo sí es sí’, convertida en una chapuza cuyos resultados empezaron favoreciendo a quienes pretendía condenar y obligaron al Gobierno a buscar el apoyo de la oposición para rectificarla. La leyes siempre serán revisables y mejorables. Pero para que esto no sea apremiante deben ser debatidas y resultar sensatas. Hay un detalle que los legisladores deben tener en cuenta.
Los gobiernos en una democracia cambian y en muchos casos de manera radical. En este proceso es frecuente que quienes gobiernan intenten derogar las leyes heredadas de su predecesor con las que estaban en discrepancia. Y esto es malo para algo tan importante como la estabilidad jurídica, que los jueces y tribunales no se vean obligados a estar cambiando sus criterios de un día para otro. Por eso la cantidad de leyes aprobadas está reñida con la solidez y sobre todo con las ideas cambiantes de los políticos que las promueven, que deberían tener en cuenta que las que están hechas a su medida están condenadas a una vida corta.